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En los dias que siguieron, algunas    veces sentia como si estuviera soñando.

Toda mi vida, supe que me casaria con el Señor Benévolo, y toda mi vida, esperé que fuera un horror y un castigo. Nunca había pensado que conoceria el amor para nada, mucho menos en sus brazos. Ahora que cada hora del día era una delicia, no podia creer que fuera real.

Todavia buscábamos una respuesta. Aún cazábamos a través de la biblioteca y merodeábamos por los pasillos. Pero parecia menos como una búsqueda y más como un juego. Y jugábamos en esa casa. Nos perseguiamos por el jardin de rosas, escondiéndonos y buscando a su vez; construimos castillos en una habitación llena de arena: lo hice sentarse en la cocina mientras trataba de cocinarle y colocaba los sartenes en el fuego.

Yo era su delicia y él era el mio. Lei poemas de amor cuando se estudiaban las lenguas antiguas, aunque nunca los había buscado como Temo; habia aprendido el ritmo de las palabras y frases, pero siempre pensé en ellas como decoraciones vacías. Dijeron que el amor era terrible y tierno, salvaje y dulce, y nada de esto tenía sentido.

Ahora sabia que cada loca palabra era verdadera. Pero Emilio era todavia él mismo, seguía burlándose y salvaje e inhumano, terrible como una legión ataviada para la guerra, pero en mis brazos se convertía en amable, y sus besos eran más dulces que el vino.

De vez en cuando, la campana sonaba, y me dejaba para hablar con cualquier tonto desesperado que lo hubiera convocado. Pero cuando regresaba, ya no me contaba que caprichoso negocio habia hecho, y se veia cansado, sin reirse de todo el mundo. Asi que lo llevé a mis brazos y lo besé sin preguntar, manteniendo mis temores, asi como mis esperanzas

De vez en cuando, pensé en Temo, en Padre, en mi misión. En mi madre y en cualquiera que ha sufrido. Pero con el espejo destrozado, no habia forma de ver a Temo nunca más, sin oportunidad
remota de adivinar que estaba pensando el de mi. Y ahora que sabía que Emilio también era prisionero, no podía desear vengarme de él.

Y algunas veces una caida de luz, el crujido de una puerta; algunas pequeñas cosas ordinarias; podian iniciar el crepitar de mis oidos, y hablaria a Emilio con las palabras de las llamas. Pero él nunca me diría lo que dije.

-Recibimos mensajes de los Benévolos y ¿no quieres decirme lo que son?-demande una tarde. Nos quedamos en una habitación húmeda con estantes sobre estantes de esmaltados relojes con aves, y cuando Emilio terminó con uno, el movimiento desigual de las alas rojas y azules hizo que las extrañas palabras cayeran de mis labios hasta que Emilio me presionó contra las repisas y me besó a conciencia. Ahora habia un calambre en mi cuello y no me sentia paciente.

Emilio se volteó, lanzó un ave que lo provocó al suelo y lo aplastó con la bota.

-No es un mensaje, es siempre lo mismo.

-Entonces no puede lastimarme escucharlo, si has sobrevivido a cincuenta repeticiones.

No me miró.-¿Sabes porque he sobrevivido a la oscuridad, sin importar cuánto me quema?

-¿Porque eres un inmortal señor de los demonios?

-Porque olvido. Siempre escucho una voz en la oscuridad, diciendo palabras que me queman vivo. Sobrevivo porque siempre me hago olvidar esa voz tan pronto como habla. Pero tú, mi querido esposo... -Se volteó hacia mi con una sonrisa perversa-. No eres ni la mitad de bueno olvidando. Entonces tendré que hacerlo por ti.

Se dio la vuelta y salió de la habitación. Me quedé mirando los restos del ave, destrozado esmalte y resortes torcidos, y los restos de colores hechas trizas parpadeó calor en las sienes hasta que corri tras de él. No queria el riego de un ataque cuando él no estuviera para sacarme de ahi.

Belleza Cruel                                    (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora