O N C E

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Evan.

No sé que tendrá esta mujer, solo lo hicimos una vez, anoche y fue excepcional, me volvió loco y no supe como actuar.

Andiamo in camera mia.

No tengo idea de porque pero su voz algo gruesa susurrando palabras en italiano, me calienta en más sentidos de los que quiero aceptar.

—¿Que?

Sonríe, le gusta que no sepa lo que dice, acerca sus labios a mi oído, deja una mordida delicada en el lóbulo de mi oreja y siento mi espalda acalambrarse.

—Vamos a mi habitación.

—¿Como digo, con mucho gusto hermosa mujer de fuego?

La escucho soltar una carcajada, es la primera vez y me deja estancado, paralizado y con una extraña sensación de querer escucharla más seguido.

—Puedes decir enchanté y eso sería sexy.

Subo mi mano a su cuello, sé que le gusta, puedo verlo en sus ojos. Ejerzo un poco de presión que la hace cerrar los ojos.

Enchaté.

Sonríe, y me guía hasta su habitación, donde se quita la bata y se da la vuelta a mirarme. Sus lindos pezones se marcan contra la delgada tela marrón del camisón de tiras, que le llega un poco más abajo de sus redondas y perfectas nalgas.

—¿Y bien, señor Beily?

La veo fijamente, tratando de buscar dudas, sin embargo, el hecho de estar en su terreno parece darle un aire atigrado, salvaje que me mantiene loco y adicto.

¿Que clase de locura es esta? El cuerpo me pide a gritos poseerla o ser poseído y eso me provoca una sensación que ignoro por completo.

—Alexandra.

Me acerco y de inmediato veo sus labios abrirse ligeramente.

—Evan.—es todo. La sostengo con fuerza, pongo mis manos en su trasero y la pego a mi, para que sienta lo que provoca.

Sus labios buscan los míos, su lengua se mueve suave, cálida e hipnotizante contra la mía. Quiero rasgar ese pijama tan provocador, verla con los pedazos a su alrededor, pero temo asustarla, así que lo descarto. Bajo mis labios a su mandíbula y cuello, donde dejo pequeñas mordidas.

—Señora Salvatore, voy a despojarla de esta prenda tan provocadora, si me permite.

Me separo lo suficiente como para hacerlo, no puedo evitar gemir antes las vistas. Sus pechos quedan expuestos, me vuelvo fan de su mirada, porque no luce atormentado de estar en paños menores frente a mi, de hecho, todo lo contrario. Su ropa interior color rose gold con pequeños lazos en sus costados que adornan aún más sus caderas.

Mando todo a la mierda, el desespero puede conmigo, me muero por entrar en ella, así que la empujo suavemente hasta la cama, Alexandra se mueve hasta las almohadas y se acomoda para verme quitar la camisa. La tomo de los pies y la jalo hasta mi, su pelvis chocando con la mía.

Mierda sí. Me dejo caer sobre ella sin hacerle daño, la escucho jadear por el contacto de nuestros sexos a través de la ropa.

Muevo mis caderas mientras la beso, Lexy suelta un gemido que protesto como mío en un beso terriblemente embriagante.

—Evan, po-por favor, no puedo más.

Sus pechos estaban apuntándome, expectantes. Pongo un de ellos en mi boca y la mujer bajo mi cuerpo se arquea, enloquecida.

—Sabes delicioso, Alexandra, me pregunto si eso implica todo tu cuerpo.

Dejo que mi mano viaje a su centro altamente reactivo, muevo la ropa interior y gimo al sentir su cálido lugar. Acaricio sus labios vaginales, esparzo sus fluidos por todos lados y cuando la siento temblar, introduzco uno de mis dedos, tengo que  inhalar con fuerza para no volverme loco.

Bella Donna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora