Capítulo 31: Amada Libertad

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Chiara Caballero

Cuando abracé a Rodwin y lo mantuve firme contra mí, comencé a sentir la liviandad que suavemente acarició todo mi cuerpo y me dejó tomar aire firmemente. El aire ya no estaba frío, no congelaba los pulmones, no sentía la pesadez de la armadura... Un sentimiento mágico que le daba la sensación nostálgica a mi cuerpo de estar en casa.

Abrí mis ojos, una dulce y agradable luz natural bañaba mi ser pacíficamente, era encantadora y cálida. No sentía dolor, tampoco tristeza, furia o ira... Estaba en armonía conmigo misma y todo lo que me rodeaba, sentía la satisfacción de un trabajo completo. Hace mucho no rondaba en mi aquel sentimiento de tranquilidad y grata quietud. Hasta el aire que respiraba amansaba mi ser, era tan ligero que embriagaba la cabeza y la mecía como una cuna a un bebé... La naturaleza tiene tantos dones tan inexplicables... Y eso solo la hace más hermosa e irrepetible.

Me miré a mí misma, mis manos, pelo y cuerpo. Seguía siendo yo, llevaba mis ropas menos la armadura, mis cicatrices y Xeranoth que no estaban. Llevé mi mano a mi pecho para tomar el anillo que colgaba de mi cuello. Siempre lo llevaba encima, lo tomé suavemente y acaricié al notar que estaba en un lugar desconocido.

Era una plaza gigante, un jardín flotante... Levitaba y viajaba en el cielo como si fuera una nube. El cielo se mantenía tranquilo y los rayos del sol resplandecientes, pero no quemaban. Miré al frente, estaba ante la entrada de ese misterioso, pero melódico lugar.

Había gente, charlando, riendo, esperando... Era un ambiente muy alegre, familiar y tranquilo. Lleno de gracia y belleza, con virtudes que mi corta mente no podía darle otras palabras más descriptivas que esas.

Una plaza con pilares y columnas blanquecinas y altas, con gran población de plantas y flores por donde sea que se mirara, una fuente en el centro... Todo estaba hecho del material más divino que existiera.

Esto era el Paraíso, el más allá para los seres que han tenido actos heroicos, bondadosos y amables en vida. Los que han sido nobles de corazón y no merecen un castigo. Donde pueden descansar con sus seres queridos luego de años de arduo trabajo y esfuerzo.

Habían familias, amigos, parejas, abuelos, nietos, padres e hijos... Una cantidad de encuentros que mi mente no lograba calcular, no importaba si eran pocos o muchos. La gente era feliz de verdad. Perdonaba, amaba, protegía y elogiaba... Era cautivador.

Yo, por un momento, creí haber olvidado caminar... ¿A dónde tenía que ir? Mis pies no se movían para nada, lo único que mi cuerpo utilizaba eran los ojos, que analizaban el lugar y todo lo que estaba sucediendo en él. La sorpresa y el asombro me mantenían inmóvil en mi lugar. No conocía a nadie, ¿Qué hacía yo ahí? Yo tenía que estar con mi padre, mis hermanos, Darío, Lázaro y Rodwin... Festejando, celebrando la victoria.

Tampoco merecía estar en ese lugar, tenía que quedarme en la tierra, mi vida aún continuaba.

Una voz resonó a lo lejos, despejó mi mente y me obligó a permanecer donde estaba, me borró los pensamientos de mi cabeza y revivió cada uno de los movimientos de mi cuerpo.

—¿Chiara?

Me había dado la media vuelta dispuesta a buscar la salida, pero esa pregunta me hizo volver a mi posición original. Esa voz dulce y cautivadora, no podía resistirme a evitar responder. Cuando volví a dar otra media vuelta, allí estaba, la mujer más bella y cariñosa que pude haber conocido en toda mi vida, que siempre cuidó, amó y vivió con pasión plena. Mi mamá.

Estaba igual al último día que la vi, que cada vez se repite en mi cabeza noche tras noche. El cabello marrón lacio y largo, unos ojos de un azul resplandeciente y un par de pecas en su rostro... Era alta, muchísimo... Llevaba puesta una toga blanquecina con un manto color bordó al hombro con trazos dorados y una corona de laurel dorada. No importaba que llevase, tampoco si estaba desnuda, con traje de bufón o el más avergonzado de todos, ella siempre seguiría siendo hermosa.

Metamaniac I: Profecía MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora