𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞.

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INFIERNO.





EL ESCEPTICISMO ERA UNO CON LA MENTE DE MAERION

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EL ESCEPTICISMO ERA UNO CON LA MENTE DE MAERION. Las largas noches de charlas incesantes y abrumadoras parecieron explotarle cada neurona que navegaba cuerda en su cerebro; su madre tenía esa extraña obsesión con lograr expiar los pecados de sus antepasados.

«Si no fuera por ellos, nuestra historia sería diferente. Nos han maldecido.»

Pero no es posible pagar por los errores de otros. Lo hecho, hecho está. Y desde muy temprana edad ella lo concibió de esa manera.

Pregunta sencilla con respuesta compleja. Aquel pensamiento muerto en su interior se plantó como una semilla que brotó con el pasar de los años dando como fruto su interés en la ciencia, los orígenes de todo, los por qués de nuestra existencia.

Maerion no era tonta, y ya no se dejaba influenciar por su madre o cualquier persona que subestimara su capacidad de raciocinio. Era perfectamente capaz de diferenciar la verdad de la mentira; pero no sabía por que el adoctrinamiento de Marley sobre Eldia podía más que la ardiente voluntad de libertad que corría reacia en la sangre de sus hermanos.

No protestaban, aceptaban sus castigos y malos tratos, y querían terminar con los de su misma especie. Para ella, nada de esto tenía sentido. A pesar de que también era víctima de todo aquello, a su mente le costaba trabajo comprender qué había hecho mal. Se ganó el infierno antes de si quiera haber pecado.

«¿Por qué pagar por algo que yo no hice?»

A la edad de 18 años comenzó con sus estudios superiores, después de haber logrado zafarse momentáneamente de los trabajos forzados que su madre le imponía, dejó de limpiar casas ajenas y cuidar animales, para estudiar aquello que tanto le apasionaba. Sus antepasados.

Fue admitida en el instituto de la ciencia de los titanes, financiada por Marleyenses con la esperanza de dominar a los titanes y saber sus debilidades. Aquel departamento era pequeño, no lo que solía ser hace décadas. Wyatt Pearl era su mentor: un hombre paciente, rondaba los cincuenta años y tenía el conocimiento de alguien de cien.

      —¿Experimentos en humanos?

      —Sí, la mayoría de ellos fallidos. En realidad, nadie tiene la certeza de qué es lo que hicieron con ellos, pero involucra inmunidad a la conversión en titan.

      —¿Y quién los creó? —preguntó con los ojos abiertos de más. Su curiosidad insaciable le hacía preguntarse si el señor Wyatt ya estaba enfadado de escuchar sus interminables incógnitas.

      —Nadie sabe, Maerion. Pero son lo más parecido a "súper humanos" —Wyatt continuó vertiendo líquidos reactivos en el tubo de ensayo mientras ajustaba sus lentes al puente de su nariz, regalándole una sincera sonrisa a su más reciente pupila.

Maerion había escuchado de los Ackerman. Jamás se imaginó lo que había detrás de aquel apellido al cual aún trataba de encontrarle un significado. Pero su curiosidad no quedó saciada con las vagas respuestas de su maestro. En la gran biblioteca había libros con todos los temas. Pasó la mayoría de la tarde buscando alguno que si quiera tuviera una remota relación con los Ackerman, pero no encontró nada. Rendida, regresó al laboratorio a tomar sus pocas pertenencias que viajaban con ella en una bolsa de tela, más usada que sus propias prendas personales, y se encaminó a su hogar.

      —Pensé que no te vería hoy —el rubio de ojos grisáceos se acercó trotando hacia donde Maerion caminaba. Desde que tenía memoria, Zeke siempre estaba en sus recuerdos, protegiéndola como lo haría un hermano mayor.

      —Hola Zeke. Se me hizo un poco tarde, estuve la mayor parte del día en la biblioteca.

      —¡Oh, esa biblioteca apesta! Tom conoce más de los titanes que todos los libros de ese paupérrimo acervo.

—¿Será? —cuestionó para retarle como solía — ¿Qué sabe de los Ackerman? —el rubio giró su mirada al cielo, como si tratara de recordar dónde había escuchado ese apellido con anterioridad. Su índice reposaba sobre su barbilla mientras su boca se movía al hablar.

      —¿Las ratillas de laboratorio? Son un experimento fallido que resultó con tremendas ventajas para cualquier humano sometido a ellos, o descendiente de ellos.

      —¿Los descendientes heredan sus habilidades?

      —Sí, aunque no sé en qué medida. Tienen los poderes de los titanes, sin morir a los trece años y sin convertirse en uno. Realmente el que se atrevió a experimentar con líquido espinal tenía muchas convicciones y poco sentido común.

      —Me parece impresionante —la mirada de Maerion se iluminó al si quiera pensar en aquellas personas. —¿Dónde habitan?

      —Pequeña Maerion —tomó su cabeza con una mano y la giró para verla directamente a los ojos. Su mirada proyectaba burla total —. Llevan años extintos. De no ser por los expedientes que dan fe de aquellos experimentos, serían solo mitos y leyendas.

Para ella no fue suficiente aquella información.

¿Por qué una raza superior se vería mermada de la noche a la mañana? No. No estaba satisfecha y se negaba a admitir la derrota de aquellos desconocidos que tanta fascinación le habían causado en cuestión de días.

Quería encontrarlos, quería observarlos y estudiarlos. Tenía muchísimas preguntas, y muy pocas respuestas. Imposible de soportar para su pequeño ser.

Desde aquel día, el apellido Ackerman jamás sería borrado de su memoria. Se volvió su tema de conversación cotidiano, su pensamiento diario y su obsesión permanente.

 𝙋𝘼𝙍𝘼𝘿𝙄𝙎𝙀  ▬▬  𝘓𝘦𝘷𝘪 𝘈𝘤𝘬𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora