Capitulo 2

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---Si su Excelencia se digna seguirme al salón...En un momento le traeré un refrigerio--dijo Jason----. Su Excelencia, debe de estar exhausta después de un viaje tan largo.
----No lo ha sido tanto--respondió Anastasia mientras cruzaba con él  el umbral de la alta puerta situada a la izquierda---- He pasado la noche en la posada de Red Robin y,  de hecho que la mañana sólo han sido cuatro horas de camino.
   La impasibilidad del mayordomo se esfumó, borrada por una fugaz expresión de horror.
-----Su Excelencia--dijo---, permitame una sugerencia. Cuando se halle ante mister Grey será mejor que no le mencione haber seguido con tan poca diligencia sus instrucciones.
   Anastasia dejó de observar aquella habitación dispuesta de un modo tan elegante y, con los parpados entornados, imitando a la perfección el gesto de su prima, clavó la mirada en el mayordomo mientras se mantenia en el más gélido de l9s silencios.
   Aquello no fue facil de soportar para Jason.
----Disculpe usted, Excelencia, enseguida traeré el té.
----Gracias--respondió Anastasia sin perder la compostura----, y traiga también alguna otra cosa más sustanciosa.---Sospechaba que mister Grey la haria esperar aún, y hacia ya cinco horas que habia desayunado.
   Jason se retiró, y Anastasia se dispuso a escrutar la que seria su grandiosa prisión.
   La luz penetraba a través de los altos ventanales, las llamas de las velas producian una especie de hermoso oleaje dorado en las paredes. En una de ellas, Anastasia observó que habia cantidad de libros. La estanteria que los contenia, que se elevaba más de tres metros, era elegante y respondia a una sencilla decoración de colores carmesi y creama. En el suelo, la alfombra persa repetia un patrón de dibujos azul caro y carmesi sobre un fondo tambien crema. Descubrió unos estilizados jarrones orientales de color azul y blanco que contenian rosas rosadas. Los olores de las encuadernaciones de piel, de las flores recién cortadas y de la madera lustrada contribuian a crear un aroma que Anastasia juzgó inequivocamente britanico. En aquella habitación todo estaba dispuesto para que los huéspedes se sintieran a gusto.
   Pero Anastasia no queria relajarse, bajar la guardia no le parecia una medida sabia y a decir verdad, el mero pensamiento de que habria de entrevistarse con mister Grey le encogia el estómago. Claro que tampoco tenia que bailar al ritmo que él marcara. De todos modos, cuanto más esperara, más intranquila se iria sintiendo.
   Los importante era que él no lo adviertiese.
Con absoluta soltura, se dirigió hacia la estanteria y echó una ojeada al titulo de los libros. Alli estaba la Iliada y la Odisea. Volvió a hacer una mueca de desdén. Mister Grey era un bárbaro de la colonias, un hombre, por lo tanto, sin ninguna instrucción. Era posible que aquellos libros pertenecieran al anterior propietario. O quizá mister Grey los habia adquirido sólo para embriagarse con el aroma de las encuadernaciones.
    De pronto, uno de los titulos atrajo su mirada. Se trataba de Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. Aquel libro era para ella como un viejo amigo, por lo que tendió los brazos hacia él con el proposito de retirarlo de su estante, que se hallaba justo por ensima de su cabeza. Viendo que no podia rozar siquiera el lomo con los dedos, Anastasia buscó en su rededor hasta que encontró una escalerilla de biblioteca. La arrastró consigo y, subiendose a ella, logró su propósito.
    Habia leido aquel libro en más de una ocación, de modo que le costó trabajo dar con el pasaje en que Robison encuentra por primera vez a Viernes. Se trataba de su episodio favorito, y no pudo resistirse a leer las primeras lineas. Y las siguientes, y mucho más.
   No sabia qué fuerza la arrastraba hacia la isla deshabitada en  la que Robinson naufragaba y poco a poco, iba perdiendo las esperanzas de mantenerse con vida. No lo entendia demasiado; sin embargo, experimentaba una sensación que recorria su espalda como una tibia acaricia. Lentamente, con la cautela de la presa que se sabe al acecho del depredador; volvió la cabeza y se encontró con la mirada del elegante caballero que se hallaba en el umbral de la puerta.
   En el transcurso de sus viajes habia tenido oportunidad de conocer a muchos hombres notables y encantadores, pero ninguno le habia  resultado tan apuesto como aquél, aunque todos hubieran sido más facinantes. No era un hombre, sino una austera estatua en blanco y negro, tallado en tosco granito y sueños adolecentes. No podia decirse que sus facciones fueran precisamente hermosas, pues la nariz era delgada y algo torcida, los párpados resultaban pesados, los pómulos demasiados pronunciadod, duros y hundidos. Sin embargo, emanaba de él una suerte de poder, de fuerza, que hizo estremecer a Anastasia.
    Cobró aliento con dificultad y sonrió.
    Aquella boca...Era muy sensual. Sus labios eran gruesos, muy gruesos, amplios, muy amplios, y sus dientes tan blancos, grandes y fuertes como los de un lobo. Parecia un hombre que no se divertia demasiado con la vida, aunque lo cierto era que estaba disfrutando con la presencia de ella, algo que, poco después, Anastasia advirtió mortificada. Permanecia sobre la escalerilla, conservando en las manos uno de sus libros , y ajena a la grave realidad de su situación. Ella era una impostora y habia sido inviada alli para calmar a aquel hombre hasta que llegara la duquesa.
   ¿ Calmarlo? ¿ A él? No parecia una tarea facil. Nada lo apaciguará. Nada excepto...Bueno, lo que fuera que él buscara. Anastasia no era tan tonta para no saber de qué se trataba.
   La realidad más inmediata era que debía bajar de la escalerilla y,  necesariamente,  exponer sus tobillos a los ojos de aquel hombre.  Él la estaba mirando , y no sólo eso ,sino que observaba su figura como si apreciara, impresionado ,los detalles más sutiles de su anatomía.  Su mirada le recorrió la nuca , la espalda y las piernas con tal intensidad que Anastasia tuvo la impresión de que aquel hombre querría verla cubierta sólo con sus enaguas,  y eso en el mejor de los casos.
   Bien. No pudia mirarlo a los ojos. Sin embargo, logró cerrar el libro y hablar.
----Mister Grey--dijo, y esperó que su tono resultara sereno----. Me he permitido la libertad de ojear su formidable biblioteca.----<<Un tono muy tranquilo, absolutamente civilizado>>, juzgó sobre si misma----. Tiene muchos titulos--añadió con un además de la mano que pretendia abarcarlos. <<Trivial>>, pensó Anastasia.
  No agregó nada más, y tampoco él aceptó su propuesta de conversación, ni con gestos, ni con palabras.
   Debido al silencio , Anastasia se puso más a la defensiva.
    Si lo que pretendía era intimidarla,  lo estaba consiguiendo.
En  ese momento en que ella estaba a punto de abrir la boca --no sabía para qué , pero sin duda para decir algo que doblegara aquella bestia pretenciosa---- él se  le acercó.
    Anastasia comprendió que no había exagerado al compararlo con una bestia. Se movía como una pantera al acecho,  con suavidad y rapidez,  y ella era su presa.  Cuando más cerca  lo tenía,  más alto y corpulento le parecía.  Semejaba un elemento de la naturaleza, una montaña escarpada quizás,  un mar poderoso,  tal vez ,o una fiera salvaje que se disponía a clavarle Las garras que , por el momento ,mantenía ocultas.
    <<Dios mio, ¿adónde me has enviado, Leila?>>, pensó al sentirse invadida por el pánico.
   Lo tenia a su lado. Miró su rostro enmarcado por un cabello tan claro que asemejaba un halo alrededor de aquellas facciones abruptas, esperó que la bestia mostrase las garras.
   Despacio, mister Grey alzó los brazos y la sujetó de la cintura con ambas manos. Ella lo sintió como un fuego confortable en medio de un crudo invierno. Nunca la habia tocado un hombre, no, al menos, una bestia de proporciones épicas, un hombre implacable que pretendia abrirse camino entre el refinamiento de la alta sociedad inglesa. Presionó su talle con las manos, como si quisiera valorar si era educado, y, por su expresión, le pareció aceptable. Más aún, agradable.
   Y ella ...Todo en él atraia sus sentidos con tal avidez que se sentia a un tiempo incómoda y dichosa. Anastasia advirtió que su  propia respiración se habia vuelto lenta, cautelosa, como si al hacer dos inspiraciones profundas, una tras otra, la hubiese consumido un incendio espontáneo.
   El aroma que emanaba de él acentuaba su malestar. Olia a...
Si , eso era al aire vivificante y tranquilo de las cumbres alpinas, como un cedro del Libano, como un hombre capaz de dar placer. Pero...¿cómo sabia ella eso? Era pura como la nieve y estaba dispuesta a permanecer asi el resto de su vida.
   Los hombres no se casan con damas de compañía de veinticuadro años , sin dote ni esperanzas detenerla algún día.
   Descubriendo sus garras, mister Grey la alzó para depositarla sobre el suelo,  Anastasia ,que no lo esperaba, perdió el equilibrio y dejó caer el libro,  que cayó con un ruido sordo.
   Mister Grey apretó su cuerpo contra el de ella.
   Anastasia se tambaleó y, de menera puramente instintiva, se  aferró a sus hombros. Le parecieron fuertes y firmes como una  roca en medio de una tormenta.
   Despacio, poco a poco, mister Grey permitió que Anastasia se delizarse hacia bajo, como si él fuera un tobogán y ella una niña ingenua. Pero no se sentia como una niña, sino como una mujer, confusa, desbordada, arrastrada por un deseo absurdo hacia un hombre a quien acababa de conocer. Un hombre que , ella lo sabia, era considerado un sinverguenza descarado. ¡ Ella que siempre habia tenido claro cómo controlar sus emociones!
   Justo antes de que sus pies tocaran el suelo, él la retuvo y la  miró a los ojos. Anastasia observó sus pupilas ,de un gris palido como dos pequeños  retazos de un cielo gris infernal. Aquellos  ojos la desconcertaron con su franqueza y la adularon sin que fueran necesarias las palabras.
    Ella se ruborizó; como tantas otras veces, su piel se tornó carmesi.
   Se sentia incómoda a la par que fascinada, e inmensa en una situación de riesgo como nunca habia vivido. Intentó pensar qué habria hecho la duquesa en su lugar: Sin embargo, la duquesa, con sus modos directos y expeditivos, nunca se habria permitido hallarse en una circunstancia tan desfavorable.
----Bienvenida a mi casa, Excelencia--dijo mister Grey, con voz ronca de experto seductor.
   Luego permitió que los pies de Anastasia se posaran finalmente en el suelo y aguardó, como si esperase que ella echara a correr acto seguido.
   No obstante, la joven retrocedió unos pasos con toda la dignidad de una verdadera duquesa.
   Durante un instante, él mantuvo las manos en la cintura de ella, antes de dejar caer los brazos a los lados. Entonces dijo, no  sin cierto tono de amenaza:
-----Hace mucho, mucho tiempo que esperaba este dia.

Un Beso TuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora