Capitulo 14: ¿Dónde Estoy?

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Chiara Caballero

Luego de la batalla con el gigante no recordaba mucho, solo memorias borrosas rondaban en mi: Yo haciendo cosas, sentía como si todo lo que había pasado hubiera sido un sueño. No tenía control sobre mi cuerpo y tampoco de mis propias acciones. Como si trabajara de manera autónoma, sin mí, me percibía de esa manera extraña. No tenía las fuerzas para luchar, la debilidad y el agotamiento me dominaban casi por completo. La pelea del protector había sido más mental que física, sin embargo sentía mis heridas arder como las fraguas del mismísimo Abismo, el lugar al cual van las almas que han sido crueles en vida. Todo el cuerpo me dolía y palpitaba, pero lo que fuera que controlara mi cuerpo parecía no importarle el dolor. Como si fuera un estado de sonambulismo... Era la primera vez que me pasaba algo así, era algo que mi padre me había contado hace un tiempo... Pero no lo recuerdo con claridad. Deberé investigarlo para evitar que me pase otra vez.

Era un lugar tranquilo, me sentía desvanecida en el buen sentido. Que podía descansar cuanto yo quisiese, pero por el dolor de mi cuerpo no podía moverme ni un centímetro. Ni siquiera lo sentía. Mi mirada daba hacia arriba, pero donde mirase veía igual. Todo estaba oscuro, no había nada que pudiera distinguir, mi respiración fue pesada ante el abrumador espacio que me rodeaba, me estaba desesperando el hecho de no saber dónde estaba, que nada me iluminaba ni me dejaba ver más allá para al menos investigar en qué lugar me encontraba. Pero me desesperaba mucho más no poder moverme

Algo a lo lejos comenzaba a acercarse, escuchaba sus pasos de a poco encerrarse más hacia mi, eran delicados y delgados. No había ningún movimiento que pudiese ver, hasta que estuvo lo suficientemente cerca. Una figura oscura, confusa y lóbrega, que emanaba una sensación para nada amigable o amistosa. No tenía rostro, era muy alto. Seguro más de dos metros y pude distinguir que, a pesar de ser solo una sombra, era una figura masculina. Que mantenía su paso lento aproximándose hacia mí. Quería moverme, hablar, mínimo levantar una pierna. No podía, mi cuerpo no respondía ante mis órdenes directas, claras y firmes. Estaba totalmente sometida ante esa incógnita, el miedo de la inmovilización me estaba aprisionando contra una esquina inexistente. No podía hacer nada más que mover mi vista y ver como todo sucedía de a poco, el depredador se estaba tomando el tiempo que quisiera al ver a su presa atónita e inútil.

¿Esto era real? ¿Iba a morir? ¿Ni siquiera iba a ser capaz de ver el rostro de mi asesino antes de fallecer?... Qué cobarde.

—¡Chiara resiste! ¡Sé fuerte!

Una voz sonó de repente, me era familiar. Alguien me estaba dando apoyo... No era mi hermano o mi padre, aun así no lograba distinguirla. Me traía un gran calor al cuerpo y perseverancia, debía hacer algo. Con todas mis fuerzas, pudiera moverme o no me abalancé hacia aquella sombra, no podía permitirme la muerte, eso jamás sería una opción mientras pueda sostener una espada.
Ahí todo dejó de estar oscuro, fui iluminada por la claridad y pigmentación del ambiente y sentía mi cuerpo otra vez, no me dolía nada, me sentía curada y sana. A pesar de estar sana había algo contra mí, era a lo que yo me había abalanzado con tal de defenderme. Era un hombre enorme, fuerte de pelo blanco intacto, su rostro no lo había visto nunca en mi vida, tenía a Alomus en la mano, el libro lucía aterrado. Este no era su dueño. Pero no me miraba a mi o a él, estaba mirando hacia abajo. Me dediqué unas milésimas de segundo a mirar en su misma dirección... Casas, gente, un gran acantilado que daba directamente al suelo que quedaba a kilómetros de altura. Estábamos entre dos montañas, la Aldea Hurima que está entre la grieta que separa dos montes. Íbamos a darnos con el suelo de lleno en quien sabe cuanto tiempo, la gente apenas nos notó comenzó a gritar aterrada y a alterarse mientras comenzaba a pelear en el aire contra este desconocido.

Tomé a Alomus con fuerza y pateé el mentón del tipo alejándolo de mí, chocó contra el techo de una casa y yo aterricé en una galería, me salvé por los pelos, ya que estaba cerca del borde y eso significaba más acorralada a una muerte segura. El libro estaba abierto en una página, pero no tenía tiempo para ojear cual era. También mis ropas no eran las de siempre, eran otras, más livianas. Espero que sea la armadura arandesa, porque tiene pinta de que este tipo pegará fuerte. Estuvo a punto de asesinarme hace apenas unos segundos gracias a mi estado de inconsciencia. Puse al libro contra mi cintura ajustándolo con el cinturón de cuerda, así lo tenía amarrado a mí para que no se cayese.

Metamaniac I: Profecía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora