Capítulo 2

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Corro con todas mis fuerzas a través de un campo de batalla repleto de muertos revividos, persiguiendo con desesperación a un cuervo tan negro como el pozo de angustia en el que llevo sumida desde hace años, el pozo que se ha hecho más profundo desde que tuve que tachar su nombre de mi Libro Bingo. 

Nada me asegura que siguiendo a ese animal vaya a encontrarlo, nada me asegura que él sea uno de los revividos por el Edo Tensei, pero no puedo evitar que mis piernas se muevan solas.

No sé cuánto tiempo había estado el cuervo observándome, apoyado cómodamente en la rama de un árbol cercano a mi posición, viendo como yo y otros tantos shinobis intentábamos controlar a uno de los revividos, pero en cuanto mis ojos se habían fijado en los suyos había alzado el vuelo, dándome la espalda, invitándome a seguirlo. 

No había dudado ni un solo instante antes de salir tras él, ignorando los gritos de reproche de mis compañeros.

Había una sola cosa en la que podía pensar en ese momento, antes de salir corriendo, abandonando a los demás. Hay una sola cosa en la que puedo pensar, ahora que llevo casi veinte minutos forzando mis piernas hasta el límite para seguir el ritmo del vuelo del ave: Itachi.

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Estaba caminando por la aldea, completamente sola, observando atentamente las acciones de cada persona que me encontraba en el camino. Una madre regañando a su hija por tomar algo del suelo, un anciano tomando té en un local, un grupo de adultos riendo escandalosamente por algo que había dicho uno de ellos. Todo me parecía fascinante y con el tiempo se había convertido en uno de mis principales pasatiempos.

Disfrutaba estar rodeada de mis amigos, gritar mientras jugábamos y pelearme con ellos por cosas tan simples como quién había llegado primero a la meta en una carrera. Pero también disfrutaba enormemente de la soledad que me permitía observar a las personas, escucharlas, aprender de sus actos.

Ese día era uno de esos que reservaba únicamente para mí, se suponía que iba a olvidarme de mis amigos para estar sola y observar atentamente al mundo, pero el destino tenía algo diferente preparado.

Habían pasado semanas desde que había hablado con Itachi por vez primera, y aquella era la primera vez que lo veía fuera de la academia, con el Hitai-ate colocado en su frente, caminando en dirección contraria a la mía, acompañado de un chico y una chica más mayores que él, sus compañeros de equipo.

—Itachi —saludé con una sonrisa cuando estábamos a unos cuantos metros de distancia, llamando la atención de los otros dos, que ni siquiera se habían fijado en mí hasta que había alzado la voz.

—¿Qué ocurre? ¿Es una de tus fans? —preguntó el chico con evidente molestia y desprecio en la voz, mirándome de arriba a abajo.

—¿Fan? —inquirí con cierta gracia observando al muchacho—. Ah, ya entiendo —dije dándome un golpecito en la palma de mi mano izquierda con el puño derecho—. Te da rabia que él sea popular mientras que nadie se fija en ti. —La cara de incomprensión del muchacho rápidamente se tornó en una de enfado, mientras la chica se reía por lo bajo y sujetaba por los brazos a su compañero para evitar que hiciese algo.

—Kyōka —llamó entonces Itachi, haciendo que mi atención volviese a fijarse en él, pero no dijo nada más.

—Oh, así que te llamas Kyōka-chan —intervino la muchacha, empujando de una vez a su compañero tras de sí para observarme atentamente—. Dime, ¿qué opinas de Itachi? ¿Te gusta? ¿Lo odias? Tenma no lo soporta —decía riendo mientras señalaba con un dedo al muchacho tras ella.

—Ni siquiera lo conozco —respondí inclinando la cabeza como un pajarito hacia un lado, siendo totalmente honesta—. Es la segunda vez que hablo con él —confesé, dejando perpleja a la muchacha, que por mi forma de saludarlo había supuesto que mantenía algún tipo de relación con él—. ¿Quieres venir a jugar conmigo? —pregunté volviéndome hacia Itachi, que se mantenía observándome, al parecer tan perplejo como su amiga.

—Ahora voy a entrenar, lo siento —se disculpó, tal y como había hecho la anterior vez.

En ese momento se me pasó por la cabeza que tal vez quisiera evitarme, que no quisiera saber nada de mí y por eso se había negado las dos veces que le había ofrecido jugar conmigo, que mi sola presencia lo molestaba. Pero por aquel entonces yo era muy persistente y si quería algo, trataba por todos los medios de conseguirlo.

Escondí mis manos detrás de mi espalda, simulando una mueca de molestia en mi rostro, esperando a ver su reacción, pero simplemente volvió a disculparse.

—En ese caso, quiero entrenar contigo —claudiqué con energía, agitando los brazos a mis costados.

Veía en los rostros de los dos mayores la seguridad de que yo no sería capaz ni siquiera de hacerle sudar un poco si entrenaba con él, no era lo suficientemente fuerte ni rápida, al fin y al cabo solo era una niña normal y corriente. Estoy segura de que pensaban que Itachi se negaría a mi petición, pero tras unos segundos de duda sonrió alegremente y asintió con la cabeza.

—Está bien.

La sorpresa que me causó escuchar sus palabras no podía compararse a la extraña sensación que había inundado mi pecho al ver aquella honesta sonrisa. Era como si se alegrase desde lo más profundo de su ser de que hubiese alguien dispuesto a compartir su tiempo con él, aunque fuera entrenando.

No esperé un solo instante más antes de agarrarlo del brazo para salir corriendo inmediatamente entre risas a algún lugar donde pudiésemos entrenar. Yo corría y corría, con el viento alborotando mi largo y negro pelo, arrastrando a Itachi tras de mí, con el sonido de mis carcajadas envolviendonos a ambos.

Aquel día, cuando volví a casa por la noche, estaba tan cansada, me dolía tanto el cuerpo por haberme empeñado en combatir contra las habilidades de Itachi, que en cuanto mi cuerpo tocó la suavidad de mis sábanas, caí redonda en un profundo sueño que me haría llegar tarde la mañana siguiente a clase.

Sentimientos Ocultos [Naruto Shippuden] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora