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x. estaré ahí para ti
La victoria de Gryffindor sobre Ravenclaw quedó opacada por la entrada de Sirius Black en Hogwarts, de nuevo.
No solo eso, sino que ésta vez logró entrar a la sala común de Gryffindor con un cuchillo y llegar al dormitorio de chicos de tercer curso.
Si no mató a nadie fue porque Ron Weasley se despertó y, al verlo, gritó y despertó a la torre de Gryffindor al completo. El prisionero había huido, aunque aquello no tuviera explicación alguna, y había dejado el colegio sumido en un caos.
Que Vega se hubiera quedado a dormir en la sala común de Gryffindor tras la fiesta de celebración y hubiera estado ahí cuando Black entró solo podía llamarse mala suerte.
Pero aquello había hecho que los rumores empeoraran y Harry estaba a punto de perder la paciencia del todo. Brigid lo notaba.
—Ni todos ellos juntos llegan a formar un cerebro completo —le dijo a Brigid en clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, después de que escucharan a Zacharias Smith susurrándole a Ernie Macmillan algo sobre Vega. Brigid había tenido que quitarle la varita para que no hechizara a Smith—. Malditos imbéciles.
No era un buen momento para apellidarse Black, sin duda.
Brigid no sabía qué hacer para animar a Harry. Había sacado el tema de que había logrado hacer un patronus corpóreo durante el partido, o algo similar, aunque no había llegado a distinguirlo completamente por la distancia y porque estaba demasiado concentrada en seguir a Harry con la mirada, para asegurarse de que no cayera de nuevo. Además, teniendo a Hermione a punto de sufrir un ataque de nervios a su lado no le había ayudado.
El colegio parecía haber vuelto al curso anterior, cuando todos insistían en que Harry —y, algunos, Vega— eran herederos de Slytherin y habían soltado un monstruo por el castillo para matar a los hijos de muggles.
El monstruo era diferente, pero los afectados por los rumores los mismos. Toda aquella situación molestaba a Brigid y así se lo dijo a Felicity cuando ésta fue a verla.
Lástima que fuera en plena clase de Pociones.
—¿Habla con alguien, señorita Diggory? —preguntó Snape justo a su espalda.
Brigid se puso rígida. Susan Bones, junto a ella, hizo un movimiento brusco con el brazo a causa de la sorpresa y, accidentalmente, golpeó a Brigid, que terminó volcando su caldero sobre la mesa. El contenido cayó hasta el suelo y un silencio sepulcral cayó sobre el aula.
—¿Estamos torpes, señorita Diggory? —La voz sedosa de Snape le puso los pelos de punta. El profesor se movió hasta ponerse frente a la mesa de Brigid.
Susan se apresuró a hablar.
—Ha sido culpa mía, profesor, le he dado un golpe y...
—Cállate, Bones —casi ladró, mirando a la pelirroja con desprecio—. ¿O deseas un castigo?
