SER Y SENTIR.

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Anna no lo podía creer: ahí estaba Draco. Roto, pero tan guapo como siempre. Era su novio, su primer amor, todo lo que ella necesitaba. Lo tenía delante de sus propios ojos... y no fue capaz de articular palabra.

Anna se limitó a quedarse frente a él, en silencio, incapaz de decir nada.

Fue una suerte para ella el que Draco se hubiese percatado de su presencia, pues este se giró y la vio, quedándose quieto también. Y es que es difícil decir nada cuando lo quieres decir todo.

Ambos se acercaron al otro y se abrazaron. Porque no había palabras, gestos, ni besos que valiesen y los llenasen más que aquel abrazo. Aquel abrazo por el que tanto habían estado luchando. Aquel abrazo que llevaban 2 años prometiéndose, que nunca pensaron que volverían a darse.

Y es que con aquel abrazo nada pareció importar ya: ambos estaban en casa. No podían creer el que estuviesen juntos de nuevo después de tanto tiempo, de tantas pérdidas, de tantas luchas y desesperaciones... Al fin estaban a salvo.

Tenían mucho que contarse, pues 2 años habían dado para muchas cosas: Anna quería saber todo sobre lo que había sido de la vida de Draco durante tanto tiempo y la razón por la cual nunca le escribió, y Draco quería saber todo sobre lo que durante un tiempo fue la vida de Anna: sus amistades, su falso novio, su trabajo... pero ambos sabían que no era el momento, pues tendrían toda una vida para hablar sobre ello, ya que una vez juntos no pensaban volver a separarse nunca más.

Anna al fin sintió que volvía a ser ella misma, la chica de la que Draco se había enamorado, la amiga a la que tanta lealtad habían jurado, la hija que tuvo que dejar marchar a sus padres para no hacerles daño... La persona que prometió no rendirse nunca y siempre regresar a Draco: y al fin lo había hecho.

¿Y qué decir de Draco? Anna lo era todo para él: Anna había sido su salvación, y no tenía problema alguno en admitirlo. Siempre había sido un chico solitario, vanidoso y cruel, pero con Anna todo era distinto: con Anna había logrado ser la mejor versión de sí mismo: había logrado ser un novio fiel, atento y sincero, sin secretos que esconder. Por primera vez, gracias a Anna, Draco logró abrirse al mundo para ser quien realmente quiso ser. Aquella sangre sucia, el perrito faldero de su enemigo, había logrado dar a conocer la mejor parte de él, una parte que ni siquiera él sabía que tenía.

Y es que dicen que el amor todo lo puede, ¿no? Y esta no fue una excepción, pues toda lucha tiene su victoria, y en el amor rendirse nunca es una opción.

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