8| Volví con mi ex

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Cerré la boca de golpe, como si el sonido de mi corazón pudiera escucharse desde el exterior, impulsado por la respiración cavernosa que salía de mi garganta, presioné la muñeca de Cielo para llamar su atención, e ignoré de forma monumental la pre...

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Cerré la boca de golpe, como si el sonido de mi corazón pudiera escucharse desde el exterior, impulsado por la respiración cavernosa que salía de mi garganta, presioné la muñeca de Cielo para llamar su atención, e ignoré de forma monumental la presencia de un Enzo, que de a poco, transformaba su atractiva sonrisa pícara en un gesto de confusión.

—Uh, tengo que ir al baño —informé, en lo que ella se inclinaba para saludar con un beso en el cachete al ruidoso más alto.

—¡Eh! ¿Estoy pintado o qué?

Y así sin más, es como hice desaparecer la presencia de mi ex a la fuerza, entre pasos que se acompasaban con el sonido de mi corazón, enfilé hacia el cártel que marcaba el baño de hombres. Entré con la sensación de que había unos ojos clavados en mi nuca, y sin mirar a nada más que el suelo limpio de azulejos azules, me encerré en un cubículo, bajé la tapa del inodoro y me senté a mirar mi celular hasta que se me pasara la sensación de haber visto un fantasma. Pasaron varios minutos hasta que reuní el coraje para contestarle a Cielo, que al parecer gracias a Enzo había encontrado la habitación de Bruno, ya que él venía justo de ahí.

Cielo: ¿Qué mierda? Te fuiste de la nada, boludo.

Le mandé el emoji de un árbol contestando a ese mensaje, y escribí.

¿Sabés si Enzo ya se fue?

Cielo: No tengo idea.

Cielo: ¿¿¿

???

Cielo: ¿No vas a preguntar más nada?

Cierto ¿Cómo está tu novio?

Cielo: Andate a cAGAR, ajá. La policía no me dejó hablar con Bruno, pero Enzo fue mUY AMABLE y me dijo que todavía está muy confundido, lo atacó una jauría de perros. No sé cómo pasó, y nadie se dio cuenta de que tuvo que arrastrarse hasta la puerta del colegio, dios, es horrible, le acabo de contar a mi hermano y me dijo que no quiere que ande sola de noche, vamos a volver. ¿Venís?

Leí el testamento de Cielo todavía sin conseguir que mi corazón se calmara lo suficiente como para pensar con claridad sobre cómo carajo iba a enfrentar a Enzo, ver a mi hermana, y volver a mi casa en una pieza, todo en ese orden que me acababa de inventar, cuando la visión de los azulejos del suelo del baño me hizo revivir el recuerdo de la camisa manchada de sangre de Ezequiel y sentí náuseas.

Los ataques de jaurías de perros eran muy comunes en la ciudad porque a los chetos del barrio privado no les gustaba convivir con nosotros y dejaban sueltas a sus bestias en la oscuridad. Esa era la razón por la que evitaba salir en bicicleta de noche.

«¿Por qué no podía despegarme del recuerdo de la brillante sonrisa de Enzo?»

No estaba tan delgado como lo recordaba, sus dientes se veían más... grandes.

YO NUNCA |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora