𝟎𝟒: 𝐎𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚.

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SE HABÍA ACOSTUMBRADO AL OLOR DE LA HUMEDAD y la suciedad a pesar de haber escuchado de quienes la custodiaban las constantes quejas contra el capitán Levi, quien les exigía mantener todo el cuartel impecable, todos los días.

Después de haber sido presentada ante los altos mandos de todo el ejército, recibió la visita constante de Armin, quien había parecido tener más compasión por ella que el resto de sus compañeros. Maerion se sentía extrañada con ello, pues siempre estuvo acostumbrada a sufrir el desprecio y rechazo, pero Armin le estaba mostrando su lado más humano, llenando de calidez su corazón aún en medio del ojo del huracán en el que se encontraba.

—Puedes meterte en problemas por estar aquí, Armin. —reprochó la de cabellos cenizos mientras daba otra mordida al pan que estaba por terminarse. El rubio había logrado escabullirse para traerle su comida y que ella pudiese recibir doble porción. A Armin le preocupaba su estado de salud, pues podía apostar a que su piel tenía un tono dorado y no ese pálido amarillento que había estado incrementando con el paso de los días.

—No creo que se den cuenta que has comido doble porción, sé que te damos un trato digno, pero tu salud me preocupa. —sentado en el suelo, justo frente a ella, solo los separaban los barrotes de la celda.

—¿Hasta cuándo me trataran como la mayor amenaza de Paradis? —logró esbozar una sonrisa. Ultimamente solo se daba el lujo de sonreírle a él, pues sentía que era el único que la trataba como a cualquier otra persona.

—En unas horas vendrán por ti para llevarte a la oficina de la comandante Zoë. Debes decir todo lo que sabes, Maerion. Hemos leído con atención los libros que encontramos en el sótano de Eren, y él mismo ha hablado. Tiene recuerdos constantes de antiguos portadores de su titán, por lo que todo ha coincidido con lo escrito en los libros. Solo falta que escuchemos tu versión para corroborar que...

—Coincidirá, Armin. Marley nos adiestró, lavó nuestros cerebros para considerarnos nuestros propios enemigos y los de toda la humanidad, así que sé las dos versiones de toda la historia: donde somos inocentes, y donde somos el demonio.

—¿Cómo supiste en que creer? —preguntó mientras recargaba su mentón en su mano. Sus rubias hebras se ladearon dejando que Maerion observara su rostro despejado, maravillándose de la inocencia y pureza que sus ojos cristalinos desprendían.

—Seguí mi corazón. Siempre tenía esa sensación de querer romperle la boca a quien me llamaba así. Sabes que tengo una increíble fuerza de voluntad y dominio propio, puesto que a cada segundo de mi vida sufrimos malos tratos. Mamá se empeñó en hacerme creer la versión de Marley, pero papá... él siempre me dijo que nacimos libres, que nadie es dueño de nosotros y que llegaría el día en el que la humanidad nos reconocería como semejantes, no antagonistas. —sin siquiera sentirlo sus fanales se llenaron de lágrimas al recuerdo de su padre. Esbozó una sonrisa y cerró los ojos para recordar con más precisión el brillo de la mirada con la que su padre le decía que siempre se aferrara a la libertad que latía dentro de ella.

—Eres muy valiente, Maerion. Me recuerdas a cierta persona...

—¡Oye tú! —ambos saltaron sobre sus lugares al escuchar la voz del soldado que había abierto la puerta de repente, interrumpiendo su amena conversación. Se pusieron de pie y Maerion corrió a esconder la bandeja vacía de comida debajo de la cama — ¿Se puede saber qué carajos haces aquí?

—Debo irme, te veo en un rato. —Armin le sonrió de lado y se alejó de ella a paso rápido. El sentimiento de calidez se fue conforme Armin caminaba a la salida. El soldado se acercó a su celda y la abrió para encaminarla a las duchas. Cuando llegó al área de las damas, la negra cabellera de Mikasa la esperaba en la puerta, con ropa entre sus manos y una toalla fresca.

 𝙋𝘼𝙍𝘼𝘿𝙄𝙎𝙀  ▬▬  𝘓𝘦𝘷𝘪 𝘈𝘤𝘬𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora