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Tenían veintiséis años el día que se volvieron a ver, él siempre supo que era su destinado, aún con la vacuna en su sistema, aún con los miles de supresores corriendo por su sangre. Él era de esos pocos casos donde el instinto era más fuerte que todos los medicamentos juntos y Midoriya fue su perfecta victima.

No recuerda a la perfección lo que sucedió, simplemente una semana después de volver a su ciudad de origen lo volvió a ver, después de once años se volvían a ver, no hizo falta ver su rostro, con solo sus rebeldes cabellos verdes y su inconfundible aroma lo supo, lo intuyó, solo bastó decir ese viejo apodo que de niños decían para que sus cuerpos se alteraran. Un parpadeo, fue lo que bastó después de verse fijamente a los ojos para que sus cuerpos reaccionaran al instinto, su casa era la más cerca, su conciencia lo repetía y solo caminaba en automático para llegar, sabía que en algunos momentos se detenía para verificar que lo seguía y al comprobarlo seguía caminando.

«Yo estuve ahí para ti en tus tiempos más oscuros. »

La voz del adolescente peliverde le hacían mantenerse consciente en alguna parte de su cerebro, ajeno a lo que pasaba a su alrededor, recordando sus últimos días con el peliverde.

« Yo estuve ahí para ti en tus noches más oscuras. »

Las lágrimas corrían a través de ese pecoso rostro, la mirada esmeralda le miraba con resentimiento.

« Me pregunto dónde estabas cuando estaba en mis peores momentos de rodillas. »

Katsuki si tenía un arrepentimiento y eso fue hacerle creer a su amor de infancia y adolescencia que solo era un juego, una broma, que cuando él pasaba momentos difíciles simplemente decidió ignorarlo y cambiar de casa, de amigos y de vida.

Abrió sus cansados ojos debido a los insistentes sollozos del Izuku de sus recuerdos, otra vez no le dejaba dormir, pero aún cuando sabía que estaba despierto lo seguía escuchando, con terror se incorporó en la cama viendo el cuerpo de un tembloroso peliverde que cubría su rostro mientras lloraba.

— Deku.

Murmuró con temor, no entendía que había pasado.

— Me marcaste, tú lo hiciste.

Susurró con pesar mientras más lágrimas escapaban de sus orbes, el sonido de un celular se escucho en la habitación e Izuku solo podía sollozar más fuerte, el rubio cenizo no terminaba de entender que pasaba.

— Yo tengo una familia, tengo una hija, un enlace, ¿Cómo es posible?

Se lamentó con todo su rostro cubierto por lágrimas, gruesas gotas de agua salada se revolvían  con sus ropas, el peliverde ya estaba vestido a comparación de él, miro el reloj de su pared sorprendiéndose por lo tarde que era, las cuatro de la tarde.

— Tengo que irme.

Katsuki le vio tomar sus cosas y salir de su habitación temblando y con una nueva marca de enlace. La visión del alfa se alteró y solo podía ver todo su alrededor moverse, cerró sus ojos para caer en la inconsciencia nuevamente.

[...]

Izuku salió de aquella casa descubriendo para su terror a su padrino que le miraba con preocupación y su pareja que le miraba con una mezcla de angustia y dolor. Había olvidado que su madre y padrino tenían una forma de localizarlo donde fuera.

— ¿Qué hiciste?

La voz del alfa se escuchaba dolida, él solo se limitó a agachar la cabeza.

— Izuku, ¿Qué sucedió?

Su padrino se había atrevido a acercarse a él lo suficiente para observar su cuerpo completamente y descubrir con terror la nueva marca, fue mero instinto, no deseaba hacer eso, pero su mirada no pudo evitar conectarse con el alfa de su ahijado.

— No me vean.

Suplicó con la voz quebrada, pero eso no impidió que Tomura se acercará a él y le hiciera levantar su lastimado cuello.

— No.

Negó a creer lo que veía, presa de la confusión encajó sus dedos en la fresca mordida logrando provocar quejidos de dolor del peliverde.

— ¡Tomura basta!

Grito el dueño de One for All mientras alejaba a su ahijado del alfa.

— Tu no pudiste hacer eso, tú eres mi omega, yo soy tu alfa, no puedes tener otra marca.

Habló, sus palabras y pensamientos perdían razón, debía haber un error, uno grande, él lo mordió, se enlazaron, su pequeña olía a unión, su pequeña fue producto de ese acto de amor y entrega, vio nuevamente al omega peliverde que mantenía agachada la mirada, pero cubría la mordida con su mano y soltó un gruñido gutural, provocado por su más profundo resentimiento.

— ¡Me engañaste! ¡Tú me traicionaste a mi y a nuestra hija!

Gritó con dolor y resentimiento, todo directo al peliverde que negaba con su cabeza, víctima de la  desesperación porque las palabras no salían de su boca.

— No te acerques, no te quiero cerca, Izuku Midoriya, desde hoy te exijo que te alejes de mi y mi hija.

Habló su orgullo herido mientras se alejaba de la escena, Izuku simplemente se desplomó y el omega rubio fue quien tuvo que socorrerlo totalmente solo.

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