Capitulo 1

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Londres, 1806

Un carruaje se detuvo frente a la casona de Berkley Square. Pertenecia a la duquesa de Magnus, pero de él descendió una impostora.
Iba vestida con ropa de viaje oscuras, sencillas y modestas, y cubierta con una capa gruesa y amplia. Al igual que la duquesa, la mujer era alta y de formas redondeadas, y hablaba con el mismo acento aristocrático. También como ella, llevaba los castaños cabellos recogidos en la nuca.
Sin embargo, para quien supiera discernirla, la diferencia era obvia. La impostora tenia un rostro dulce y de lineas suaves, en el que resaltaban los grandes ojos azules que brillaban de una forma serena. Su voz era profunda, cálida, sonora. Las manos permanecian quietas y se movia con gracia sosegada, en vez de con la enérgica seguridad de la duquesa. La mujer se mostraba delicada al sonreir, tranquila cuando fruncia el entrecejo y absolutamente libre si reia. De hecho, parecia sopesar cada una de sus emociones antes de permitirse expresarlas, como si en el pasado se hubiera negado arisca, si observadora, sosegada y, quizás, un tanto reservada.
Cualquier persona de criterio habria reconocido las diferencias entre la duquesa y la impostora, pero, por fortuna para miss Anastasia Leila Rose Elizabeth de Steele, en esos momentos no habia nadie en Londres capaz de distinguirlas, con la excepción del palafrenero, el cochero y un criado, todos ellos leales tanto a su prima, la duquesa real, como a la propia Anastasia, dama de compañia de la duquesa. Ninguno de ellos obstaculizaria la misión que se le habia encomendado a Anastasia.
Jamás dirian la verdad a mister Christian Grey.

A Anastasia le dio un vuelco el corazón cuando el mayordomo de rostro imperturbable que servia a mister Christian Grey la anunció en medio de la resonante y amplia antesala vacia.
----Su Excelencia, la duquesa de Magnus.
Al oir que éste la presentaba de manera tal formal, Anastasia desvió la mirada. Deseó que Leila estuviera allí, que no hubiera tenido que enviarla a ella para ocuparse de otro asunto más importante.
Ojalá, se dijo, no hubiera aceptado, por su parte, hacerse pasar por su prima.
En el otro extremo del salón, un criado de librea le hizo una reverencia y acto seguido desapareció por otra puerta. Volvió al cabo de un momento y movió la cabeza ante el mayordomo en señal de asentimiento.
---- El señor está ocupado--dijo el mayordomo, volviendose hacia Anastasia---, pero no tardará en recibirla. Aprovecho, señora, para presentarme : soy Jason Taylor. ¿ Me permite su capa y su sombrero?
Apenas pasaba del mediodia, pero la niebla del exterior transformaba la luz del sol en una penumbra grisácea. La luz de las velas no era suficiente para iluminar los rincones más oscuros del enorme vestibulo de mister Grey, un espacio diseñado para transmitir, de la manera más inequivoca, la riqueza de su propietario.
Anastasia no pudo evitar fruncir la nariz en un gesto despectivo.
Taylor se sobresaltó un poco, como si ocupara ante ella el lugar del amo en ese momento.
Era comprensible que mister Grey se hubiera quedado con aquella mansión, ya que deseaba que todos supieran que vivia en la opulencia. Al fin y al cabo, no era más que un americano chiflado que soñaba con un matrimonio que le concediera un titulo de nobleza.
La habitación estaba decorada con cortinajes de terciopelo verde intenso y dorado, y con una profusión de cristales tallados y espejos biselados de extraordinarios buen gusto. Anastasia se complacia con la idea de que mister Grey lo habia comprado en esas condiciones y estaba pensando en afearlo llenándolo de trastos de estilo chino, algo a tal punto vulgar----Anastasia no pudo evitar una sonrisa---que incluso el mismisimo princepe de Gales sentia adoración por ello.
Taylor se relajó y recobró su impasibilidad.
La miraba demasiado de cerca. ¿ Era porque pensaba que se trataba de la duquesa? ¿ Acaso obedecia instrucciones de su amo?
Anastasia se quitó el sombrero y los guantes, que colocó encima de aquél, y tendió las prendas al mayordomo sin mostrar el menos signo de inquetud. Al fin y al cabo,¿por qué motivo habria de inquietarse? Aquella no era más que otra prueba de que Anastasia habia recorrido toda Europa en compañia de la duquesa y habia adquirido tanto la facilidad de palabra como la confianza en si misma que caracterizaban cada acto de Leila. No seria por falta de experiencia, pues la duquesa y ella las habian tenido a raudales. Era porque Anastasia era timida por naturaleza.
La joven suspiró mientras tendia la capa al mayordomo. No recordaba un solo momento en que los gritos de su padre no la hubieran paralizado de terror, o en que los ojos entrecerrados de su madrastra no hubiesen tenido el poder de convertirla en un flan. Por eso cultivaba una apariencia serena. Puede que fuese cobarde, pero no tenia motivos para estar proclamandolo a los cuatro vientos.

Hola chicas , me bloquearon mi cuenta de viviMeza6. No puedo entrar. Asi que hice este nuevo perfil. Espero seguir compartiendo historias con ustedes.

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