I. Reencuentro.

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Li se volvió a la puerta de la habitación del hotel donde se estaba hospedando, alguien había llamado y esperó a que la puerta se abriera. El cansado rostro de Wei detrás de unos cada vez más gruesos espejuelos se asomó, dibujando la sonrisa paternal de siempre.

—Estamos listos para irnos, señor Li. —Dijo con voz cansada.
—Gracias, Wei. Los veré en el lobby en unos minutos.

El mayordomo hizo una reverencia sutil y lo volvió a dejar en soledad.

Con cierta melancolía, caminó hasta el balcón de ese hotel en Takayama que era propiedad de su familia, y estaba a menos de una hora del lugar donde habían sido convocados para aquella celebración especial. Era un jueves agradable, un primero de abril, y la noche estaba reservada para una cena en conmemoración de una persona muy importante para él y para su familia. Tenía algunos años de no verla y recordaba algunos detalles de su vida desde que se vieron por última vez.

Ella se había establecido en la provincia, lejos de todo y de todos. Y para ese punto, una legítima curiosidad le hacía preguntarse sinceramente cómo se encontraría.

—Será una noche interesante —dijo para sí mismo mientras encendía un cigarrillo, dejando que sus ojos se deleitaran con la atmósfera provinciana de aquella pequeña ciudad.

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Tomó algunos años de dura gestión, muchos sacrificios económicos y una voluntad de acero, sin embargo, los esfuerzos de la nueva familia propietaria de Chatsworth House, habían logrado sacar a la propiedad de los terribles problemas financieros que sufrió en las últimas décadas, devolviéndole así la privacidad y la presencia regia de antaño, el corazón del ducado había recuperado el brillo y la gloria que en épocas más prósperas tuvo.

Todo, por el empeño y la dedicación de los duques de Devonshire: lord y lady Hiiragizawa.

Eriol se sintió tan complacido entonces que había pedido a sus padres que usaran esa casa y administraran los terrenos, en tanto que él atendía los asuntos del parlamento en la capital inglesa. Sin embargo, su matrimonio y consecuente paternidad, lo hicieron pensar finalmente que Londres no sería un buen lugar para educar a su descendencia, y había terminado mudándose junto con su esposa a la imponente construcción; no por la opulencia, sino por la tranquilidad que le ofrecía.

Desde que Eriol se había despedido de sus amigos, habían pasado doce largos años, siendo los primeros dos de autodescubrimiento entre la comunidad mágica latinoamericana e Inglaterra, acompañado de su escritora favorita que en poco tiempo se reveló como el amor de su vida, desposándola un muy breve tiempo después.

Así, tres años luego de recibir el ducado, el último ya casado, Gustav Alejandro Hiiragizawa nació en la provincia de Bakewell.

No podía estar más tranquilo sobre la vida que estaba llevando, la cual se reflejaba completamente en el desarrollo de su unigénito: Gustav, a sus nueve años, había heredado toda su apariencia física excepto por sus problemas de visión, y tenía el cabello enrulado propio de su ascendencia latina. Era dueño de la inteligencia de su padre, y al mismo tiempo del temperamento y carácter de su madre, lo que lo hacía sociable y leal, pero demasiado sincero para su propio bien, y al haber dado signos de ser un dotado, también llevaría la herencia mágica de ambos.

Lady Isabella Hiiragizawa seguía en la diplomacia haciendo nuevos puentes entre las naciones, dedicaba buena parte de su tiempo en misiones de ayuda humanitaria, y había logrado que parte de la fortuna del ducado fuera canalizada a labores de asistencia social, especialmente en Centroamérica y África, y en sus ratos libres seguía dedicándose a su verdadera pasión: escribía novelas, teniendo como primer filtro al mismo Eriol que disfrutaba la exclusiva de leer un nuevo best seller antes de que este pasara siquiera por las manos de un editor.

Epopeya de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora