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Ningún mortal existente en Terys había experimentado por primera vez el poder de la espada, todos los que la habían llegado a tocar murieron segundos después de ello. Sin embargo, aquella mercenaria la estaba blandiendo, sosteniendo de manera firme ante el príncipe de la oscuridad como si siempre la hubiese portado. Argos tembló por segundos, mantuvo su postura y abrió bien los ojos prestando atención por si llegaba el momento en el que Chiara perdiera la conciencia, pero nunca sucedió. A pesar de sus numerosas heridas y golpes que había recibido, se mantenía en su sano juicio. Atenta y despierta, decidida y determinada a terminar aquella batalla.
Los relámpagos y rayos se reflejaban en sus ojos de un tono rojizo, como si solo hubiese electricidad en ella.
Las runas del filo de la espada comenzaron a tomar un pigmento carmesí, junto a un brillo tenue que encendió una por una con destellos. Por último, el lazo de cuero que sobresalía del mango se aferró con firmeza a la muñeca diestra de la pelinegra. El templario nunca había presenciado tal momento, nunca nadie había llegado a tomar la espada mientras él estaba en guardia. Había intentado ser lo más precavido posible con ello, pero la voluntad de Chiara quebraba sus planes y los traspasaba sin importancia de los resultados.
«La sostiene como si no supiera que puede morir haciéndolo.» Pensó inmediatamente. Este comenzó a deshacer su postura, pero antes de terminar el templo comenzó a sacudirse. Estaba perdiendo estabilidad y se estaba derrumbando.
De un chasquido rápidamente el lobo apareció y cargó a su amo, el cual tomó a la mercenaria y salieron del lugar fugazmente. Apenas pisaron los escalones, lo que era conocido como templo de la espada ahora no era más que un montón de ruinas. Sabía por qué había sucedido eso, por más que ocurriera una explosión masiva en el templo no iba a decaer. Sufriría daños, pero sus columnas continuarían sosteniendo la estructura gracias a un encantamiento mágico.
Chiara cayó al suelo intentando recuperar la respiración, el dolor de sus heridas y golpes comenzó a aparecer de manera gradual, no sentía sus piernas y donde más había salido herida había sido su espalda. Que había sido un escudo ante el ejército de siluetas.
Tosió más sangre, se puso de pie y miró al Templario Oscuro.
—¿Por qué no me mataste? —preguntó jadeante, con su muñeca derecha limpió la sangre que caía de su boca.
—Porque si lo hago los titanes me matarían. Eres la elegida, lo has demostrado totalmente.
Argos Vulcan estaba sentado al final de los escalones del templo y su lobo estaba detrás de él jugando con el peto de armadura de Chiara. Estaba recostado masticándolo mientras lo sostenía con ambas de sus patas. La mercenaria se mostró molesta ante ello. Lo único de su armadura que le quedaba era su guante izquierdo junto con la hombrera y la greba derecha.
La mercenaria tomó asiento al lado de Argos, observó la espada sosteniéndola con su mano izquierda, con la derecha acarició de manera suave el filo. Trataba el arma como si fuera un bebé. Estaba atónita ante su aspecto, miraba los glifos con curiosidad que cuando la mirada de Chiara se posó en ellos dieron un destello.
—Los titanes no me eligieron a mí para defender la espada. Yo decidí hacerlo.
Comenzó a hablar Argos mirando a Chiara y luego hacia el horizonte, donde indicaba que comenzaba a amanecer en aquel desierto, los médanos estaban siendo reflectados por la luz del sol que comenzaba a tomar altura.
—Tenían un guardia mucho más débil. Me enfrenté en combate con él sin usar mis poderes y murió del esfuerzo. Eso fue hace cinco años. Desde entonces estoy cuidando el templo. La oscuridad es un portal que me permite a mí ver todo lo que la rodea y transportarme mediante ella. Así fue como te capté a ti. Sabía que venías.
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Metamaniac I: Profecía Mortal
FantasyChiara Caballero, una mercenaria tenaz, se convierte en la única esperanza de la humanidad cuando el Titán de la muerte amenaza con destruir Terys. Ella deberá enfrentarse a múltiples enemigos que intentarán detenerla de su cometido, formará vínculo...