Capítulo 20

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Los días, que en el inframundo son distintos a los de los vivos, tanto su extensión como su forma de mostrarse y cambiar, esos días tan confusos como mi memoria, pasan sin compasión mientras intento entender el artefacto que me dio la Diosa de la Creación.

Parece que esta cosa sirve para varias acciones, pero si quiero que funcione, tendré que tomar el amuleto de Desierto, para no arriesgarme con nada.

Entro a su habitación que ya no usa tanto y me pongo a buscar esa runa que la protege, pero no la logro encontrar, lo que sí consigo es el mapa de Aeistian.

¡Ya sé, le diré a Morket!

No, mejor aún, le diré a Morket y me llevaré a Cielo, entonces Desierto tendrá doble culpa.

Ay, soy muy mala y ya ni me molesta ocultarlo.

Concéntrate.

La confusión vuelve a mí, tomo el mapa y corro fuera de la habitación.

—¡Vámonos, Cielo, Desierto está esperando! —la digo a la niña inocente cuando la encuentro.

—¿Ya? —Se sorprende—. Pero aún no le di mi carta a Morket —expresa avergonzada.

Bufo.

—Bien, ve a dejarla en su cuarto y nos vemos en el círculo.

Sonríe.

—¡Sí! —Se va corriendo.

Qué carga va a ser llevarme a esa niña, pero no importa, todo sea por el buen resultado del plan.

Levanto mi vestido y me apresuro a buscar a Morket. Pongo un mechón detrás de mi oreja, entonces me acerco despacio a él.

—Tengo que decirte algo.

Me sonríe.

—Claro, soy todo oídos para ti. —Besa el dorso de mi mano.

Bueno, Blus tiene razón, algo aburrido es este hombre. Es demasiado tranquilo. Sí, definitivamente no es de mi tipo.

¿Por qué me acosté con él? Ni me acuerdo.

Alejo mi mano y apresuro el asunto, alzo el papel.

—Desierto te traicionó, va a escapar, creó un mundo para ella solita. Te lo digo porque no me parece justo lo que te está haciendo.

Su buen humor desaparece y se queda sorprendido por lo que le estoy diciendo.

—¿Qué?

—Sí. —Intento ocultar mi sonrisa—. ¿Qué hipócrita, no? Se hacía la que te quería, solo te utilizó para tener más poder. Tenías razón, es una ambiciosa.

Queda petrificado.

—Bueno, me tengo que ir —agrego—. Siento ser yo la que te da la noticia. —No, no lo siento, lo disfruto—. Es raro, porque siempre soy yo la que intenta escapar, supongo que es la culpa que siento, mil disculpas. —Me giro para irme.

Cuando me alejo del pasillo y salgo de su línea de visión, aumento el paso. Una vez que me voy por uno de mis escondites del castillo, me encuentro con Cielo en el círculo.

—Desierto se está tardando —opina Cielo nerviosa.

—¡Ya cállate! —Miro para todos lados.

—¿Por qué me gritas? —expresa angustiada—. Pensé que éramos amigas.

—Sí, claro —digo con sarcasmo.

—¡¿Qué te pasa?!

—¿Te puedes callar? —La observo de mala manera—. Estoy decidiendo mi próximo moviendo.

—¡¡Océano!! —La oigo venir y sonrío.

—Pensé que no llegarías, Desierto —opino—. Ya te estaba subestimando.

Ella me mira enfadada.

—¿Qué le dijiste a Morket? —expresa indignada Desierto.

—La verdad.

—¿Qué verdad? Todavía no decidía si se lo contaría o no. —Observa mejor donde nos encontramos—. ¿Qué están haciendo?

—Uf, qué lenta —me quejo—. Creí que eras más inteligente, cruzaremos el portal.

—¿Y no ibas a decirme? Solo hay una oportunidad de pasar, y me haces eso.

—Yo... yo no sabía —intercede Cielo.

—No te preocupes —le responde Desierto—. Sé que no harías algo así.

Frunzo el ceño.

—Déjate de hacerte su amiguita ¡¿Eres la mismísima Diosa de las Tinieblas?! —me quejo otra vez—. ¡¿Qué te pasa?!

—Suenas a Blus hablándole a Morket. —Bufa.

—Sí, como sea, ya vámonos. —Tomo la mano de Cielo y nos dirigimos al portal.

—¡¡Esperen, no me dejen aquí!! —Nos sigue, pero apresuramos el paso—. ¡¡Rebecca!! —me grita y me detengo, entonces todas nos frenamos en aquella nebulosa blanca que se detiene en el tiempo.

Es la primera vez que Desierto me llama así, todas las confusiones que tenía son muy diferentes a esta, cualquiera puede llamarme Rebecca sin afectarme, pero es que Desierto es...

Me giro y mis ojos se humedece.

—Jacky.

Belleza de los Sueños #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora