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Me criaron para casarme con un mounstro.

El día antes de la boda, apenas podía respirar. El miedo y la furia se retorcían en mi estómago. Toda la tarde me escondí en la biblioteca pasando mis manos por los lomos de cuero de los libros que nunca más volvería a tocar. Me apoyé en los estantes y desee poder correr, desee poder gritarle a la gente que había marcado este destino para mi.

Mire las esquinas sombreadas de la biblioteca. Cuando mi hermano gemelo, temo y yo éramos pequeños, escuchamos la misma historia terrible que los demás niños: Los demonios son hechos de sombras. No mires a las sombras demasiado tiempo o un demonio puede devolverte la mirada.
Fue más terrible para nosotros ya que veíamos regularmente a las víctimas de los ataques del demonio gritando o silenciados con locura. Sus familias los habían arrastrado a través de los pasillos y suplicando a padre a usar sus artes herméticas para curarlos.

A veces el podía curar su dolor, solo un poco, pero no había cura para la locura inflingida por los demonios.

Y mi futuro esposo, el señor Benevolo, era el príncipe de los demonios.

El no era como las sombras sin sentido que el gobernaba. Como corresponde a un príncipe, el superaba por mucho a sus súbditos en poder: El podía hablar y tomar la forma que los ojos mortales podían mirarlo y no volverse locos. Pero aún así, era un demonio. Después de nuestra noche de bodas ¿Cuanto me quedaría?

Oi una tos húmeda y di la vuelta. Detrás de mi se encontraba la tía Florida con finos labios apretados y un mechón de pelo suelto de su moño.

—Vamos a vestirnos para la cena.—dijo de la misma forma de siempre como si dijera tu eres la esperanza de nuestro pueblo que había dicho mil veces antes su voz se agudizó.

—Me escuchaste Joaquín tu padre organizó una cena de despedida para ti, no llegues tarde.

-Si tía.—susurre.

Padre llevaba un chaleco de piel de seda roja; temo su chaleco de seda azul y tía Florida sus perlas yo me puse mi traje negro, la comida era tan grandiosa unos sirvientes tocaban el piano en una esquina como si estuviéramos en un banquete. Casi pude haber pretendido que padre trataba de mostrarme lo mucho que me amaba o al menos lo mucho que honraba mi sacrificio pero supe tan pronto como vi los ojos rojos de temo que la cena era para el bien de el.

Así que me senté derecho en mi silla apenas capas de tragar comida pero con una sonrisa en mi cara.

Temo se desanimaba así que me incliné hacia delante y le pregunté por ese chico del pueblo que estaba detrás de él , sonrió y río bastante pronto ¿Porque no se reiría? El podía casarse con un hombre mortal y vivir hasta la vejez en libertad.

Yo sabía que mi resentimiento era injusto, seguramente el se reía de mi, mientras yo sonreía por el pero aún así burbujeaba en el fondo de mi mente durante toda la cena, hasta que cada sonrisa cada mirada que el lanzo hacia mi raspó mi piel. Mi mano izquierda se apretaba debajo de la mesa, las uñas enterradas en mi Palma, pero me las arreglé para devolverle la sonrisa y fingir.

Me levanté—¿padre pudo retirarme?

Me miró sorprendido por un momento
—Si por supuesto, Joaquín.

Baje la cabeza
—Muchas gracias por la cena.

Entonces traté de huir pero Temo me tomo del codo.

-Puedo hablar un momento contigo por favor.—Sin esperar respuesta me arrastro hacia su dormitorio.

Cuando entramos me miro traté de no flaquear pero no podía mirarlo a los ojos. Temo no merecía la ira de nadie y menos la mía, pero en los últimos años cada vez que lo miraba, todo lo que podía ver era la razón por la que tenía que enfrentar al Señor Benévolo.

Uno de nosotros tenía que morir. Ese era el trato que padre había realizado y no era su culpa que el lo hubiera elegido para ser el que tenía que vivir.

Yo solía pensar que si me esforzaba lo suficiente podía aprender a amarlo sin resentimiento pero finalmente había aceptado que era imposible así que miraba unos de los puntos de la pared mientras esperaba a que hablara para luego pode ir a mi habitación.

Pero cuando el dijo.

-Joaquín.—Su voz era entrecortada débil sin querer lo mire era un mar de lágrimas.-Lo siento mucho.—dijo
-Se que debes odiarme.—y su voz se quebró.

Y de repente recordé una mañana que me arrastro fuera de la cama para poder ir a jugar a fuera y era te diviertes Joaquín te diviertes sonrie.

-No.—Agarre sus hombros la mentira se sentia como vidrios rotos por mi garganta.

-Pero te vas a morir.—El hipo -por mi culpa.

-Debido al trato del Señor Benévolo y padre.— Lo mire a los ojos y fingi una sonrisa- ¿Y quién dice que voy a morir? ¿No crees que tu hermano pueda derrotarlo?

Era una mentira no había manera de derrotar a mi marido sin destruirme.

-Yo no te odio.—Dije casi me lo crei
-Nunca podría odiarte.

Temo tiro de mi en un abrazo me apretaba muy fuerte y por un momento el mundo era cálido, seguro y perfecto.

Entonces la tía Florinda llamó a la puerta.—Joaquin cariño.

-Te amo.—Le dije y era cierto sin importar que tan amargado estuviera mi corazón, lo deje antes de que pudiera responder.

-Por fin sales.—Dijo tía florinda en cuanto cerré la puerta de la habitación.
-Tengo que enseñarte tus deberes.

-Yase mis deberes.—Dije confundido.

-Tus deberes de esposo quiero decir.
—dijo mientras entrábamos a mi habitación.

Senti mi cara ardiendo pero lo único que hice fue callar y escuchar sus consejos.

—Y si el te besa en..... ¿Me estás escuchando Joaquín?

Levante la cabeza sorprendido me había quedado medio dormido mientras me explicaba.

—Si tia.

Me miro irritada un momento antes de que su mirada se suavizará.—Tu madre estaría muy orgullosa de ti.

Sonrie.—Gracias tía.

Ella asintió—Buenas noches- y salió de la habitación.

Cogi mi lámpara hermética y comencé a practicar, en un momento entre mi práctica comencé a asustarme.

Mañana me casare con un mounstro.

Pensé en algo más toda la noche.

Belleza Cruel                                    (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora