𝟏𝟑: 𝐇𝐞𝐫𝐚𝐥𝐝𝐨.

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—Por todos los dioses solo bebe de una vez—espetó con un deje de molestia en su voz. Los días habían pasado volando, y la última noche en Marley se había convertido en un festín de comida y bebidas. Habían tenido el maravilloso plan de beberse todas las botellas que la señora Azumabito amablemente había ofrendado a la legión de reconocimiento, en gratitud a su amable estadía. Ahora, desvelada y un poco más inhibida de lo normal, Maerion yacía sentada, con la espalda jorobada y su cabello suelto, sobre la alfombra de la habitación que tuvo que compartir con el capitán, quien dicho sea de paso, tuvo la consideración de excusarse a la hora de dormir, diciendo cualquier tontería que se le venía a la mente, con tal de no perturbar el sueño de la de largos cabellos cenizos, y evitar que algún otro tipo de escena desagradable tuviera que repetirse.

      —Deja de molestar, mocosa. Ya dije que no.

      —¿Acaso le temes al alcohol? No sé si lo sepas, pero los Ackerman son considerablemente más resistentes a él que cualquier otro simple mortal.

      —Dijiste que dejarías de mencionar el hecho de que soy Ackerman.

      —Si tanto te molesta, solo bebe conmigo y juro que no lo volveré a mencionar. —La sonrisa que pretendía aparentar inocencia e infundir confianza, terminó siendo un enorme bostezo de su parte. El azabache negó con la cabeza, expulsando aire de su nariz con evidente desesperación. Dejó el libro de gruesa pasta color azul marino sobre la mesa, y se puso de pie, caminando al medio de la habitación, arrebatándole de las manos la botella y dándole un gran trago. No le importó tener que beber de la misma boquilla. Ese era su nivel de desesperación.

      —¿Satisfecha?—cuestionó mientras hacía el ademán de regresar a su lugar, cosa que Maerion impidió, tomándolo de la mano antes de que se alejara demasiado, adornando su rostro con una sutil sonrisa.

      —Siéntate conmigo. —sus destellantes ojos penetraban en la profundidad de los del capitán, quien había olvidado los excesos de confianza que ella solía tener cuando pasaban más tiempo juntos.
Estaba bajo el escrutinio de ellos, y se sentía inútilmente incómodo ante aquella mirada de borrego ebrio a medio morir.

      —¿Sueles beber de esta manera siempre? —preguntó, obedeciendo la orden de la menor, quedando a un escaso metro de distancia.

      —No —dijo arrebatándole la botella de entre las manos y volviendo a beber de ella—, en realidad el whiskey de Marley es la única bebida que realmente disfruto. Pero es más la ocasión la que se impone ante el privilegio de verme en este estado, que el gusto de beber. Hoy es la última noche aquí.

      —Sabes que tienes que regresar. Ahórrate la melancolía.—le miró sentenciante.

      —No es que no quiera regresar. Es que odio las despedidas. —El silencio que llenó la habitación no parecía que alguna vez se fuera a llenar de nuevo. Maerion estaba agotada por la estancia de una semana que permaneció en su hogar natal. Su mirada continuaba perdida en la alfombra, tratando de hallar la salida al enredoso patrón que la adornaba. Intentando así desenredar también la maraña de sentimientos que se habían orquestado en el transcurso de la semana.

      —No siempre representan algo negativo—manifestó el pelinegro, mientras doblaba sus piernas para ponerse más cómodo. Hacía demasiado tiempo no se sentaba en el suelo. Siempre le trajo malos recuerdos, y además implicaba contacto directo con la suciedad.

—¿Qué puedes saber tú de decir adiós? —sin conciencia del tono hostil de su voz, aquella frase llenó los oídos de Levi. La amargura que atestó su boca no se fue aún con el trago que casi termina con el contenido de la botella. El azabache no quería recordar que básicamente su vida se ha tratado de despedirse de las personas que llegaron a representar su única esperanza en aquel retorcido mundo. También era bueno diciendo adiós. También detestaba las despedidas.

 𝙋𝘼𝙍𝘼𝘿𝙄𝙎𝙀  ▬▬  𝘓𝘦𝘷𝘪 𝘈𝘤𝘬𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora