Capítulo ocho

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En su habitación, Harry seguía en shock. Se había imaginado un par de veces teniendo sexo con Malfoy, pero esto no fue para nada agradable, y aún así se había excitado. No entendía cómo siendo humillado de esa forma podría gustarle a tal punto de que eso pasara.

- Ya pronto pasará Potter, y te reencontrarás con tus padres y no sufrirás más. - comentó Snape, pero el muchacho no respondió. Vio aparecer a Draco quien entregó a Severus una remera blanca y pantalón tipo jogging negro. El rubio miró al moreno pero éste no se atrevía a mirarlo, sólo observaba cómo Snape dejaba a su lado las prendas y le hacía señas para que se vistiera con eso

- Gracias, Draco. - agradeció Snape. - Ya es casi de día, ve a preparar el desayuno correspondiente para Potter y traelo. - Y sin más para decir, se fue de la habitación seguido por Malfoy quien cerró la puerta tras él.

Por un lado, Harry se tendía aliviado: ya no tenía las cadenas, ni el taparrabos y calculaba que no lo tratarían nuevamente como perro o elfo, sino que se limitarían a dejarlo encerrado allí. No le parecía mala idea, después de todo, ya faltaría poco para volver a ver a sus padres, tal como lo dijo Snape. Pero por otro lado, se sentía aturdido y dolorido, tanto que deseaba ayudar a los mortifagos a encontrar todos los ingredientes que faltaban para la poción de Voldemort.

Llamaron a la puerta, y apareció Draco con la bandeja de desayuno.

- Sé que a mi me tocaba la cena, pero ya no está Nott para traerte el desayuno. - Ante el silencio de Harry que miraba fijo una pared, continuó. - Y también te he traído esto. Es Manzan, una pomada para que te lo pongas en el ... - rió, pero al ver que el joven ni se había inmutado, se aclaró la garganta y se disculpó. - Lo, siento, no quise que sonara tan mal. A lo que voy es que es para calmar el dolor que puedes estar sintiendo, ya sabes... ahí. - e hizo señas con el pulgar indicando la parte trasera.

Harry parecía petrificado, mordía fuerte para no emitir ningún sonido, ni llorar, ni reír, ya que sí le había causado gracia el comentario de Draco, pero estaba muy avergonzado como para demostrarlo.

Malfoy estaba intrigado con lo que sucedía y no se iría hasta saber qué le ocurría al cara rajada. Sacó su varita con disimulo, suponiendo que de ese ángulo Harry no vería de re ojo y murmuró "legeremens". Al instante, Draco pudo leer las emociones de dolor y vergüenza de Harry, aunque ahora que éste se dio cuenta de lo que hacía, también leyó su enojo. Mientras todo esto sucedía, imágenes de Harry aparecieron en su mente: dándose cuenta de su erección, relinchando, del licuado que habían tomado, y justo cuando intentó ver quién era la persona desnuda en la ducha que Harry observaba, "¡BASTA!" escuchó a lo lejos y todo desapareció. Notó que su mejilla ardía y vio a Harry a sólo centímetros de él.

- ¿Qué caraj...? - preguntó sorprendido Draco. Se llevó la mano a la mejilla donde Harry le había dando una piña para que cortara con el hechizo

- ¡BASTA!, ¡¿cómo te atreves?!

- Lo siento, yo...

- Li sinti, yi... ¿¡no te divertirste lo suficiente anoche?!

- ¿De qué hablas?, yo no quise que... sólo quería saber si estabas bien, no hablas, ni me miras siquiera

- ¿Como quieres que te mire después de...?, Es broma, ¿verdad?.- clavó los ojos en los del rubio. Draco lo miró también, pero Harry apartó la mirada al instante. Le dolía ver a Harry de esa manera. Odiaba que esos ojos verdes estuvieran colorados e hinchados de tanto llorar, pero a su vez había algo en esa mirada llorosa que lo hacía ver tan lindo. Malfoy apartó sus pensamientos con una sacudida de cabeza.

- Gracias por la crema. - dijo Harry de mala gana sentándose en el piso apoyando su espalda sobre la pared.

- Te va a hacer bien, ya veras. Lo...lo digo por experiencia.- y su cara pálida se ruborizó.

Dulce CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora