7. Nos vemos otra vez

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Dos días eran lo que quedaba par el bautizo de su sobrino  y ahora pronto ahijado, Sara no sabía que hacer, desde ese día que hablo con Fernando las cosas entre ellos no estaba tan bien. Era complicado un poco. Vivian en la misma casa, y pasaban tiempo en la hacienda. No era justo hacer que Fernando se fuera a otro lado cuando ellos mismos parecían hacer el intento que la noche de vomito de verdades nunca paso.

Por otro lado Malcom y Carmela ya no se comportaban tan altaneros, desde que Fernando se había puesto de su lado, y junto a ella los amonestó y por lo que sabía no dijo otra cosa atrás de ella, ya que tenía vigilado a ese par. Desde entonces se pudo apreciar que la casa estaba más tranquila y que sus hermanas junto al abuelo estaban felices.

—Jimena, sabes que tu esposo estará en esa casa.

Cuando Sara soltó esa frase, tanto Norma como Don Martin la miraron. Ella solo sonrió  

—A caso pensaron que nunca me daría cuenta que los vecinos Trueva y los Reyes ¿no son los mismos?

—¿Quién te lo dijo? —Jimena estalló.

—Quién más, Fernando, solo él pudo hacerlo.

—Te equivocas, Norma. Me lo dijo el propio Oscar Reyes, muy guapo he de decir. Pero también te digo, —se fijo en Jimena— él no peleará por ti sino lo haces tú también.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando lo conocí me dio la impresión, que esta llegado a su limite. ¿Desde cuándo lo tienes así?

—Eso no importa.

—No arruines tu matrimonio—. dijo Sara y miro por un efímero momento a Norma—. Lucha por lo que quieres, ama lo que tienes. Y si no lo amas ya o no lo quieres, o si te diste cuenta que Oscar Reyes era solo un capricho dale el divorcio. Él no merece estar en espera y dejar pasar la oportunidad de estar con una persona que lo ame, y él pueda amar.

—¡Pero qué dices!

—Solo sé qué el amor es tan raro, lucha por él o déjalo ir.

—Sara ¿algo te paso? —preguntó Don Martin

—No, pero si estuve a punto de casarme ¿no? Algo he de saber. —contestó con una sonrisa triste.

—Sabes que sentimos lo tuyo con David. —Continuó Norma

—Eso no importa.

—Claro que lo hace, serías la hermana felizmente casada y con los pies en la tierra. 

—Jimena, tú eres la "felizmente casada" de las tres. Así que solo haz lo que tú corazón dicte. Ahora me voy.

—Claro. Suerte. —cuando Norma iba a decir algo más, por la puerta apareció Fernando, así que cayó inmediatamente.

—Yo te llevaré a la hacienda. — dijo Fernando.

—¿Hacienda? Acaso vas a visitar a alguien ¡llévame!

—Iré a trabajar,  Jimena. Y si iré a una hacienda vecina.  Adiós.

Sara salió del cuarto del bebé y Fernando la siguió.

—¿Estas seguro de ir conmigo?

—No te dejaría ir sola a esa casa, además, tu madre nunca me lo perdonaría.

—¡Oh, mamá! — se lamentó.

—¿Ella sabe dónde vas?

—No, no se lo dije.

—Solo debes de saber que no te dejaré sola, no confío en nadie de ellos.

Sara levantó una ceja—¿En ellos o en mi?

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora