𝟏𝟐: 𝐏𝐫𝐨𝐭𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫.

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—No es necesario que respondas en este momento. Sé que tu cabeza debe estar hecha un lío.

—Tenemos tiempo aún, no regresarán a la isla hasta dentro de una semana. —el de rubias hebras reafirmó mientras se ponía de pie junto conmigo.

Como si estuviera debajo del agua, escuchaba sus voces y veía sus bocas moverse, pero la neblina se había establecido justo frente a mis ojos. Sentía mi presente, mi historia y mi futuro como algo ilusorio, incierto. Me sentía traicionada, menospreciada. Muchas preguntas rondaban dentro de mí, pero temía conocer las respuestas. La incredulidad me impedía asimilar que Zeke me dió le título de posible salvadora de Eldia, de la humanidad entera. Una responsabilidad inducida a base del engaño de toda mi vida.

Pronto olvidé la causa del ardor en mi cuello, y ahora mi garganta estaba atada por un nudo de impotencia y tristeza.

Estuve cerca de mi padre todo este tiempo y fui una tonta por no haberme dado cuenta antes. No cualquier persona te protege, cuida de ti, y se preocupa por ti. No cualquiera demuestra su afecto sin interés. El amor de los padres es único, distintivo entre todo los demás, y lo tuve justo frente a mi; mas nunca pude decirle que también le amaba. Que todas las noches deseaba que estuviera conmigo, que recordaba el sabor de su café, el sonido de su risa, pero no el color de sus ojos, su rostro ni sus manos. Que rogaba por sentir sus brazos rodeándome, pero jamás me di cuenta que siempre estuvieron dispuestos a hacerlo; estuvo siempre a mi lado. Y me dio el mejor regalo de todos sin siquiera yo saberlo: su conocimiento, su inteligencia, su sangre... nuestro lazo.

Lentamente comencé a dirigirme a la entrada de la habitación donde estábamos, ignorando sus voces y sus preguntas, mi único objetivo era verla a ella.

Frente a aquel grande retrato, sus ojos perforaban los míos como si la vida desbordara de ellos aún. Era hermosa. Claro que lo era, es innegable, pero es una desconocida. Respecto a ella no sabía como sentirme. La miraba y no me provocaba nada más que dudas y mil preguntas que jamás me serían contestadas. Una causa perdida, que jamás podría ser redimida. La miré por ultima vez y decidí pensar en ella después. Esta charla había consumido toda mi energía.

Con evidente derrota sobre mis hombros, recorrí el camino que nos dió la bienvenida. Salí de la grande residencia, y exploré los alrededores. Pensando en todo y en nada a la vez.

Acompañada del silencio y la oscuridad de la noche, aquella fogata y la extensión de un par de tiendas de tela llamaron mi atención. Eran extranjeros atrapados en Marley. Antes había escuchado de ellos, pero como nosotros, debían cuidar sus pasos, eran extraños a mi vista, y para ellos, una prisionera con una extraña clase de libertad.

Frente a ellos, cubierta por la penumbra, les veía beber, comer y reír e instantáneamente lágrimas vinieron a mis ojos. No producto de la tristeza, sino de un calor que recorrió mi pecho. Anhelaba algo así, como aquel niño que ve un juguete aparentemente imposible de adquirir para él, así me sentía, imposibilitada para tener una familia, sentir el abrigo del amor storge. Mi nucleo era mi sangre, y este lazo que poco a poco iba dejando de entrañar. Solo me tenía a mí misma, pero no me parecía suficiente, me seguía sintiendo sola.

Un sollozo distrajo mis pensamientos, guiándome a ver entre lágrimas a quien no esperaba.

      —Eren... —sus ojos achicados producto de las lágrimas que se acumulaban en ellos me miraron sin borrar aquella expresión de terror que atormentaba su rostro— ¿te encuentras bien? —pregunté con cierto temor a ser rechazada, mientras me acercaba a él con sigilo.

 𝙋𝘼𝙍𝘼𝘿𝙄𝙎𝙀  ▬▬  𝘓𝘦𝘷𝘪 𝘈𝘤𝘬𝘦𝘳𝘮𝘢𝘯.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora