Epilogo

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Los personajes de Naruto, no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro. La imagen no me pertenece y los créditos son para su creador. La encontré y me gustó para este capítulo.



¿Porque estás enfadado cariño?—pregunto la ojiperla a su hijo menor, de apenas cuatro años. El hijo menor de Izuna y Hinata, nació seis años después del primogénito, Shisui. El pequeño aun no comenzaba con los entrenamientos y a eso, se debía su molestia—¡Jiro...! ¿Que pasa?—Hinata trataba de no reírse con la adorable expresión de su bebé, como lo nombraba ella, aunque Jiro, ya no quería que lo hiciera.

—Papá, se llevó a Shisui, para entrenar y a mí me dejaron aquí—el niño era casi una réplica de su padre, incluso su actitud se semejaba con Izuna—Todos lo prefieren a él, hasta el tío Madara, solo con Shisui entrena en serio, y cuando lo hace conmigo, no usa nada de fuerza, porque cree que soy muy débil—mientras lo decía, tenía los brazos cruzados y trataba de mostrarse fuerte.

—¿Entonces no te gusta quedarte conmigo?—Hinata fingió tristeza.

—Si me gusta estar contigo, pero quiero entrenar, para ser mas fuerte y poder protegerte de todos—soltó el pequeño—Papá siempre dice, que hay muchos buitres queriendo llevarte de su lado y yo quiero quemarlos a todos, cuándo pasen volando con mi jutsu de Katon—la ex Hyuga negó con la cabeza e hizo una nota mental sobre reprender a su esposo por decir eso, frente a su niño, que aún no entendía el doble sentido de sus palabras.

—Pero Jiro, ese jutsu es muy peligroso para alguien tan pequeño como tú, ademas lleva años de práctica para poder realizarlo—el niño la miró ofendido y colocó su cuerpo en posición de ataque—la ojiperla imagino, que había mirado entrenar a Sasuke o bien, a otro miembro del clan, sin embargo su rostro divertido, pasó a uno de puro asombro, cuando una bola de fuego fue expulsada de la boca del pequeño. Agradeció que estaban en el cementerio, colocando flores en la tumba se Shisui, porque si hubieran estado dentro de la mansión, algo se hubiera incendiado—¡Jiro! ¿Cuando aprendiste hacer eso?

—Cuando papá le decía a tío Madara, en el festival de la aldea, que muchos buitres volaban encima de ti, queriendo llevarte lejos de él... Mamá... yo no quería que ningún ave, te lleve arriba de las montañas y tuve mucho miedo—el pequeño se veía genuinamente asustado—Toda esa noche estuve vigilando la casa, para que ningún animal con alas, se acercara, y fue cuando mis ojos cambiaron—la ojiperla se tapó la boca cuando miró el Sharingan en los ojos de su hijo.

La noche del festival, había sido dos meses atrás y su esposo se apegó a ella, cuando Gaara la saludó, al momento en que la levantó con la arena, para mostrarle a Jiro, el cual quedó fascinado, con lo que el Kazekage hacía... Mas tarde, Tobirama la llamó para informarle algo sobre un pergamino y desde ese momento, su esposo, no se retiró de su lado. Ella no pensó que se había molestado, puesto que no le mencionó nada al respecto, pero ahora se daba cuenta, que estaba equivocada.

Luego del nacimiento de Shisui, Hashirama y Hiasi, se preocuparon por el bebé. Temían que hubiera heredado la extraña condición de Hinata y entre los dos, le informaron a Tobirama, quien era el mejor, buscando jutsus, o bien, inventándolos. Izuna también fue convocado, para que lo supiera, pues su esposa se tendría que someter a largos periodos de pruebas y estas, serían con Tobirama.

Izuna casi sufre un colapso nervioso. No quería que su ojiperla pasara tanto tiempo, con ese antisocial, sin embargo, el miedo a que algo malo le volviera ocurrir a su mujer, lo obligó aceptar. Por otro lado, también existía la probabilidad, que Shisui lo hubiera heredado, lo cual la puso muy triste. El azabache quería ver feliz a su esposa y no interfirió con las pruebas.

Tres años luego del nacimiento de Shisui, se comprobó que no había heredado la condición de la madre y en ese tiempo, Tobirama, realizó un sello para dejar inactivo el poder de la ex Hyuga. El sello no le afectaba en nada, solo se concentró en dejar inactivo el Tenseigan, de esa manera, nadie podía rastrearlo y tampoco podían obligarla a que lo activara. El sellado se tenía que repetir cada seis meses y era en la espalda de la joven.

Sentimientos ajenos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora