Las personas solían faltar a la verdad por muchas razones, en esa época me gustaba creer que podía reconocer a los mentirosos.
Los clasificaba en dos grandes grupos, los que mentían para salvarse a sí mismos, y los que mentían para salvar a los otros. Los primeros eran unos egoístas, pero los segundos superaban mis expectativas por mucho. Se volvían mártires a costa del dolor propio y el ajeno. Esa clase de egoísmo era algo que yo no quería, ni pensaba perdonar.
Para cuando finalmente llegué a mi casa ese domingo las chicharras ahogaron el sonido de mis pisadas chapoteando dentro de las zapatillas embarradas. El sol empezaba a aclarar el cielo como una gigantesca mancha de lavandina y sentía la piel pegajosa por el sudor.
Cerré la ventana con el pestillo, conecté el celular de Enzo a la vieja computadora de mi cuarto para ver si encendía, y podía rescatar algo, pero fue inútil, estaba muerto.
«Muerto».
«Muerto».
«Muerto».
«¿Enzo?»
Su gemelo fantasmal fruncía el ceño y se mordía la uña del pulgar. Un hábito que sólo caía cuando los pensamientos le pesaban demasiado y no podía controlarlos.
«Todo esto es por tu culpa».
—No está muerto, no encontraron su cuerpo. —Él pareció leerme el pensamiento.
Fruncí el entrecejo.
—Tampoco el tuyo —susurré estirándome los pelos de la cabeza. Los bordes de mi mirada se volvían borrosos por las ganas de llorar, así que fijé la vista en el escritorio, tratando de ocultarme de la luz que entraba por la ventana.
Recordé la silueta blanquecina que se asomaba del otro lado de la ciénaga, reflejada en el agua tan brillante e imperturbable como la luna, imitando mis movimientos en un juego enfermo. La sola idea de que estaba esperando a que diera un paso en falso para hundirme junto a ella hizo que mi corazón latiera a un ritmo cada vez más acelerado.
Ezequiel tomó mi cara y me obligó a mirarlo, señalándome con su otra mano.
Me costó discernir que no estaba respirando.
—No saques conclusiones apresuradas, mi hermano será un pendejo de mierda con el sentido de supervivencia de una suculenta y la responsabilidad afectiva de una pantufla...
—¿Qué mierda es una suculenta? —El frío de sus dedos me despabiló un poco más que sus palabras incomprensibles.
—Un tipo de planta que almacena agua y sobrevive bajo grandes periodos de sequía —dijo la enciclopedia andante y se acercó más—. Pará, dejame terminar, ¿querés? —Presionó para que me callara—. El punto es que esa rata mal teñida es muchísimo más fuerte de lo que hace ver, no le quites el crédito por eso. Las cosas no siempre son lo que parecen.
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YO NUNCA |BL|
ParanormalUn chico que ve espíritus y un fantasma malhumorado deberán trabajar juntos para descubrir al asesino que les pisa los talones, mientras tratan de negar la tensión que crece entre ambos. |✝|✝|✝| Danilo es un desastre que sueña con bestias desde que...