Después de contemplar como la palma de Hanna brillaba al igual que el tronco. Se abrió un agujero que conducía al santuario. Cruzaron la apertura y contemplaron la belleza del santuario. La descripción que Dara había dicho era verdad, incluso hasta quedaba algo corta.
El sendero estaba adornado con piedras preciosas, las que más resaltaban eran amatistas. Los árboles emitían luz propia, todo el tronco estaba lleno de luz, incluso las hojas emitían leves destellos.
También había pequeñas criaturas aladas que volaban alrededor de los viajeros. > Hadas < pensó el bardo y extendió la mano para poder tocar una. A lo lejos, fuera del camino, se veían los manantiales que producían caminos cristalinos.
Dane también observo criaturas que nunca había visto y tampoco había escuchado sobre ellas; lo que parecían unos pequeños champiñones tenían manos, pies y unos pequeños puntos negros en el tallo que al parecer eran sus ojos estos miraban al bardo de forma curiosa. Del fondo de unos arbustos apareció otra criatura; parecía un oso, pero no tenía hocico y su pelaje era de un tono azulado. Sus ojos eran diminutos y una especie de pequeñas placas le recorrían el lomo.
El bardo estaba maravillado por todo lo que observaba, era bello y extraño a la vez. Mientras el seguía descubriendo este pequeño mundo, Hanna jugaba con los champiñones, Osvál se acercaba con el extraño oso y Dara hablaba con las hadas.
Después de unos minutos retomaron el camino. El sendero los conducía a un gran quiosco. La estructura estaba hecha de metal, formada por columnas, capiteles y algunos adornos. La planta era un octágono centrado por una cúpula acristalada que sobresalía al exterior.
Dejaron a los caballos y subieron por una escalinata hecha de mármol. Había una mesa de en el centro y en cada punta del octágono había una pequeña estatua dorada, todas en perfecto estado, a excepción de una que se encontraba deformada.
-Son nuestros mentores -dijo Hanna con un ligero tono de tristeza -
-. Cada quien tenía uno propio.-¿Quién era el tuyo? -preguntó Dane.
-Daiana -contestó Hanna y señaló la estatua de una mujer que tenía un arco tensado.
-¿Y los de ustedes?
-Leila me enseñó todo sobre curación -dijo Dara con orgullo.
Osvál no dijo nada y se quedó observando la estatua deformada. Dara abrazó a su pareja mientras Dane se acercaba a leer la inscripción de la estatua.
"Nelia" decía la inscripción. El bardo poco a poco comenzó a comprender. Nelia fue la mentora que los traicionó y era la mentora de Osvál.
-Era mi madre -dijo Osvál con tono cortante.
Dane no supo que contestar ante la aclaración, por lo que solo pudo decir:
-Lo siento mucho.
-Quedó en el pasado. Ahora hay cosas más importantes -la actitud de Osvál era demasiado segura, no muchos estarían con la frente en alto si su madre los traiciona.
-¿Por qué no comemos?, muero de hambre -propuso el bardo notando una pequeña molestia en el estómago.
-Es una gran idea -dijo Hanna -. Vamos afuera.
Se dirigieron a la parte trasera del quiosco, donde había un pequeño jardín lleno de flores muy bellas, con colores llamativos. Justo en medio del jardín había una mesa dorada. Hanna posó su mano y al igual que el árbol, esta comenzó a brillar, tras unos segundos apareció un completo festín y se sentaron a disfrutar de la comida.
Mientras comían, Hanna le explicó a Dane algunas cosas del santuario. Por ejemplo: solo los miembros del santuario podían abrir el árbol "Giib", los champiñones con ojos eran una raza casi extinta, procedente del viejo mundo; se llamaban "Mykitas". El oso que no era oso se llamaba "Omug" y también estaba en peligro de extinción.

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El Bardo
FantasyDane es un bardo que siempre busca inspiración para sus canciones, va de pueblo en pueblo junto a su fiel caballo, Topacio. Tras una serie de sucesos es rescatado por una chica bastante peculiar. Ella lo llevará a un mundo desconocido para cualquier...