Capítulo 3: El cuento del Sacerdote

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Chiara Caballero

Fue una noche dura, no pude pegar un ojo gracias a toda la información que pasaba en mi cabeza una y otra vez: la pelea contra el Jako, la carta de los titanes, los poderes... Todo. Louis, por el contrario, si pudo dormir, no sé cómo. Tenía el sueño más pesado que una persona de gran edad en una siesta durante la tarde.

Al día siguiente seguimos el camino, llevé el libro conmigo, mi padre me debía muchas explicaciones como por ejemplo: ¿Por qué mi abuelo es un titán? y sé que él sabía sobre el ferrismo. Hace mucho no lo veía y era horrible que llegase con estas noticias. Pero merecía saber la verdad.

Llegamos a Gran Khala a pie, estábamos agotados, mi capa estaba despedazada y pegajosa y sin mi espada.

Nos detuvimos en una de la plaza, la gente nos saludaba y nos miraba, en especial a mi. Eran semidemonios, ángeles, licántropos, omös... La población de Terys es muy diversa, además de la humana están los semidemonios que son como los humanos pero tienen piel negra, violácea o rojiza y en muy pocos casos blanca, llevan cuernos y tienen cola con punta de flecha o de otras formas y longitudes, también pueden tener partes del cuerpo adicionales; Los ángeles son humanos con alas; los licántropos, que ya lo expliqué antes, y por último los omös, que son criaturas de luz o de oscuridad, hechos totalmente de uno de esos elementos. Solo que se ven como humanos gracias a que es como una carcasa-camuflaje natural que tienen. Entonces pueden lucir humanos y mezclarse tranquilamente, pero los delata el color de sus ojos.

Bueno, intercambiamos miradas con Louis y le di mi brazo derecho, nos dimos un apretón por los codos.

—Envíale saludos a tu familia Chiara. Y suerte con tu viaje

—Lo mismo a la tuya, descansa y espero que mejore la salud de tu papá.

Podíamos contactarnos por medio de cartas con nuestra familia. Los últimos días el padre de Louis había caído gravemente enfermo. Era un hombre bueno que también había pasado mucho tiempo en las guerras, aunque de una manera distinta a Louis, él era médico y uno bueno. Cada vez que me enfermaba de pequeña mi padre recurría a él y a los días estaba mejor. Supongo que él curará su propia enfermedad, es un hombre muy sabio y capaz.

Cada quien se fue por su camino, acomodé mi capa sacudiéndola un poco y continué a mi casa. No veía la hora de pisar aquel lugar, tomar un buen baño y descansar. Pasar el rato con mi familia. Ya estaba llegando, las rodilleras de las botas comenzaban a pesarme con solo ver que me acercaba más y más hacia la fachada de mi hogar.
Puse mi mano sobre el picaporte y abrí la puerta, despacio se deslizó, las bisagras chillaron débilmente y cuando terminé de abrirla se callaron. Alcé la mirada para pasar, sentí una grata sensación de paz. Cerré la puerta dando una patada hacia atrás y comencé a buscar a mi padre.

No había ruido alguno, eso me perturbó, me acerqué a la cocina directamente pasando y ahí vi a mi padre, estaba mirando al arco de la entrada al comedor, donde me detuve al momento de entrar a la sala. Un hombre de tez morena con cabellos negros de corte medio estaba detrás de él sosteniéndolo por los hombros. Llevaba unas prendas a mi parecer... extrañas. Mi padre apenas me vio tomó sus muletas, intentó correr pero falló tropezando en su propia desesperación, me abalancé para que cayera contra mí y no al suelo. Mi padre había perdido la pierna derecha en el campo de batalla hace años, antes de que formara una familia, a partir de ahí no pudo participar nunca más en ningún cuerpo militar. Me abrazó entre sollozos, llantos y una respiración totalmente acelerada. No comprendía nada, acepté el abrazo, aunque ya estaba harta de mi armadura.

—¡H-Hija mía! ¡Estás viva!—Sollozó jalando de mis hombreras—Nos dijeron que habían sido atacados por una bestia...

—De hecho fueron dos... Papá...

Metamaniac I: Profecía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora