VI. Estrellas, parte 2.

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—Gracias por ser tan discreto —dijo con emoción Li al ver a quien lo recibía en el aeropuerto.
—No es nada. Incluso pude conseguir un auto, no quería que alguien sospechara si pedía un chofer.

Xiao-Lang y Beiji-Hu se abrazaron fraternalmente, y luego el segundo saludó con igual efusividad a Sakura.

—¡Ve esta belleza! No me canso de decir que eres afortunado —declaró el albino, dando un apretón en los hombros a la recién llegada, pero dirigiéndose a Li.

Desde luego, ella se ruborizó a horrores.

—Puede entenderte —dijo Xiao-Lang, divertido.
—Oh... ¿aprendiste chino? —le preguntó, un poco apenado de que su piropo no fuera tan discreto como le hubiera gustado.
—Algo así —respondió ella, recuperándose y dándole una sonrisa luminosa, esperando poder ahorrarse toda la explicación de los poderes de Soullink.
—Bien, pues superada la incomodidad, bienvenidos de vuelta a Hong Kong. Vas a sorprender a la tía Ieran, te esperábamos hasta la próxima semana.
—No lo creo, para este momento ya debe haber sentido nuestra presencia.

Entre marzo y julio, mientras la pareja terminaba de recorrer Asia continental y parte de Oceanía, Beiji-Hu estrechó mucho los lazos con ellos. Se había vuelto su fuente de noticias y confidente sobre inquietudes de cualquier tipo, y podía entender a ambos dado que había vivido en el espectro mágico y no mágico de su familia, y más allá de la complicada historia previa que compartieron, el zorro pudo integrarse a lo que quedaba de la familia Li, con Ieran como su nueva tutora, y sus primas como sus guías educativas.

Largas videoconferencias los habían mantenido en contacto, y un fuerte y legítimo afecto se había forjado entre todos ellos. Y por eso mismo, la inquietud los sacudía a los tres para ese momento, puesto que lo que Li tenía que contar a su madre, definitivamente no iba a gustarle.

—Debo reconocer que te admiro... —decía el zorro, concentrado en el volante—, la tía Ieran es muy justa, y aunque un poco rígida, es generosa... pero la he visto molesta un par de veces y da miedo... y tú vas a plantarte frente a ella para decirle tus planes... no sé cómo es que soportas tanta presión.
—Bueno, es mi madre. Si le temiera más de lo que la quiero, tendríamos un problema. Ella me enseñó que sin importar la situación, debía enfrentarla y luchar por mis sueños, y es justo eso lo que voy a hacer, aún cuando sea ella misma quien se oponga... y no creas que es tan fácil, me están temblando las piernas... —pasó la mano por arriba de su hombro, hacia el asiento posterior del auto, donde Sakura la tomó y dio un apretón, él enfatizó el gesto—. Sin embargo, no estoy solo. Cuando el miedo me domina, sólo debo hacer esto y tengo la certeza de que pase lo que pase, todo estará bien.

Conversaron con desenfado después de que el auto fuera aparcado en la cubierta del ferri, el mismo que haría camino hacia la isla. Luego de atracar y recorrer unos kilómetros más, fue visible la restaurada mansión Li, que se erguía con nuevas cicatrices, pero más orgullosa que nunca.

—¡Señor Xiao-Lang!, ¡señorita Sakura!—exclamó Wei con una mezcla de alegría y sorpresa, acercándose a recibirlos al aparcamiento—. No los esperábamos aún.
—Estoy seguro de que mamá sí, ¿puedes avisarle que llegamos y solicitar audiencia?
—Perdone mi atrevimiento, pero, ¿no preferirían descansar un poco antes?
—No, quisiera terminar con esto lo más rápido posible.
—A sus órdenes.

Por primera vez, Xiao-Lang notó cansado el paso de aquel venerable hombre y mentor de artes marciales, que aún así se las arregló para dar órdenes amables pero firmes a otros miembros del servicio, que prestos atendieron a su comando.

Miró con nostalgia los pasillos de esa gran casa que lo cobijó durante su peculiar infancia, teniendo buen cuidado de no soltar la mano de una Sakura meditabunda, que miraba sin mirar los testimonios artísticos del paso de los Li por China y el mundo.

Epopeya de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora