Capítulo 20: La Espada Milenaria

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Chiara Caballero

Luego de cenar fuimos a una posada donde nos dieron asilo por la noche a cambio de unas monedas de oro. Todos estaban agotados, se fueron a descansar apenas pisamos el lugar, por otro lado, yo no podía descansar. Esta noche era mi única manera de buscar a Xeranoth. Moneda por moneda, gota a gota, cueste lo que cueste.

No tenía muchas horas de noche para aprovechar, pero tampoco sabía por dónde comenzar. Todos estaban descansando, silenciosamente me levanté de mi litera y deslicé mi mano suavemente por la mesa de noche de Darío para tomar a Alomus. Me dirigí hacia el comedor, todo se mantenía en un silencio perfecto. Encendí una vela sobre la mesa para que la luz me ayudara en la investigación, este era el comienzo de mi búsqueda, mi viaje. Nadie estará cerca mío para sostenerme cuando me caiga, Darío no estará para ayudarme a controlar mis poderes, Rodwin no estará para ser mi flanco y Dritt no estará para salvarme de un barranco. Esta es la prueba definitiva, la que me dirá si estos días que han pasado me he entrenado para controlarme por mi misma, que no solo puedo blandir la espada por el mundo, sino que por mí también.

La oscuridad de la sala me perturbaba, me sentía observada, pero sabía bien de que no había nadie. Cerré mis ojos firmemente, suspiré liberando mi tensión y abrí a Alomus.

En cambio, detuve mi acción cuando pude sentir una respiración más, además de la mía. Después de todo, los libros no necesitan inhalar o exhalar. Tomé la pistola y con solo darme media vuelta tomé por el cuello a aquella figura y apunté con el revólver a su esternón apoyando de manera directa el cañón en esa parte de su torso.

Me detuve cuando vi la piel pálida, los cuernos y los ojos dorados, no era nada más ni nada menos que Cinthia, nuestra sacerdotisa guía hacia Caldero. Me di la vuelta desarmando mi ataque y tomé asiento donde estaba. Mantuve el libro cerrado.

—E-Eres fuerte. —Titubeó, pude olfatear el miedo en ella.

—... Lo siento, pensé que eras un enemigo. No vuelvas a hacer esas movidas raras.

No pude hacer nada más que pedir perdón y esperar a que se retirara, mis especulaciones y deseos no fueron escuchados, permanecía en la sala mirándome a mis espaldas. Quería que se vaya, necesitaba que lo hiciera.

En vez de irse se acercó más hacia mi persona, despacio deslizó su dedo índice en mi espalda y seguido de eso se apoyó sobre mí. No comprendía qué estaba haciendo o cuáles eran sus intenciones. Por otro lado, ella tenía un aroma elegante y espeso como el óleo, sus manos eran suaves y era muy liviana sobre mi espalda.

—¿Qué haces? —Me preguntó con picardía en su tono, parecía tener muchas energías encima a pesar de ser... ¿Las doce de la noche? Era muy tarde, muchísimo para mí.

—Nada. Solo investigo. —Comenté de manera general.

—¿Quieres que te ayude? Sabes que soy la mejor sacerdotisa mágica, Lyria por algo te lo dijo.

Seguido de eso hizo una acción que no fue para nada de mi agrado, su confianza se estaba yendo por las ramas. Dejó de ejercer su peso contra mi espalda para sentarse sobre mi falda, tomó delicadamente el libro con sus manos. Estaba investigándolo, Alomus aún no despertaba, así que lucía como un libro común y corriente, de una biblioteca cualquiera.

—¿Qué tipo de libro es? Esto es más viejo que la creación del mundo—Bromeó juguetona.

Yo harta de su confianza, pero intentando controlar mi molestia puse mi puño sobre el libro quitándoselo de las manos. Apoyándolo contra la mesa de ese simple movimiento y manteniéndolo ahí. Parpadeé por un largo momento y dirigí mi mirada hacia ella. Cinthia me miraba con sus ojos bien abiertos, estábamos muy cerca y estaba odiando eso.

Metamaniac I: Profecía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora