Capítulo siete

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- gr-gracias. -dijo torpemente Harry tratando de no sonreír demasiado. Draco había vuelto y sintió como su ser se llenaba de luz y mariposas. - ¿qué tal ha ido tu aventura en el exterior?

- Bah, ya sabes... bueno, no lo sabes, pero que se yo. - se encogió de hombros

- No entiendo.

- Nada, pude hacer todo lo que tenía que hacer.

- Entonces ha ido bien. -concluyó Harry levantando los pulgares como gesto de confirmación

- hmm – la respuesta de Draco indicaba que no estaba del todo convencido. Miró a Harry por un largo tiempo.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Harry incómodo.

- ¿Si pudieras pedir algo por tu cumpleaños, qué pedirías?

- Yo... no lo sé.

- Uy, ¡qué aburrido eres, Potter! Anda, salgamos al patio. -dijo poniéndose de pie.

- ¿Qué?, ¿ahora?, pero los... - dijo señalando hacia el piso de abajo

- Están abajo consumiendo drogas y me pidieron que te sacara a hacer... cosas.

Harry frunció el ceño y resopló fingiendo reírse de la idea, pero en realidad le aterraba tener que humillarse de esa manera frente a Malfoy. Ojalá fuera sólo una excusa para sacarlo al patio y hablar más tranquilo.

Salieron al patio, Draco evitó lo más que pudo mirar a Harry mientras este gateaba hasta llegar afuera. No se sentía cómodo al verlo así y le costaba disimular frente al pobre jóven maltratado. Una vez en el patio, se sentaron, sobre una manta en el pasto que Malfoy hizo aparecer con la varita, bajo la sombra de un gran árbol donde nadie más podía verles. La noche era estrellada, con una luna casi llena; había una brisa fresca que aliviaba el crudo calor de verano.

-¡Qué hermosa noche! - dijo Harry sin sacar la mirada del cielo. Draco lo miraba sonriendo levemente, complacido de que al moreno le gustara su idea. Quedaron en silencio un buen rato hasta que empezaron a ver nubes y de ellas trataban de buscar formas.

- Aquella parece el calamar gigante. - señaló Malfoy

- Si, y a su lado hay una con forma de varita. - Harry miraba fascinado, como si fuera un niño pequeño viendo nubes por primera vez en su vida.

- Allí hay otra que se parece a Shinka, mi yegua. - comentó el rubio y se hundió en sus pensamientos recordándola

- ¿Tienes caballos?

- Una yegua, Potter, ¿acaso eres sordo?

- Lo siento.

- Aunque si, también tenía caballos.

- ¿Ya no los tienes?

- No, no soportaba tenerlos encerrados, merecían su libertad... ¿ves que no soy tan malo como crees? - Ambos rieron un poco. Harry se mordió los labios nervioso, abrió la boca para hablar pero al final la cerró.

-¿Qué tienes, Potter?, ¿ me vas a contradecir?

- No, nada. - respondió tímidamente.

- Anda, escúpelo.

- Es que... yo... me preguntaba... viste que me habías preguntado qué pediría de deseo? - Harry agradeció que estuvieran en la sombra para que no se notara su cara sonrojada.

- Si..., ¿entonces?

- Bueno... esto... - inspiró profundo – quisiera pararme. Por un momento. Si es posible. - cerró los ojos como si la respuesta fuera menos dolorosa si no lo viera articularla. Pero Malfoy no respondió de inmediato así que los abrió lentamente tratando de mirar solo por entre las pestañas. Vio que el rubio miraba todas las ventanas que daban hacia ellos asegurándose que no hubiera nadie, y que luego se incorporó hacia él para apuntar con su varita a las cadenas

Dulce CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora