17| Resistí la tentación

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(Advertencia: Los hechos ocurridos en la última escena pueden herir sensibilidades, por favor, leer bajo su propio riesgo)

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(Advertencia: Los hechos ocurridos en la última escena pueden herir sensibilidades, por favor, leer bajo su propio riesgo)

La familia Miranda era medio rara, los que nacían bajo ese apellido eran la plaga de la ciudad y tenían que cargar con el peso de ser señalados con el dedo por culpa del criminal que había incendiado la antigua iglesia. En esa época yo no les prestaba la atención suficiente, quizás también eran más que pecadores que la Madre Superiora acunó bajo su ala, quizás sus raíces estaban enredadas en los cimientos de Lihuén más de lo que una persona con una edad de dos dígitos podría tratar de demostrar.

Quizás por eso el hermano mayor de Salomé consiguió que el gobernador le permitiera ejercer su profesión. Naín Miranda, era un policía bastante idealista por más que tuviera a su hermano y a su madre encerrados en prisión.

Yo estaba demasiado nervioso para pensar con claridad. El hombre que se me presentó era joven, pero tenía una sombra de barba, canas blancas en el pelo oscuro y ojeras que delataban el estrés normalizado del trabajo. Me dio a entender que era sincero e insulso, común hasta casi resultar aburrido si no miraba el azul claro e incómodo de sus ojos. Inculcaba respeto con ellos y varios lo admiraban a pesar de tener la cara de un criminal que él mismo había baleado con sus propias manos.

Pues el antiguo jefe de los Cuervos era su gemelo. Quizá por eso también daba un poco de miedo.

—Como la entrevista transcurre dentro del establecimiento a Florencio se le ocurrió que lo mejor va a ser que se quede esta...—Se interrumpió.

—Meluen —dijo ella con gesto malhumorado—. Me llamo Meluen, y soy la psicopedagoga escolar.

—Sí, eso —soltó bruscamente, se sentó en su escritorio y se volteó hacia mí como si buscara una ayuda para echarla afuera—. ¿Vos estás de acuerdo?

Me encogí de hombros y chasqueó la lengua.

—Ah, poco hablador, justo como me gustan. Esos no saben mentir.

Vi un destello salvaje perturbar la tranquilidad en sus ojos azules, pero lo ignoré, todo me parecía irreal. Ezequiel se inclinó con ambos brazos apoyados en la mesa, sus músculos flexionándose bajo la ropa. Las cortinas de la ventana estaban cerradas, pero dejaban pasar la claridad e iluminaban su perfil casi perfecto.

—Esto no me gusta —murmuró y las aletas de su nariz se expandieron.

Meluen apenas sonrió.

Me hizo sentir intranquilo, aunque naturalmente ella solo respondía a las instrucciones del oficial, pero producto del nerviosismo mi cerebro había dejado de funcionar con propiedad y el cúmulo de sensaciones que presenciaba ese día se unieron para obstruirme la garganta.

No pude detener la carrera de mis pensamientos, a medida que avanzó la entrevista con simples preguntas de rutina sentía que me sumergía bajo la piscina profunda de esos extraños ojos, solo con el sonido de mi corazón delator, y el tic tac del reloj.

YO NUNCA |BL|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora