10.

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Hubo un punto de inflexión a partir de entonces. Jimin lo supo. Habían habido muchas subidas y bajadas, muchos altibajos en aquella extraña relación de dependencia que compartía con Jungkook. Jungkook lo protegía a la vez que lo ignoraba, y Jimin lo irritaba hasta que Jungkook saltaba. No se podía llamar amistad, no se podía llamar de ningún modo, pero era todo lo que tenían.

Por mucho que Jungkook le diera órdenes todo el tiempo, nunca pasaba nada si Jimin no las cumplía, y por mucho que Jungkook dijera que no haría tal cosa, si Jimin insistía lo suficiente, terminaría cediendo. Jungkook era más blandito de lo que aparentaba, y eso hizo que Jimin empezara a idealizarlo de un modo extraño.

Era obvio que se sentía atraído por él. Jimin lo había hecho desde el momento en que se había mudado. Era guapo, alto y fuerte. Pero además de eso, se había asentado en su vientre el sentimiento seguro y cálido de sentirse protegido por él, y poco a poco derivó en una especie de amor platónico. Lo peor es que no hizo nada por frenarlo u ocultarlo, porque era un descarado y tenía las hormonas alborotadas, y si mostrar sus sentimientos haría que Jungkook se irritase todavía más, lo iba a hacer, porque eso siempre sería mejor que la ley del hielo.

Jungkook se paró frente al sofá a las cinco de la tarde un viernes. No vestía sus característicos pantalones vaqueros sino unos de chándal. Jimin despegó sus ojos del libro que estaba leyendo y lo observó a través de sus pestañas, recorriéndolo de arriba abajo sin perder oportunidad.

Dios

Pantalones de chándal. Sip. Junto con brazos marcados de venas y manos fuertes, ese era su cuarto fetiche en una larga lista.

El primero eran demasiado vergonzoso como para admitirlo.

-Vamos a entrenar.

Los ojos de Jimin se abrieron entusiasmados y felices, lanzó el libro por cualquier parte y trastabilló fuera del sofá.

Después, Jungkook movilizó un poco el mobiliario del salón para ganar espacio, y dejó correctamente sobre la estantería el libro que Jimin había lanzado por los aires previamente.

-¿Me enseñarás a defenderme? ¿Pelearemos?- Jimin preguntó esperanzador.

-No- Jungkook contestó tan serio como siempre- Para poder golpear primero tienes que tener fuerza, y no la tienes.

-Yo quería golpear algo- Jimin refunfuñó cruzándose de brazos.

-Vas a hacer cincuenta sentadillas, veinte abdominales, cuarenta flexiones y cien saltos a la cuerda, eso para empezar.

Jimin abrió sus ojos desorbitados.

-¿E-estás de broma? ¿P-para empezar?

Jungkook lo miró malicioso.

-¿No querías entrenarte y ser capaz de defenderte? Pues esto es lo que hay. Ya te dije que no soy ningún entrenador personal, así que harás lo que hago yo, pero en menor cantidad.

-¿Eso es lo que hacéis los militares?

Pudo jurar que Jungkook estuvo a punto de reírse.

-Eso no se acerca ni por asomo a lo que hacemos los militares. Esto es lo que hago yo como rutina, pero te lo he rebajado un poco para empezar.

Jimin lo miró con ojos entrecerrados.

-Qué amable.

Jungkook se acercó luciendo amenazador, a pesar de que Jimin sabía que no haría nada. Era un poco ilógico pensar que lo dañaría si justamente estaba allí protegiéndolo, pero eso no quitó que luciera intimidante, y que Jimin perdiera su sonrisita autosuficiente para mirarlo con ojos grandes de cachorro.

GUARDIÁN - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora