1| Encontré un cadáver en el baño

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Nuestros labios apenas se tocaron, en un roce que me supo extraño, mezquino, como todo con Ezequiel

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Nuestros labios apenas se tocaron, en un roce que me supo extraño, mezquino, como todo con Ezequiel. Me acordé de cómo se enojaba, y me recagaba a puteadas cuando intentaba robarle la comida del plato, solo para que me alegrara el día con su gesto de pendejo caprichoso. Era irónico notarlo después de hacer pedazos nuestra amistad, tuve la gracia de tirar un fósforo encendido para prenderla fuego con mi imprudencia.

Al contrario de él, yo no había cambiado nada, el alcohol me daba la valentía que normalmente me hacía falta, y el porro me relajaba lo suficiente como para que nada me importara demasiado. Él me conocía, podía leerme gracias a su irritante manera de observar a todos como si fueran animales encerrados en una jaula. Antes de estrechar mi garganta, reconoció el beneficio de la duda en mis ojos. Asumió que me iba a olvidar de que perdí mi dignidad, por eso se ensañó conmigo.

Claramente no pensaba, porque al sentir la presión de sus dedos en mi nuca lo jalé más cerca, como si quisiera protegerme de su justificada violencia, pero un escalofrío recorrió mi columna. Esperaba que el alumno modelo me sacara toda la cagada emocional a punta de golpes, no que me metiera la lengua sin preguntarme.

Su violencia sabía a caramelos de yogur.

No tuve tiempo de sorprenderme, porque estaba ocupado saboreando sus labios sin pensar en que tenía que respirar, acarició mi cabello, y un instinto primitivo hizo que subiera las manos por su pecho, para quitarle esa ridícula campera de cuero sintético, en consecuencia, lo escuché gruñir.

—Agarrate de mí.

«¿Tenía tiempo de arrepentirme? No quería hacerlo».

Me envolvió con su brazo y se despegó unos minúsculos centímetros solo para susurrar en mi oído que me quedara callado. Por inercia, lo estreché contra mí mientras enlazaba su cuello. Los labios de Ezequiel seguían fríos, y su piel estaba caliente, como si no pudieran adecuarse correctamente a la furia de sus ademanes. Ahogué un gemido de forma deplorable cuando sentí la humedad de sus labios en mi cuello. No podía pensar con claridad mientras él actuaba de esa manera, menos contenerme solo porque al tipo no le gustaba que hiciera ruido, estábamos en una fiesta llena de adolescentes drogados ¿qué importaba?

Sus caricias debajo de mi camiseta me dejaron bien claro que yo no alucinaba, y a él le provocaba besar chicos, le calentaba besarme a mí ¿Qué tanto mal le habían hecho como para tener que ocultarlo así? No necesitaba la respuesta, porque ya la conocía. Me estremecí entre sus brazos, también sabía hacerlo. Callarme no estaba en mis planes.

—Fua, no sé dónde habrás aprendido eso. —Intentaba respirar mientras procesaba el brillo rojo de la piel de su mandíbula tensa. Su silencio también pesaba—. Ni siquiera sos tan lindo con esa cara de orto qué tenés.

—¿Creés que soy lindo? —Por el rabillo del ojo lo vi sonreír con ironía, disfrutó mi sorpresa.

Noté una pequeña mancha cerca de su hombro, no le presté atención. Sentía el ligero ardor que dejaba tras sus besos en la piel sensible de mi garganta. No podía evitar cerrar los ojos hundido en la abrumadora satisfacción. Aunque estaba seguro de que se iban a convertir en marcas que más tarde no iba a reconocer.

YO NUNCA |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora