Capítulo 5

641 113 12
                                    

Mis pulmones no pueden más. Mis piernas están destrozadas. Con cada nueva zancada mis músculos se contraen de forma dolorosa. Cada vez que piso siento que voy a caerme, pero continúo. Continúo hasta que al final acabo cayéndome de verdad.

Me tiembla el cuerpo entero y ahora que se ha roto el ritmo de mi carrera no voy a poder avanzar a la misma velocidad.

Respiro de forma entrecortada, entre jadeos, con los ojos apretados con fuerza mientras me maldigo a mí misma por no ser lo suficientemente fuerte.

Estoy tirada en el suelo, con la cara pegada al mismo, en medio de alguna parte, rodeada de árboles y vegetación.

Una cálida brisa agita las hojas que adornan el suelo antes de que unas pequeñas patas en forma de garras se posen justo frente a mí.

Es el cuervo, que ha descendido del cielo para ver más de cerca mi patética existencia, burlándose de mí. Da un graznido, inclina la cabeza hacia un lado, del mismo modo que lo hacía yo cuando era pequeña, y comienza a picotear y a tirar de mi pelo. 

¿Acaso no ve que no puedo más? Solo quiero que me deje en paz para poder dormir, descansar. 

No debería haber comenzado a seguirlo como una imbécil. Tendría que haberme quedado en el lugar que se me había asignado.

Otro graznido, otro tirón de pelo, un picotazo en la oreja, el sonido de sus poderosas garras en las hojas secas del suelo.

-------- ≪ °✾° ≫ --------

—Kyōka-chan. ¿Hoy también has venido? —La amable voz de Mikoto me recibió al abrir la puerta de la entrada de su casa—. Itachi no está hoy, tiene una misión —decía mientras se hacía a un lado para dejarme entrar, sonriéndome.

Desde el primer instante en el que la había conocido me había parecido una mujer amable y cuando estaba con ella me sentía en calma.

—Lo sé, vengo a jugar con Sasuke —respondí, mientras le tendía una bolsa repleta de dulces—. Esta mañana la señora de la tienda me ha regalado un montón de dulces, es imposible que me coma yo sola todo eso, así que he traído unos cuantos —explicaba, quitándome los zapatos en la entrada.

—¿Kyōka? —El pequeño Sasuke apareció por el pasillo frotándose los ojos antes de que su madre pudiese decir nada. Había estado durmiendo hasta hacía unos minutos.

—Buenos días, cosita —saludé, agachándome hasta quedar a su altura. Estaba a punto de acariciar su cabeza cuando me apartó de un manotazo la mano.

—Soy Sasuke, no una cosa. —Su queja me arrancó una risotada antes de tomarle entre mis brazos, evitando que se escapara, mientras aprovechaba para frotar mi mejilla con la suya.

—Sí, sí, lo que tú digas —decía, ignorando sus intentos por soltarse de mí—. Eres adorable, Sa-su-ke. —Mikoto reía ante la escena mientras se dirigía a la cocina para prepararnos la merienda.

—¡Suéltame! —gritaba Sasuke con urgencia, haciendo fuerza con los brazos para tratar de zafarse. 

Al final, cuando lo solté, había tomado tanto impulso por sus intentos fallidos de escape, que estuvo a punto de caerse al suelo.

Al principio de mi relación con Sasuke, nuestros encuentros siempre eran así. La mayoría de las veces se enfadaba conmigo y me gritaba que volviese a mi casa y le dejase en paz. 

Es probable que fuera porque no le gustaba que estuviese siempre que podía pegada a su hermano, a quien él admiraba por encima de todas las cosas, pero con el tiempo acabó rindiéndose. Tal vez se diera cuenta de que no importaba lo que hiciera o dijera, la situación no cambiaría.

Una vez Itachi me confesó que de vez en cuando, cuando me pasaba dos o tres días sin aparecer para visitarlos, Sasuke le preguntaba con cara de preocupación si me había pasado algo.

Es doloroso pensar en lo que se ha convertido ese niño tan amable de mis recuerdos, aunque supongo que lo mismo se puede decir de mí. Ambos acabamos destrozados tras la partida de Itachi.

Sentimientos Ocultos [Naruto Shippuden] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora