Chiara Caballero
La prueba del escarabajo había sido un desafío hecho y derecho, uno auténtico, mantenía su riesgo y las subestimé hasta que estuve a segundos de mi lecho de muerte y la de cada ser que me rodeaba...
Al momento de sentir la mordida... Fue indetectable en el primer instante, sin embargo, apenas unos pocos segundos pasaron comencé a sentir como un líquido ardiente irrumpía de forma violenta, pasando por cada vaso sanguíneo de mi cuerpo, empezando primero por el dedo donde me mordió, después la sensación se propagó rápidamente a mi mano, mi brazo, mi torso, cuello, cada parte de mi cuerpo sin excepción alguna. Una viveza herviente y rapaz, igual de agitado y violento como los ríos caudalosos de Terys. El veneno actuaba de manera independiente, sin misericordia ni piedad. Un escarabajo que lucía indefenso, pero que era igual de peligroso que cualquier bestia existente. Un ser que debía ser totalmente respetado por el peligro de su veneno y el valor de su historia. Una leyenda viviente que yo misma estaba experimentando en carne y hueso luego de haber burlado y desestimado. Ahora me arrepentía totalmente de haber igualado el peligro del escarabajo de Manja con una simple hormiga.
Mi cuerpo empezó a percibir una gran presión desde arriba, como si quisieran tumbarme al suelo apoyando todo el peso en mis hombros, pero me mantuve firme, mareos agitaban mi cabeza y latigazos inexistentes azotaban mis pies. Cerré los ojos fuertemente, mantuve mi postura cuanto pude. Debía recuperar el ritmo de mi respiración, mientras lograse mantenerla y no me saturase por el esfuerzo... Tendría todo bajo control por el tiempo necesario. Sentía mis dientes rechinar, como si estuviera a punto de romperme las muelas de la cantidad de fuerza que estaba conteniendo mi organismo. Dejé de percibir el sonido que me rodeaba, todo era negro para mi y el silencio me acompañaba a mantener la calma y posición.
Pronto... Dejé de sentir la pesadez sobre mis hombros, el ardor intermitente y el hormigueo mordiente. Liberé un suspiro agotada, comencé a jadear luego de haber sido sometida a tal tortura, mi postura se deshizo por completo. Estaba en el suelo, apoyándome de mis manos de las cuales mis brazos temblaban como una hoja de papiro, no podía verme así luego de tanto. ¿Acaso me estuve debilitando todo este tiempo? Soy joven, tengo salud... Un soldado con tantos años de entrenamiento sobrevive más que un anciano sano. Volví a tomar asiento y miré mis manos, llenas de cicatrices. Cuando dejé de observarme, miré mis cercanías y noté un gran paisaje delante mío, muy melódico... Sus elementos solos de por sí eran preciosos y se unían para formar una obra de arte: la naturaleza. El único artista que vive por sí solo y sus propias equivocaciones forman parte de estas creaciones magníficas. La mano del hombre nunca podrá imitar la existencia de este fenómeno inaudito.
El cielo estaba de color rosado por el atardecer, un enorme lago frente mío reflejaba las nubes y el prado amarillento y anaranjado con perfección. Las nubes de color morado parecían viajar siguiendo el oeste, hacia aquel foco fucsia que lo llamaba.¿Dónde estaba? ¿¡Me había dormido!? No podía ser posible, por un momento lucí desesperada, levanté más la mirada y frente mío estaba el Monte Bermellón, pero la aldea era pequeña y apenas se veía, no comprendía nada. Me levanté, miré mis ropas, llevaba las mías de siempre, una camiseta gris oscura, pantalones y botas. Miré mi cabello, seguía igual de largo de siempre, mis uñas no habían crecido... No había invernado... No perdí ante el veneno.
Una suave brisa agitó de frente, el aire puro, era tan reconfortante y energizante... Sabía dónde estaba, pero ¿qué época era? La Aldea Hurima parece en sus... Inicios, aunque esté lejos es fácil ver la poca cantidad de construcciones que hay en ella. Iba a ser imposible preguntarle a alguien el año ya que no había nadie bajo mi visión. Ni una persona a kilómetros. Suspiré, seguido de eso escuché a alguien chasquear su lengua.—Muchos muchachos vienen a ver el paisaje. ¿Qué dice jovencita? —Preguntó a un costado mío un hombre, un ángel alto de tez oscura con cabellos negros y algunas canas, también tenía barba y bigote. Su pelo era lacio.
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Metamaniac I: Profecía Mortal
FantasyChiara Caballero, una mercenaria tenaz, se convierte en la única esperanza de la humanidad cuando el Titán de la muerte amenaza con destruir Terys. Ella deberá enfrentarse a múltiples enemigos que intentarán detenerla de su cometido, formará vínculo...