Capítulo 10

230 43 26
                                    

El dios de cabello celeste no se aparta de mí y me está incomodando, su mirada es como la de un depredador acechando a su presa.

—Por favor, esto es inapropiado —le aclaro nerviosa.

La única cercanía que he tenido con un hombre es con Morket y ni eso, porque sin contar la vez del beso, ha respetado mi espacio personal, esto es totalmente distinto.

Toma mi barbilla y se acerca a mi rostro, así que me tenso.

—Eres tú la que tiene mi poder, lo supe desde que te vi, te he vigilado.

—¿Tú... ¿Tú le dijiste a Cielo? —pregunto dándome cuenta.

—Sí, tenía curiosidad.

Y yo que iba a acusar a Morket de hablar de más, no lo pensé bien, aunque no podía saberlo.

—¿Por qué te metes en donde no te llaman? —Frunzo el ceño.

—Así que la diosa de menor rango se cree con derecho a opinar —se burla.

—Suéltame. —Forcejeo—. Tú no eres nadie para decirme eso.

—Ah, Morket seguro sí, ¿no? —Tironea de mi cabello.

—Ay. —Duele—. Déjame.

—Un regalo con mi poder, pidiendo cosas, pensando que se pertenece a sí misma, qué estupidez.

—No soy un objeto, ni de tu propiedad, así que esfúmate. —Lo empujo y logro zafarme. Respiro agitada, sosteniendo mi ropa—. No me toques —digo asustada.

—Qué extraño, que yo recuerde, estás atrapada aquí, ¿no? —se burla.

—Qué te importa, no te conozco, déjame en paz. —Me giro para irme, lo más rápido que mi vestido me lo permita.

—Juega conmigo y te ayudaré a salir del inframundo.

—¡Eso es mentira! —grito apresurando el paso y avergonzada, por su intento de trato fallido, pero perverso.

—¿A dónde crees que vas? —Me alcanza tomando mi muñeca, tironea de esta y me atrapa entre sus brazos de nuevo. Forcejeo, entonces me empuja hacia la pared, me choco de frente con esta—. Ups, eso debió doler, no te preocupes, se cura rápido, aquí no puedes morir.

Eso lo sé.

Me siento adolorida, pero no puedo moverme, Blus bloquea mis movimientos estando detrás de mí. Chillo cuando siento su mano en mi pierna, subiendo la falda de mi vestido.

—No, no, no hagas eso. —Comienzo a temblar y noto mis ojos humedecerse.

—Quita las manos de mi mujer. —Oigo a Morket y Blus se aparta, aun así me quedo paralizada frente a la pared, sin mover ni un solo dedo.

—Cálmate —le contesta mi agresor—. Solo estaba revisando, todos sabemos que se te escapa siempre, hay que descubrir si tiene alguna artimaña oculta.

—¿Entre su falda? —Suena irritado Morket—. Ven aquí, Océano —ordena.

Entonces reacciono, corro hasta él sin dudarlo, me mantengo detrás suyo y me sostengo de su ropa por el miedo que tengo.

—Cálmate, hermano. —Se ríe Blus y hasta su risa me hace estremecer—. Tienes tres mujeres, ¿de qué te quejas?

—Madre te puso bien el título de Dios de la Envidia. El que debería calmarse eres tú.

—Soy el Dios de los Sueños, tengo fantasías para todas mis ninfas, así que no tengo que envidiarte nada, solo digo que no repartes bien tu atención, te estoy enseñando.

—No necesito aprender nada de ti.

—Claro que sí, mírala. —Alza la mano señalándome—. Si la hubieras atendiendo, no estaría tan asustada y si no fornicarás tanto con Desierto, no tendría esa cara. —Visualizo a la nombrada salir de la sala y frunce el ceño ante su comentario—. No me veas así, es la verdad.

—Tú no sabes nada de mí —responde la rubia y luego me observa un momento, para luego volver a mirarlo a él—. Y si está asustada, es que hiciste algo malo.

—Otra que se cree con derechos.

Desierto sonríe con malicia.

—Claro que sí los tenemos.

El piso se empieza a romper, se abre un gran agujero, provocando que Blus retroceda y se caíga, tapo mi boca para no reír. El dios se levanta furioso, caminando hasta ella, pero Morket se pone en medio.

—Ya está, ya basta, hablemos nosotros —le aclara el Dios de las Tinieblas—. Ustedes váyanse —nos ordena.

Casi me he reído cuando Blus se cayó, pero eso no significa que no siga asustada, casi quieta. Por suerte Desierto toma mi mano y me aleja de ahí. Empiezo a creer que la estoy juzgando mal. Quizás no vi más allá de sus palabras hirientes, que solo intentan alejar a los demás. No sé si es un recuerdo o una confusión, pero hay alguien que hacía eso, aunque no logro saber quién, porque su rostro en mi mente, es el mismo en ambas.

Ella desconfiaba de las personas, al igual que Desierto, que en realidad es más intensa, solo por culpa su oscuridad.

¿Pero quién es ella? También parece una persona rota.

Belleza de los Sueños #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora