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Me senti fuerte y orgulloso mientras bajaba el corredor.

Dejándolo asustado, indefenso y solo. Dejándole probar lo que fue para esos ocho chicos muertos estar tumbado solo en la oscuridad, para Aristóteles ser un esclavo en un castillo en el cual una vez fue principe, para mi saber que estaba condenado y que nadie nunca me salvaría.

Dejarlo probar y morir, si pudiera. Queria creer que la oscuridad lo mataria, que quemaria la carne hasta el hueso y del hueso hasta las cenizas. Porque entonces lo imposible sería realidad: mi deber cambiaria.

No tendría que colapsar la casa conmigo en ella. Con el Señor Benévolo muerto el Resurgandi tendrian todo el tiempo y libertad que necesitan para deshacer el Cataclismo sin sacrificarme. Y yo seria capaz de volver a casa, de decirle a Padre que habia vengado a mi madre, de rogar a Temo perdón en su cara en vez de susurrar palabras a un espejo.

Pero recordé todos esos cuentos de gente que ha tratado de matar al Señor Benévolo y fallado. Esta oscuridad abrasadora podria ser un arma más apropiada que un cuchillo, pero yo no podria creer que en realidad funcionaria, que el demonio que comandaba a todos los otros démonos podria morir tan fácilmente. Lo más probable es que Emilio sólo sufriria hasta el amanecer y luego se recuperaria.

Habia historias de gente a la cual él habia engañado en destinos tan terribles que habrian rogado por la muerte, pero lo vivieron en cambio.

Incluso si todo lo que podria manejar seria darle unas cuantas horas de dolor, por lo menos era una cierta medida de venganza, por mi madre, por todas esas personas que él habia engañado hasta sus muertes y toda la gente que él habia permitido que sus demonios destruyeran, y mientras él estaba ocupado, tal vez podria encontrar una manera de matarlo de una vez por todas.

Abri las puertas delante de mi y miré en el Corazón de Agua.

—¡Aristóteles! llamé ansiosamente.
—Tal vez él sabia lo que habia pasado con mi cuchillo, tal vez sabia lo que tenia que hacer a continuación.

Quizás Emilio podrian morir esta noche, y yo podría ser libre.

Pero él no estaba por ningún lado. Caminé hacia el centro de la habitación, pero no vino. Yo estaba solo, y esta noche las luces no podian mantener mi atención, me quedé mirando a las aguas tranquilas, donde mi cara se reflejaba débilmente. Me hizo pensar en la cara de Temo, pálida y con los ojos abiertos como lo dejé.

El está vengado ahora, pensé, pero eso sólo me recordó la cara de Emilio, lleno del mismo horror en blanco mientras la oscuridad se cerró sobre él.

Sacudi mi cabeza. Ellos no eran nada parecidos. Temo era amable, gentil y merecia nada más que mi amor, mientras que Emilio mantuvo a sus esposos muertos como trofeos y no merece nada más que mi odio.

El Corazón de Agua, siempre tan hermoso, de repente se sentia vacio y equivocado. Caminé hacia fuera, ciegamente abriendo las puertas y dando vuelta en las esquinas hasta que de pronto estaba de vuelta en el comedor. El cielo era puro, negro aterciopelado a excepción de la media luna de plata; lámparas colgaban del techo arrojando una cálida y parpadeante luz sobre la mesa, la cual estaba con los platos limpios, vacios. Caminé hacia adelante, frunciendo el ceño a la mesa, mientras recordaba la sonrisa de Emilio dirigida a mí por encima de su copa de vino.

Pero me gusta un esposo con un poco de malicia en su corazón.

Cogi una de las copas de vino y la lancé a través de la habitación. Otra la siguió. Entonces lancé los platos en el suelo y arrojé los cubiertos después. Tiré los candelabros de plata de la pared; cogi una bandeja de plata vacía y comencé a golpearla contra la mesa

Belleza Cruel                                    (Emiliaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora