Chiara Caballero
Era un día soleado, completamente de oeste a este del cielo, un suave color celeste sin nube alguna que interrumpiera los rayos del sol. Primavera, la época del año donde la tierra se avivaba, las flores brotaban y el césped se fortalecía. Yo era pequeña, en aquel día la familia había aprovechado para reunirse. Todos los Caballero, éramos muy unidos y a pesar de lo extenso que fuera el linaje todos nos llevábamos bien.
Estaba enojada limpiando las postas de caballos de mi abuelo Patrick, tomaba los baldes de agua y los lanzaba hacia las postas, luego iba a cargarlos otra vez. La frustración me manejaba en ese momento.
—Eh tranquila fiera, asustarás a los caballos con ese puchero. —Me dijo una voz a lo lejos. Era uno de mis familiares. Uno de mis cuántos bisabuelo y abuelos, ya que en ese rango también entraban algunos tíos anteriores a mi papá.
Él tenía cabello negro intenso como... Todos nosotros, solo que sus ojos eran de una tonalidad grisácea-ámbar, tenía pelo de longitud mediana con algunas canas y caspa, luego bigote y barba, le decíamos que tenía cola de pato, nunca le gustó ese apodo. Era mucho más alto que yo y una contextura física equilibrada.
—¿Por qué tengo que limpiar este chiquero? —Pregunté molesta. Mi bisabuelo se agachó mirándome.
—Te pareces tanto a tu abuelo Patrick... Debes hacerlo porque rompiste las reglas, lastimaste al primo David.
—Estábamos jugando.
—No, era un duelo limpio supervisado.
—¿Y por qué limpio las postas y no ayudo a David?
—A veces, cuando cometemos errores, hay que pagar con castigos.
—Te odio.
Le dije para hacerle una mueca sacándole la lengua, cada vez que yo hacía eso él la jalaba y reía. Simplemente molestaba a su sobrina... Con el tiempo los años pasaron, y así también dejaron de nacer nuevas anécdotas... No supe nada más sobre mi tío-bisabuelo, era un hombre familiar, muy honrado y amable. Siempre estaba para todos a pesar de vivir muy lejos del resto de la familia, él disfrutaba la vida de campo a pleno con mi primo David y mi tía-bisabuela Martha. Con los años que pasaban, los movimientos de la corona, mi entrenamiento y el de mi hermano, nos descuidamos del contacto. Sin embargo, mi padre jamás lo hizo. Él había recibido la orden de defunción de Conrad, Martha y David Caballero. Lloró su muerte por quién sabe cuánto, pero ahora lo tenía frente a mi. Parado, como si nada, mirándome como si estuviésemos en un reencuentro familiar. Sí, habían pasado muchos años. Pero, ahora que me había enterado de su muerte falsa, quería saber su verdadera razón para mentir y estar haciendo este tipo de cosas.
—Quién diría, estás hecha toda una guerrera. —Los camoz se quedaban expectantes, pacientes a órdenes. A mi me habían rodeado y lanzado a Dritt al centro. Él no había alcanzado a huir.
Chasqueé mi lengua.
—Y tú hecho todo un asesino—Declaré seria. Estaba siendo sincera. Cuando sentía una mala espina no podía mentir.
En el fondo algo dentro de mí ardía, se me hacía imposible ver a alguien de mí misma sangre haciendo estas atrocidades. A pesar de tener la fuerza no tenía la resistencia para tomar la espada y empuñarla contra él. Dritt se puso de pie, su bolso había sido confiscado, ahora no tenía nada con qué defenderse.
—Sigues siendo la misma malcriada de siempre.
—Basta de reunión familiar. ¿Por qué?
Pregunté sin más, él solo se dedicaba a sonreír de manera simple, él siempre había tenido una expresión tan alegre y divertida. Nunca lo veías de otra manera que no fuera sonriendo o riendo y la misma persona con la que había compartido comida y vino toda la infancia ahora estaba frente a mí, rodeado de su séquito de inútiles. ¿Iba a matarme? Grayson y yo éramos hermanos para David. Llevaba mínimo una década con este estilo de vida nuevo.
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Metamaniac I: Profecía Mortal
FantasyChiara Caballero, una mercenaria tenaz, se convierte en la única esperanza de la humanidad cuando el Titán de la muerte amenaza con destruir Terys. Ella deberá enfrentarse a múltiples enemigos que intentarán detenerla de su cometido, formará vínculo...