35. El sombrero de strappy.

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- ¿Y pepe? -me pregunta yayuas tras beber un sorbo de café cargado que le cedí.

-Lo mismo me pregunto yo, hermano. -contesto y suspiro.

-Hmm... dime ¿qué tal va todo en su matrimonio?

-Fantástico.

- ¿Cómo ha estado tomando lo de tu ya notorio embarazo? -enarca una ceja y vuelve a beber otro sorbo de café.

-Es un lindo. -sonreí como una completa boba. Juro que para ese entonces, mis mejillas se ruborizaron-. ¿Por qué la pregunta? -frunzo el ceño. Mi hermano cuestionándome no es muy común.

Una sonora carcajada invade el comedor de mi acogedor hogar, es la suya.

-Ay pequeñaja, tú sabes a lo que me refiero con esa pregunta. -me dice luego de limpiar una imaginaria lágrima de su ojo izquierdo.

-Ahh... -suelto.

- ¡Sexo, duh! -exclama.

Bingo.

-Oh, pues, él no me ha demostrado su urgencia por tener.

-Debe de estar sufriendo el pobre. -dice y suelta una risita burlona.

-Pero debe de comprender que por el estado en el que estoy, no se puede.

-Ajá pero cuantas veces no a de estar... tú sabes... eso.

- ¡Yayuas! -exclamo y me cubro el rostro que estoy por segura ya se me puso como tomate en martes de frutas y verduras- ¡No mames!

-No mamo mi amor pero ¿acaso no lo has pensado? -se me queda viendo y su rostro se ve divertido, reprimiendo bastantes carcajadas.

-Ay Jesucristo, juro no lo pensé pero ya que lo dices... -descubro mi rostro y lo miro- no lo creo.

-Ups.

-Hermano, neta... ¡Ay no! -dicho esto, todas sus carcajadas reprimidas, se escuchan sonoramente en el comedor y yo me siento hiperventilada. Puto de mi hermano, qué cosas dice.

"Tampoco es que seas una santa, cariño" reprocha mi subconsciente y por desgracia, tiene razón.

-Te amo hermanita y lo sabes. -palmea mi hombro varias veces con delicadez-. Pero al chile, ¿no lo habías pensado?

-N-No, ósea puede que haya pensado en que debe tal vez estar sofocado por mi culpa pero... nunca que pueda estar um, desesperado por tener sexo. -neta mis mejillas arden a más no poder.

-Deberías preguntárselo. -sugiere.

-Claro yayuas, claro, como si me lo fuese a decir. -ruedo los ojos.

-Al menos inténtalo, no pierdes nada. -se encoge de hombros.

-Qué oso.

-A tu edad, decir eso, no queda.

-Si señoras cuarentonas quieren sentirse jóvenes de nuevo con sus pinches vestiditos para ir a una quinceañera ¿por qué yo no puedo decir lo que se dé la puta gana?

-Ya regresó mi pequeñaja. -sonríe victorioso.

- ¿Huh? -enarco una ceja, no entiendo a qué coños se refiere.

-Últimamente has estado rara y no eres la pequeñaja de siempre. -explica y ahora es cuando le entiendo, bien.

-El embarazo me tiene así ¿qué quieres que haga? -gruño.

-Uy, qué modesta. Te haré una pregunta y quiero que me la contestes con toda la sinceridad del mundo.

-De acuerdo, adelante.

Problemas. [3ra. Temporada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora