Doña Gabriela
La sangre le hervía, no sabía cómo había tomado el carro de la hacienda y manejar hasta la casa de su hija mayor. Porque era bien sabido que a ella, Doña Gabriela, nunca le gustó conducir. Pero su casa era un manicomio. Sus hijas, sus hijas menores habían terminado sus matrimonios. Norma no tardó nada en volver a los brazos de ese hombre sin educación. Y el hermano de ese gorila, le mando el divorcio a su hija pequeña. Claro, una parte de ella estaba feliz que su Jimena terminará con esa relación, pero Norma. Negó.
Quería hablar con Sara, y hacerle ver que no cometiera locuras. Pero lo que acaba de encontrar no le gustaba. Sabía que Sara era una mujer independiente y líder en su propia vida, pero esto.
Miro toda la casa, ropa por allí, tirada. De hombre.
¡No!
Su hija no estaría con un hombre sin amor. Eso lo sabía muy bien. Lo sabía desde que se comprometió con David, ese joven todo elegante y sonriente. También sabía que Sara solo había pasado tiempo con un hombre y ese era...
Se acercó a la habitación principal, y pudo ver a su hija con el hombre que ella quería para si. La vio suspirar y gozar entre los brazos de un Fernando igual de apasionado.
Su hija, la misma hija que le dijo que sabía de sus sentimientos por ese hombre, a pesar que siempre lo negó. Se alejó de ese cuarto. No podía ver, ni oír nada más.
Los susurros de Fernando diciendo que siempre la miro a ella, que siempre pensó en ella. Que imaginaba un futuro diferente, que pensó en una boda con ella, hace tanto tiempo.
Las respuestas de Sara al decir que ella también, los susurros de lamentaciones de ambos de ver que ese futuro fue negado.
Gabriela no lo soporto y se fue con el menor sonido posible.
Salió de esa casa y se cerró en su auto y lloró. Lloro porque sabía que nunca podría quitarle la felicidad a una de sus hijas, si en ella estaba posible.
Y si, se negó a que sus hijas menores se fueran con esos bárbaros, pero era diferente. Esos hombres llegaron a su casa con malas intenciones y con ganas de una venganza que era culpa de su difunto esposo. Maldijo a su esposo muerto, donde quiera que Bernardo estuviera, lamentará todo eso.
Se secó el rostro. Debía de volver a la hacienda, pero no quería. No quería ir a una casa donde sus hijas y padre podrían verla desmoronarse. Ella era el pilar de la casa. Solo su presencia daba seguridad a sus hijas. Y no quería correr a los brazos de su padre.
Tomo unos minutos para pensar que hacer, cuando alguien tocó la ventana de su carro.
Miro con ojos grandes y vio a Sara con una cara de preocupación. ¿Cuanto llevaba allí? Bajo el vidrio de la ventana.
—¿Estas bien mamá?
—Si, acabo de llegar, pero me di cuenta que no te había llamado y no sabía si estabas en casa.
Su hija la miró raro. Y Gabriela sonrió.
—Solo quería hablar con alguien por lo de Jimena.
—Oh. Bueno... ¿quieres pasar?
Gabriela miró el reloj en su muñeca, realmente no sintió pasar el tiempo, ya llevaba más de cuarenta minutos. ¿Hace cuánto Sara había notado su carro?
Asintió y cerró la ventana. Cuando terminó miró la manija del carro y salió, suspiró y tomó aire. La noche estaba húmeda, coló la llave en la chaqueta de su abrigo después de asegurar el carro.
Siguió a Sara, la cual ya estaba en la entrada de la casa.
—Llegaste sola.
Fue lo primero que Sara le dijo cuando entró a la casa. Ya no estaba las ropas en el suelo, pero si unas copas, esas no estaban ahí cuando entró.
—Si. Olegario salió con algunos peones y no quería a nadie atrás de mi.
—Ya veo.
Gabriela hizo todo lo posible por no mirar las habitaciones de la casa. ¿Donde estaría Fernando? No quería verlo.
—¿Y de qué querías hablar?
Gabriela suspiró. Y se sentó en el sofá más pequeño de la sala—. Jimena firmó los papeles hoy por la mañana. Y llamó al mismo abogado que Norma contrato.
—Oh, eso es inesperado. Pensé que iba a luchar por Oscar.
—No te sorprenda que salga con el otro hermano.
—¡Que!
—Ella cree que nunca lo supe, pero si, me entere.
—Oh. Bueno, ahora ¿qué hará Jimena?
Gabriela miró en detalle a su hija. Tenía una bata de seda puesta. Ya que el abrigo lo dejo en el perchero por la puerta. También tenía el cabello húmedo. Cerro los ojos y volvió a tomar aliento.
—Espero que se dedique a su trabajo.
—La dejaras seguir de modelo.
—Quiero que se mantenga distraída. Es más, pensé en un viaje para ti y ella.
Sara negó. —. No puedo ahora, mamá. Talvez en unos meses.
Gabriela asintió —. Me parece bien. Bueno te dejo, ya sé esta haciendo más de noche. Adiós, hija.
—Claro mamá. Ve con cuidado. Ok.
Y así Gabriela dejó la casa de su hija mayor. Con el corazón roto, pero feliz de que no se notara nada y que Sara no le haya preguntado más cosas, no sabía que hubiera pasado.
(***)
—Tu madre.
Fernando salió del cuarto con ropa de dormir y el cabello húmedo.
—Si, cuando salí a dejar algunas cosas a la cocina me acerqué a la ventana y vi un coche que se me hacía conocido.
—Y saliste sin más.— la voz del hombre sonó preocupada.
—Estabas bañándote. No me ibas a ayudar.
—Pudo ser cualquiera. Sara ¡por Dios!
—Vamos, deja el drama. Era mamá, me habló del divorcio de Jimena. Tal parece ser que Oscar ya no forma parte de la familia por parte de ella. —soltó con un poco de burla.
Mientras lo decía se acomodó mejor en el sofá de tres plazas y encendió el televisor. Divisó como su pareja se acercaba a ella y solo soltaba tontearías—para su oído— y sonrió. Al final ambos terminaron por ver una película de ciencia ficción.
Cuando el canal empezó unos anuncios, Sara pensó en lo loco de la situación. Estaba con el ex esposo de su hermana Norma, además, también estaba, lo de la loca de Dinora, uy sí, esa espina aun no la sacaba de sistema. Además, los problemas con los Reyes aún estaban presentes.
Cerro los ojos, no podía dejar cosas a medias.
...
......
.........
Bien, aquí hoy un regalo XD
Ya tengo un maravilloso maratón de capis CORTOS que entran en este mismo tiempo.

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Pasión Prohibida
Hayran KurguEn proceso-La muerte del Sr. Elizondo llego a toda Bogotá, la verdad nadie creía que un hombre como él le llegará el final de esa forma. La mayor de sus hijas apenas se entero quiso regresar, pero no pudo. Ahora a meses de ese acontecimiento, Sara d...