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Corrí por el corredor, tratando puerta tras puerta, pero la llave robada no podia abrir ninguna de ellas. Al final las odie, jadeando, en el pasillo con paredes con paneles de madera oscura y un piso pintado como el cielo pálido pergamino con una dispersión de nubes y hoyos quemados. Me di cuenta que estaba parado sobre uno, y moví mis pies. Me preguntaba si pude haber visto los agujeros pintados hace dos dias. Si regresara a la habitación redonda con el modelo de Arcadia, ¿Tendría su cúpula de pergamino también hoyos?

Esa habitación no era uno de los corazones, estaba seguro pero el espejo con la cerradura que no habia sido capaz de abrir, debe ser importante ya que Aristóteles nunca me contestó ninguna de mis preguntas acerca de este.

Tal vez el Corazón de Fuego estaba del otro lado.

Valia la pena intentarlo, volvi sobre mis pasos, pensando en la habitación de los espejos. Siempre habia sido más móvil que las otras habitaciones; en tan solo unos minutos, abrí la puerta y vi a Temo sentado en un banco de piedra en el jardin, sus rodillas estaban cerca de su barbilla, y su frente estaba arrugada de estar pensando.

Un movimiento brilló en el borde de mi visión, giré, esperando a un Emilio iracundo, pero en su lugar vi a Aristóteles deslizarse por la pared detrás de mi, todavia atrapado en su forma sin cuerpo a la luz del dia. Se detuvo, vacilando, y luego una de sus sombrías manos fluia por el suelo para agarrar mi mano.

Mis dedos se curvaron alrededor de su agarre fantasmal. Habia estado justo antenoche que él me liberó de la habitación de las esposos muertos.

Recordé que lloré dentro de sus brazos, recordé besarlo y quererlo con tanta seguridad como quería respirar.
Se sentia como hace cien años y su presencia quieta, una vez tan confortante, me dieron ganas de encogerme. Sentí como si los besos de
Emilio estuvieran escritos en mi cara, pero seguramente deberia avergonzarme de besar a un hombre que no es mi esposo.

Seguramente deberia de avergonzarme de besar a la criatura que ha matado a tantos.

-¿Emilio te mandó?—pregunté.

Fue dificil decirlo, pero pensé que sacudió su cabeza, y supuse que si Emilio lo habia enviado, hubiera sido con órdenes de arrastrarme de los cabellos, no preguntando amablemente.

-Pienso que este es uno de los Corazones.—dije.

Aristóteles se quedó inmóvil, como si tuviera prohibida cualquier contracción, entonces supe que tenía la razón, entonces él me soltó, y volteé hacia el espejo.

La llave se deslizó fácilmente en la cerradura, cuando traté de girarla, al principio se atoró; después hubo un pequeño clic metálico, y se convirtio fácilmente en un medio circulo. Con un alto, fuerte ruido, el espejo se quebró en el centro.

Salté hacia atrás, pero nada más pasó. Después de un momento, camine al frente y giré la llave nuevamente, ahora habia más resistencia; escuché un clic-clic-clic mientras giraba la llave, como si el movimiento impulsara un conjunto de ruedas y engranes.

Entonces el espejo se rompió en una cascada de polvo brillante.

Un soplo de aire frio y seco golpeó mi cara. A través de los bordes dentados del marco era una habitación un poco oscura con paredes de piedra; cuando caminé por el umbral, vi que era el camino para una estrecha escalera girando hacia la oscuridad.

-¿Puedes hacer luz durante el dia?-pregunté. Pero Aristóteles sólo tiró de mi mano otra vez, lo recordé cantando los himnos funerarios a mi lado y lo seguí abajo en las escaleras.

Muy pronto la oscuridad era absoluta. Me movi lentamente, una de las manos contra la pared, y la otra agarrando a Aristóteles. Podia sentir la presión de su toque, pero era sin cuerpo, como si el aire por si solo estuviera agarrando mi mano. Eso me hizo pensar en cómo los Hijos de Tifón me habian agarrado y me mantenian en lugar para devorar.

Belleza Cruel                                    (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora