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Segundo trimestre y Jennie sentía que estaban aún a principios de año. El tiempo realmente transcurría rápido.

Pero algo si había cambiado. Ella se dirigía hacia la biblioteca escolar, para su habitual "sesión de estudios” o eso pensaba que era.

Los primeros días del mes ese era su objetivo pero después de unos días, se percató de que cierta joven pelirosa también asistía a esas horas de la tarde para estudiar.

El primer día que la había visto, casi decide salir corriendo de la biblioteca.

Rosé simplemente se encontraba con el libro de Biología en sus manos, en una de las mesas del fondo, completamente concentrada en los estudios.

Desde ese entonces Jennie siempre acostumbraba a asistir a esas horas, aunque los primeros minutos normalmente se dedicaba a mirarla un rato, y no entendía el por qué.

Después de un unos segundos el libro llamaba su atención y comenzaba a hacer lo que debía, estudiar. Esa ya era su rutina cotidiana.

Al llegar hoy, encontró a Rosé en la misma mesa de siempre. Su cabello amarrado en un moño y algunos mechones de cabello le caían desordenados en el rostro, garabateaba en su cuaderno y de vez en cuando arrugaba la nariz o se mordía la lengua, cuando no comprendía algo.

Eso fue mucho para la chica de ojos gatunos, quien duró unos minutos más de lo normal observándola, hasta que por fin se obligó a mantener sus ojos en el libro de texto.

Jennie estaba sentada en una mesa apartada de ella y debía estudiar.

Mañana tendría un examen de Japonés y esa era su peor materia.

Ella lograba pasar las asignaturas con notas aceptables mientras que Rosé era una de las mejores estudiantes del salón, considerando que las dos duraban las misma horas estudiando en la biblioteca.

Cuando por un segundo la materia la venció, suspiró audiblemente y abrió su cuaderno de dibujo.

Se perdió en su mundo dibujando simplemente lo primero que le llegaba a la cabeza.

Duró casi una media hora así y de un momento a otro sintió alguien tras ella. Volteó asustada y se encontró con una despreocupada Rosé, que observaba su dibujo.

- Tú... ¿Qué haces allí? - preguntó y, al ver que la pelirosa no dejaba de mirar el dibujo, intentó cubrirlo con los brazos ya que no le gustaba que vieran sus dibujos. Era como si husmearan en su diario, aunque no tenía uno.

-Dibujas bien - comentó entrecerrando los ojos, intentando ver la hoja que Jennie cubría -. ¿De quién son, los ojos?

Cuando le preguntó aquello, Jennie sintió como su estomago caía. Alzó los brazos y observó, horrorizada, que era cierto lo que había dicho la otra chica. Plasmado en la superficie blanca había unos ojos delicados y con algunas sombras en el iris. Sus cejas eran delgadas, el color de los ojos de una intensa tonalidad oscura y de inmediato Jennie, aunque el dibujo fuese en blanco y negro, pudo imaginarlos de un marrón cálido y profundo. Apretó los puños, frustrada, y volteó a ver a la chica, un poco irritada.

-De nadie, me los acabo de inventar -sonrió falsamente y Rosé pareció creerle. Se acercó más a ella y sujetó el cuaderno de actividades de Jennie, antes de que la castaña pudiera hacer algo al respecto.

-Eres mala en Japonés. Así no se escribe "Shashin satsuei"-le indicó, alzando una ceja, y Jennie se encogió de hombros.

-El Japonés no es lo mío.

- Pero en el salón te la pasas cantando canciones en Japonés...-tenía un punto y Jennie se quedó en silencio, esa chica sabía cómo sacarla de sus casillas.

-No importa. De todas formas suspenderé el examen -le dijo volviendo a lo suyo, sorpresivamente Rosé colocó el cuaderno en la mesa y se inclinó sobre ella, para hacer un ejercicio.

-Aquí... es "Shokumotsu" no "Kumotso". Unas simples letras pueden cambiar el significado de la palabra - comenzó a hablarle mientras escribía, su letra era hermosa y sus manos muy pequeñas y delicadas.

La chica con el rostro sereno y la blusa blanca de vuelos parecía un ángel. Jennie la observó durante unos segundos, pero después comenzó a escuchar lo que explicaba e increíblemente entendió.

-Oh, ahora tiene sentido -dijo abriendo los ojos, la pelirosa rodó los suyos.

-Deberías de ser tonta, para no entender dijo, antes de apartarse y volver a observar a Jennie a los ojos.

La más baja comenzó a sentirse nerviosa por el escrutinio de la mirada chocolate.

-¿Qué? Ya me insultaste, así que ya puedes irte -le retó y los ojos chocolate de Rosé comenzaron a arder.

-Claro, cuando también te ayudé. -Pero no por ser amable -devolvió, cruzándose de brazos.

-Cierto. Lo hice porque me estaba dando lástima las estúpidas caras que hacías, al no entender nada -confesó inconscientemente y con eso dejó a Jennie muy sorprendida ¿Ella la estuvo observando?-

-Por esa razón, tú y tus amigas están como están.

Al momento de escucharla, la sorpresa (Y bueno, sí. La pequeña emoción que había sentido al escuchar aquello) pasó a ser rabia. Se levantó y enfrentó a la pelirosa.

-Si estamos así es por culpa de tu amiguitas y los imbéciles del salón, que no saben cómo tratar a la gente -le dijo en la cara y por un momento la pelirosa se apartó de ella.

Habían terminado muy cerca de la otra y Jennie se sentía avergonzada por ello, intentó no demostrarlo.

-No es nuestra culpa que ustedes sean un blanco fácil. De todos modos, yo nunca hago nada - se defendió, dándose la vuelta.

-¡Pero burlarte de nosotras y no hacer nada al respecto es casi lo mismo! - gritó a sus espaldas y Rosé simplemente la fulminó con la mirada, antes de tomar sus cosas y salir de la biblioteca.

Jennie suspiró frustrada, dejándose caer en la silla. No entendía el por qué pero, Rosenne Park la colocaba de los nervios.

Y lo peor era aquel... ¡Aquel maldito dibujo! No tenía idea de lo que había pensado al dibujarlo pero definitivamente no en Rosé.

Ella era una niñita mimada de papá y igual que hace unos meses atrás en el primer día de clases, volvió a comprobar su teoría. Esa chica definitivamente era una estúpida, al igual que sus amigas.

Rivales - ChaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora