Capítulo 37

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Una vez llegamos a la calle, intento pensar como ocultar esta nebulosa de colores. Cierto "pensar". Cierro los ojos y me concentro para hacer aparecer una pared, entonces cuando los abro, lo consigo. Una gran muralla tapa las luces.

—¡Wow! —expresa Askar emocionado—. No combina con el lugar, pero es genial.

—Gracias —exclamo con un vilo de timidez.

—¿Qué están haciendo? —Vemos que Veinticuatro acaba de saltar desde la ventana, para llegar hasta nosotros.

Muy atlética.

—Sí, díganme. —Aparece Blus de la nada—. Quiero saber. —Llegan las otras dos ninfas, corriendo y yendo hasta Veinticuatro—. ¿Ya pueden parar? —se queja él.

Su favorita se tropieza en un forcejeo y algo más que ella termina en el suelo. Eso es, ¿una máscara? Brilla, lo que cambia su rostro. Utilizaba algún tipo de objeto mágico, para fingir ser Veinticuatro.

Blus parece desconcertado.

—¿Quién mierda eres tú? —expresa sorprendido el dios.

La falsa Veinticuatro se levanta del suelo despacio.

—Mi nombre es Aerix —se presenta—. O como comúnmente me dirían, Bosque.

¿Bosque? Suena a nombre de una Belleza, pero eso sería imposible.

De todas maneras no hay tiempo de pensarlo, a Blus no le importa eso, anda un poco más inquieto de lo normal, jamás lo había visto así, su furia da miedo. Agarra a la chica de cabellos rizados y piel morena, y en un movimiento veloz la empuja contra mi muralla, agarrándola del cuello, suspendiéndola en el aire.

—¿Dónde está Veinticuatro? —expresa con mucho odio.

Me equivoqué, no es un simple favoritismo por su ninfa.

—No lo sé. —Forcejea Aerix perdiendo fuerza, no importa cuánto intente zafarse.

—¿Hace cuánto que finges ser ella? —La mueve en un golpe contra la muralla, la espalda de ella choca con fuerza en esta y veo como mi concreto se empieza a romper, resquebrajar—. ¡¿Quién te envía?!

—Hace... hace tiempo, fue... fue tu padre, el Dios de la Fertilidad.

El gesto de Blus empalidece.

—¿Hace cuánto? —repite.

—No, no lo sé... fue hace mucho ¡Ay! —chilla y cae al suelo cuando la suelta.

—Ya ni debe existir. —Le tiemblan los labios—. Seguro ya desapareció.

—No, no creo —le responde ella.

Blus se agacha hasta donde está tirada Aerix.

—¿De verdad eres una sierva de mi padre? ¿Lo conoces realmente? Seguro absorbió todo lo que quería de ella y se lo comió. —Agarra su cabello con fuerza—. Es una ninfa, un ser insignificante, pequeño y frágil ¿Cómo vas a decir que no crees que la destruyó? ¿Hablamos del mismo dios sanguinario que disfruta comer energía? Tú estás demente, eres una estúpida.

—No, no creo que la haya vaciado, por algo me envió aquí.

—Tú tienes síndrome de Estocolmo, querida, estás mal —se refiere a ella como si la hubieran secuestrado y estuviera del lado de su captor.

Esto afianza más la idea de que es una Belleza, y él ya se dio cuenta. Creo que sabía de su existencia, pero no de como era su rostro.

—¡Blus! —Llega Morket, mientras veo que mi muralla se resquebraja sola—. No sé qué te pasa, pero detente, se puede solucionar. —No tengo idea de por qué le dice eso.

El Dios de los Sueños se levanta del suelo sin soltar el cabello de Aerix.

—Me voy —le responde con la mirada perdida—. Tengo que ver si mi ninfa todavía existe.

—Cálmate —expresa su hermano y veo como las nubes se vuelven rocas, comenzando a caer.

Los edificios se rompen.

—Me voy —repite, se da media vuelta para irse, sin soltar a Aerix, pero luego la mira, así que se detiene—. Si descubro que mientes, te haré caer en la peor pesadilla. —Luego bufa y gira su vista hacia Morket—. Después te la regreso, tengo que ver si nuestro padre le tiene afecto, aunque viendo que la tiró así sin más, no creo.

—¿De qué estás hablando? —Intenta entender Morket—. No puedes ir a ver a padre, es peligroso, menos en tu estado mental, no es bueno para ti ni para nadie. Nos dejarás atrapados aquí si no regresas. —Señala el lugar destruyéndose, entonces entiendo—. Recapacita, manda a alguien.

La estabilidad mental de Blus se está yendo a la mierda, entonces todo su mundo también.

—Esto es personal, no lo entenderías, aunque pensándolo bien sí. —Mira a la Belleza—. Solo que tú no lo descubriste y yo sí, pero como dije, te la regresaré, eso enfadará mucho a padre, y necesito que esté enojado. —Vuelve a observarlo—. Como sea, ahora regreso, sobrevivan. —Sonríe y desaparece junto a la chica.

Llega Océano y le recrimino:

—Dime que puedes hacer algo.

—¿Yo? —se queja ella—. Disculpa, pero no soy psicóloga, ni muchos menos el reconfort de Blus.

—Se supone que eres la Belleza de los Sueños, haz algo.

—Tú también lo eres y no estoy lloriqueando.

Mierda, no queda de otra, depende de mí.

Belleza de los Sueños #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora