EL BOSQUE DE ĀTMĀ

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Desde ese pequeño encuentro con los Iskalec no disminuyeron el paso y las paradas que hacían para descansar y comer eran cada vez menos. Llevaban 3 días atravesando bosques y valles, poco a poco se internaban a las tierras del reino Yrano. Donde los pueblos no abundan, en cambio casi toda la población se concentraba en el gran castillo de Syrah, ubicado en el corazón del reino, no muy lejos del santuario.

Mientras tomaban uno de sus descansos para atender a los caballos y saciar el hambre, Dane practicaba esgrima con Osvál. Se notaban los avances en las habilidades del bardo, sus movimientos eran cada vez más fluidos y ya era capaz de defenderse de los golpes sin problema. Sus compañeros se lo reconocieron, esto alegro a Dane.

Prepararon la comida; un pescado que consiguieron en un arroyo cercano y comenzaron a hablar sobre las tierras donde se encontraban.

-¿Alguna vez han estado en Syrah? -preguntó el bardo.

-Algunas veces -contestó Hanna checando la cocción del pescado.

-Chiqui y yo hemos ido en ocasiones. Tengo buena relación con el rey Cavill -dijo Osvál.

-¡El rey Cavill! -se sorprendió el bardo -Es increíble que lo conozcas, es una persona admirable -Osvál asintió y comenzó a repartir pequeños trozos de pescado. El bardo se percato de que las chicas tenían una curiosa mirada de ilusión. Supuso que era por mencionar al rey Cavill, pues era bastante atractivo hasta para él. Lo llegó a conocer en uno de sus viajes, donde tuvo la buena fortuna de tocar para toda la familia real en una fiesta.

Comieron y Osvál comenzó a contar anécdotas que vivió junto al rey mientras las chicas seguían teniendo esa mirada de ilusión. Dane no recordaba un momento donde se divirtiera tanto. Terminaron de comer y retomaron el camino.

Poco a poco los árboles eran escasos y comenzaba a asomarse una pradera; Dane no había visitado estas tierras de Yrano, se preguntaba que tanto había en el mundo que el ignoraba, pero no era su culpa. En Radeverg, su reino natal, la educación no era muy buena, a menos que fueras un noble.
Cuando llegaron a la cima de una colina alcanzaron a ver el majestuoso castillo de Syrah; situado entre 2 montañas iluminandolo completamente, formando una hermosa escena. A Dane le encantaba ver el gran castillo y comenzaba a tener ganas de darle una visita, pero ese no era el destino del viaje.

Bajaron la colina y desviándose del camino delimitado, se dirigieron hacia lo que parecía otro bosque, de aspecto un poco turbio según los juicios del bardo, pero si algo había aprendido desde que conoció a Hanna, era que nada es lo que parece, así que se mantuvo expectante.

Se adentraron al bosque donde no había ningún camino, sin embargo, Osvál dirigía a los caballos como si hubiera uno. El suelo parecía arena negra y el aire era bastante pesado. Dane podría jurar que había unos ojos que estaban posado sobre ellos y no paraban de seguirlos con la mirada.
Poco a poco el bardo sentía como se le erizaban los vellos y no entendía cómo sus compañeros podían estar como si nada.

De pronto se comenzó a escuchar el sonido de unas fuertes pisadas; producidas por una criatura enorme. Osval detuvo a lo caballos mientras las pisadas se acercaban hacia ellos. Dane no espero una orden y desenvaino la espada, decidido a enfrentar lo que sea que viniera, pero su coraje se esfumo cuando una gruesa voz gritó.

-¡Intrusos! ¡Intrusos en el bosque!

-Ah, es Guidu -dijo Dara sin ninguna preocupación.

Cuando llegó la criatura llamada Guidu, el bardo paso saliva; era un troll vestido con un chaleco y taparrabos, traía lo que parecía el tronco de un árbol como arma.

-¡Largo de aquí malditas ratas!

-Guidu somos nosotros -dijo Osvál tratando de razonar con el troll.

-Nosotros ¿Quién? -preguntó el troll.

-Soy Osvál, ¿Me recuerdas? -Guidu entrecerró los ojos tratando de enfocar a Osvál.

-¡No les creo ratas! ¡Yksor! Ven y cometelos.

-No Guidu, somos nosotros -dijo Hanna.

El troll hizo caso omiso y volvió a gritar "Yksor" y del mismo sitio donde venia el troll salió una criatura de color negro. Dane podría jurar que esa criatura era una cucaracha gigante.

-¡Cometelos! -ordenó el troll y la cucaracha se sacudió y se acercó lentamente hacia la carreta.

-Guidu, ¡Mira! -dijo Hanna lanzando una flecha de luz al cielo. El troll quedo hipnotizado por el pequeño espectáculo -¿Quieres una? -Guidu asintió varias veces -De acuerdo, te la daré si te llevas a tu "linda" mascota y nos dejas pasar -el troll lo dudó un instante, pero finalmente decidió aceptar. Hanna le entregó una brillante flecha y cuando Guidu la tomó se fue corriendo llevándose a su perturbadora mascota.

-¿No necesitas las flechas para matar a las sombras? -preguntó el bardo levantando una ceja.

-Tengo más en el santuario.

-Hablando del santuario ¿Cuánto falta?

-De hecho, ya llegamos -dijo Osvál bajando de la carreta, los demás lo siguieron y frente a ellos solo había un árbol bastante ancho y alto.

-Yo no veo nada fuera de lo común -señaló el bardo.

Hanna se acerco al árbol y posó la palma de su mano en el tronco, tras un momento tanto la palma como el tronco comenzaron a brillar. Hanna sonrió y dijo en voz baja.

-Volvemos a casa.

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