D I E C I S I E T E

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Evan.

—¿Te sirvo?—le ofrezco vino y ella asiente.—¿Porqué siempre te quedas muda?

Sonríe.—Muchos pensamientos a tu alrededor, me cuestiono si estoy haciendo lo correcto, busco errores.

—¿Como sabrás que es correcto?—da vueltas a su vino.

—Este vino es para nada barato.—es cierto, una botella me costó más de ochenta dólares.

Antes de soltar una carcajada, le enseño la botella, de nombre "barato".

—Ah, ya entendí.—ríe.—Debo admitir que es un gran truco de publicidad.

—Lo es, ¿que tal el trabajo hoy?—Trato de conversar mientras la pizza llega.

—¿Me permites?—Señala su cabello, y asiento, lo suelta de su coleta y suspira con satisfacción, verla ponerse cómoda a mi alrededor me deja inmóvil.—Lo siento.

Parpadeo para acostumbrarme a verla.

—No hay por qué.

—Fue un buen día, anoche por primera vez mostré a Mia en público y es triste, porque cualquiera pensaría que me avergüenza mi hija, pero no es así, en serio no lo es.

Concuerdo, llevo poco de conocerlas, pero en cuanto Alexandra ve a su hija, su brillo cambia, como si la una necesitara de la otra para encandilar a todo el universo.

»Se dicen muchas cosas malas sobre mí, el 99% es falsa, no quise que Mia fuese vinculada a esas atrocidades que dicen de mí, pero he tenido problemas con Mauro, y no quiero que se distorsionen las cosas.

—Solo quieres protegerla.—Asiente.—Leí alguna de las noticias, son muy buenas palabras, a diferencia de todo lo demás.

Sonríe sin mirarme.—Estoy muy feliz por eso, Jackie me ayudó mucho.

—Es una mujer muy simpática, aunque anoche me dio escalofríos sus mirada.—Suelta una carcajada.—Felicidades por eso, angelito.

—Muchas gracias.—Descansa su cabeza en sus mano, acariciando el cuero cabelludo de su nuca. Inevitablemente me acerco y acaricio su barbilla.—¿Qué haces?—Susurra, mirando mis labios.

Sonrío, también mirando sus labios, le susurro:—Siempre sabes lo que quiero hacer y aún así preguntas.

—Lo siento.—Muerde su labio inferior.—Vas a besarme.

—En efecto, voy a hacerlo.—Sonríe y la beso, porque sus labios suaves, exigentes y cálidos, con sabor a vino para nada barato, pero sin duda es mi mejor inversión. Suelta un sonidito de aprobación, cambio su mano por la mía y acaricio su nuca, perdida en el placer de mi toque, suelta mis labios y ladea su cabeza según mis dedos lo hacen.

—E-eso me gusta.—Beso su cuello, muerdo su piel suavemente. El ambiente es algo inexplicable, es como si todo estuviera puesto para nosotros, para que una vez más la haga mía, la música en los altavoces también nos favorece y juro por Dios que mi cuerpo ya está dispuesto, listo para tomarla.

—Eres tan malditamente caliente, hermosa, joder, angelito.—Suelta un gemido suave, el timbre suena, tomándonos de sorpresa, ambos saltamos del susto.—Mierda, la pizza.

Alexandra empieza a reír de forma tan despreocupada, tan natural, tan ella y mierda, quiero gemir, estoy fascinado, creo que es evidente pero la observo, guardándome la imagen.

—¿Hay alguien en casa?—pregunta el repartidor.

¡No, idiota, no hay nadie, la pizza la pidieron los espíritus chocarreros!

Bella Donna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora