D O C E

288 13 1
                                    

Lexy.

Observo mi reflejo en el espejo, mi hija viene vestida con su hermoso uniforme celeste.

—Hola, mi amor.—Sonríe, Martha viene tras ella con un peine y crema para peinar.—¿Huyendo de Martha?

—Es que no me quiero peinar, mami.

Martha suspira.—Vas a matarme un día de estos, Mia.

—Hazle caso a Martha, Mía, ve con ella, que llegaremos tarde.

Antes de irme al trabajo, preparo la merienda de Mia, junto con Martha quien se dedica a lavar los platos del desayuno.

—Oye, anciana, yo...—Seca sus manos y me mira.—yo, puedes tomarte el fin de semana, Mauricio pasará por Mia y yo...yo me encargaré.

Sonríe.—¿Va a venir ese amigo tuyo, el guapo de lentes?

Inevitablemente me sonrojo.—No lo creo.

—Sí y yo nací ayer, niña.

—Para ya, Martha, no es lo que tu crees.—Aparto la vista y sigo en lo mío.

La escucho suspirar.—Tu estás grande, y eso suena a que me pides permiso, Alexis, recuerda que no soy tu madre o algo similar.

—Martha, tu eres parte de mi familia, y no quería que sonara así, yo solo...

Me sonríe, sin malicia, solo siendo la mujer que prácticamente me crió.

—Solo ten cuidado, niña, no todos los hombres son tan buenos como parecen. No digo que ese muchacho sea malo o algo, solo digo, sé quien eres, verifica en que terrenos quieres posar tu culo.

—Culo.—Repite Mia, sorprendiéndonos.

—¡Martha! ¡Mía, no digas malas palabras!

Ay Dios, no puedo evitar la carcajada que me atraviesa, comienzo a reír por el rostro de Martha, las tres terminamos riendo.

Olvido todo esto en cuanto me despido de Mia, la veo entrar a la escuela, una de las maestras me saluda, le devuelvo el saludo. Y según van pasando los minutos, y mientras redacto el contrato me siento incómoda, impaciente. Es un terreno extraño, que no descubro si es pantanoso lleno de arena movediza o es un hermoso llano plano de tierras completamente seguras.

Cuando termino con el contrato y lo leo más de cinco veces, cada vez sintiéndome más ridícula, se lo envío para que le revise.

Al siguiente día, luego de todo mi trayecto normal, es decir, llevar a mi hija, y venir a la oficina, aunque también llevé  a Martha al aeropuerto, va a visitar a su hija en sevilla por el fin de semana.

Levanto el teléfono.—Joan, antes de irte, deja la sala de juntas lista para mí.

—¿Necesita que me quede con usted?

—No por Dios, no.—digo demasiado rápido. Carraspeo.—No es necesario, Joan.

—¿Okay?

Cuelgo antes de que pueda dejarme aún más en evidencia. Me siento como cuando mi hermana y yo hacíamos travesuras, esa adrenalina corriendo por todas las venas de mi cuerpo, sin saber las consecuencias, y aunque trato de evitar pensarlo, como lo dijo Evan, pero no lo consigo, no puedo detener las miles de cosas que pueden salir mal, por eso no puedo trabajar y antes de que pueda tomarme un respiro, Joan entra luego de tocar para despedirse, no antes sin preguntar si necesitaba algo.

Le envío un correo.

De: Alexandra Salvatore.
Para: Evan Beily.
Asunto: firma de nuestro acuerdo.

Bella Donna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora