CAPÍTULO 4

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Kanín

No sé qué pacto hice con el diablo, pero sé que no fue el mejor. Me encuentro en la zona más peligrosa que existe en esta ciudad, es un barrio que apesta a orina rancia o algo mucho peor. Tengo que estar alerta en todo momento, presiento que si parpadeo por un segundo me robarán hasta los zapatos sin que me de cuenta.

Miro desesperadamente las calles solitarias del barrio y presiento que estoy siendo vigilado, debo admitir que tengo miedo y que todos esos minutos que llevo esperando a Londres se me han hecho eternos haciéndome cuestionar si la dejo aquí tirada y mandar toda la apuesta a la verga o seguir ayudando a mis amigos para que recuperen sus reputaciones.

Escucho ruidos detrás de mí y volteo a mirar qué es lo que pasa.

Nada.

Absolutamente nada. Es un callejón oscuro y solitario perfecto para que algo endemoniado aparezca, me agarré por los pies y absorba mi alma.

Perfecto final para mi, Yei.

Pongo mi vista en mis zapatos para poder pasar el rato sintiendo nuevamente la sensación de ser vigilado,sin darle tanta importancia me acomodo en el capó de mi auto cruzando los brazos sobre mi pecho.

Un ruido inesperado vuelve a llamar mi atención. Volteo hacia el callejón y de nuevo nada, creo que ya estoy paranoico y empiezo a imaginar cosas raras...entonces algo capta mi atención.

Una sombra rápida sale de un lado del callejón para posicionarse detrás de un bote de basura.

—¿Quién está ahí?

Nadie responde, pero el bote de basura se mueve dejando ver la sombra detrás de ella.

Un ojo verde amarillento se asomó entre la oscuridad, me miraba fijamente y no pude evitar entornar los ojos para ver con más detalle.

—¿QUIÉN ESTÁ AHÍ?— intensifique mi voz.

—El asesino imbécil, ¿no ves que está esperando a que te acerques para invitarte a tomar una taza de té de cloaca con cianuro?

Di un respingo al escuchar una voz femenina detrás de mí.

Al darme la vuelta me encontré a Londres mirándome con una expresión seria en el rostro. Note que era unos veinte centímetros más baja que yo y al verla con los brazos cruzados se veía un tanto graciosa.

Me cruzo de brazos.

—El sarcasmo no es lo tuyo —replico una vez que una pequeña sonrisa se va formando en sus labio s—¿Por qué tardabas demasiado?

— Es que no sabia que ponerme—dice sin mas encogiéndose de hombros.

¿es enserio?

—Llevas puesto lo mismo de ayer—resalto lo obvio.

—Por eso mismo, dah.

¿Va a volver así misma a la universidad? ¿Que no tiene más ropa?

Suspiro cansado. Volteo ligeramente para ver hacia el callejon y ver si sigue estando el ojo amarillento ahí. Londres noto eso y se apresuró a decir:

—Huh, veo que conociste al señor bigotes.

—¿Qué?

Se agachó e hizo un movimiento con su mano—. Ven, pis, pis, pis.

De la oscuridad que reflejaba aquel callejón salió un pequeño felino de poco pelo—creo que tiene sarna—, sus orejas con pequeños agujeros en ella—posible consecuencia de una pelea—,y con su pequeño ojo visible, lastimosamente el otro no se encuentra en su lugar y claramente se ve que la herida está infectada.

El felino dudosamente se va acercando poco a poco hacia Londres debatiéndose en si acercarse o no, intentando agarrar algo de confianza en ella y en mi. Finalmente se posó entre sus zapatos y con la claridad del día puede detallar mejor al gato...

Es horrible.

Me compadezco del pobre gato.

Londres se acerca un poco más a el, en un intento de...

—¿Que haces? —reclamo —¿Lo vas a tocar?

Se estira hacia él con los brazos extendidos y lo agarra

—por supuesto que lo iba a tocar —murmuré.

Londres le susurra algo al gato que apenas pude escuchar, para luego encargarse de hacerle mimos y cariñitos.

—Hay que llevarlo—propone.

—No. Estás loca si crees que voy a montar a un gato sarnoso y podrido en mi auto.

Rápidamente le cubre las orejas al gato —shh. Pudo haberte escuchado —Acurruca más al felino—. Además, el señor bigotes no tiene la culpa de haber nacido en la calle..¿cierto que no mi pequeño héroe?

Claro que no—intenta hacer la voz de....¿Mickey?—,Kanín es solo un amargado que no sabe respetar a la gente...ni a los gatos.

—Estoy de acuerdo con el señor bigotes—me mira y el gato le regala una lamida—. Te voy a ofrecer una mejor vida mi pequeño héroe.

—¿Lo vas a adoptar?—inquiero.

—No, lastimosamente no —suspira con melancolía—. Mi padre no me dejaría adoptar a un gato, pues los aborrece.

—¡Me agrada mi falso suegro! —sonrio como un angelito.

Voltea los ojos—, sólo llévame a un lugar y luego vamos a la universidad.

—Te lo voy a decir una sola vez y espero no volver a repetirlo —la miro una vez que entro al auto—, no seré tu chófer personal. Nuestro trato solo cubre desde la universidad hasta aquí y viceversa ¿Entendido?.

—Señor, si señor—responde junto a un saludo militar.

Luego de abandonar aquel callejón lleve a Londres a donde ella me pidió, lo cual fue una fundación o refugio de animales abandonados; he de admitir que fue muy considerado de su parte, porque si hubiera sido por mi lo fuera dejado donde lo encontré.

No tardamos mucho tiempo en llegar a la Universidad—solo nos encontrábamos a unas cuantas calles—, así que con las manos entrelazadas y unas cuantas miraditas de enamorados no tardamos en llamar la atención de los demás. Debo de agradecer la idea de Londres de detenernos en una heladería cerca de aquí para tomarnos fotos juntos y luego publicarlas en nuestras redes aparentando ser una pareja que sale a la luz.

En el almuerzo Londres y yo nos sentamos con mis amigos para que al fin conocieran a la chica misteriosa. Admito que pensé que le costaría e intimidaria mezclarse en un grupo con puros hombres, pero resultó ser otro macho de la manada. Cameron se presentó ante ella como un Don Juan besándole el dorso de la mano a lo que ella le respondió con una sincera sonrisa robándole la malteada de chocolate. Los gemelos le quisieron jugar una broma fingiendo ser el otro, pero no contaron que ella sabe diferenciarlos—quedamos sorprendidos por eso, ya que tres años de amistad aún no sabemos quién es quién—. Adrien solo le dedicó una mirada sería y Will...bueno Will sólo le regaló una caja de desinfectantes como un regalo de bienvenida; así que la chica misteriosa se ganó a toda la manada sin siquiera fingir que les agradaba.

Porque eso lo noté. Ella no pretendía ser alguien más para agradar, sólo usó su propia esencia sin importarle la aceptación de los demás.

Si los deseos fueran estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora