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ix. qué sensación
La primera vez que Brigid Diggory abrazó a Harry Potter sin que hubiera tormenta fue cuando lo vio esperando en el patio a los carruajes que traían a los alumnos de regreso a la escuela.
Prim bajó de un salto del suyo y fue corriendo a abrazar a su amigo, con su energía habitual. Harry rio y respondió a su abrazo sin dudar.
—¿Tanto me echabas de menos, Jones?
—Cierra el pico, Potter.
Brigid bajó más tranquilamente del vehículo y fue hasta ellos dos. Harry la miró y sonrió. Parecía que iba a decir algo, pero Brigid, dejándose llevar por el momento, lo abrazó torpemente, arrepintiéndose al instante de lo que había hecho.
Sin embargo, Harry, tras un instante de sorpresa, también la abrazó.
El contacto no duró más de unos segundos y fue Brigid la que lo rompió, con las mejillas totalmente rojas. Harry rio.
—¿Eso significa que te gustó el regalo?
—No tenías por qué hacerlo —comentó ella, negando con la cabeza—. Fue demasiado.
—No te preocupes, yo... —Algo avergonzado, Harry se encogió de hombros—. Bueno, el dinero no es un gran problema para mí.
Potter. Claro, Brigid debería haber supuesto que tenía dinero de sobra. Su familia era antigua y sus antepasados debían de haber amasado una gran fortuna.
—Si lo hubiera sabido, te hubiera regalado algo mejor que un libro —murmuró Brigid.
—¿La gracia de los regalos no es que son una sorpresa? —rio Harry—. En cuanto vi ese anillo, me acordé de ti. ¿No me dijiste que Historia de la Magia y Astronomía eran tus asignaturas preferidas?
—Sí, me encantan, pero de todos modos...
—Además, tu libro me encantó —añadió Harry—. Vivo con Vega, sé lo mucho que significa un libro para las personas que los aman. Fue genial.
Brigid no se atrevió a preguntar por cómo había estado después de los sucedido en Las Tres Escobas, tampoco por Vega. Prim había corrido hasta Hermione y en ese momento ambas se abrazaban.
—¡Bree! —Felicity apareció junto a Harry, sonriendo ampliamente—. ¡Por fin podré hablar con alguien inteligente!
—¡Oye! —protestó Harry, ofendido.
Felicity le sacó la lengua.
—Vete a jugar con tu escoba nueva —replicó—. Ah, no, espera, no la tienes.
Harry miró a Brigid, negando con la cabeza.
—Nunca antes me había hablado así, está claro que eres una mala influencia para ella —acusó, dramáticamente.
