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En cuanto la pista terminó de guardarse Chan suspiró estirándose en la silla sintiendo su columna tronar. Había perdido la noción del tiempo de nuevo, y estaba seguro que ya era entrada la noche; aún así, debía terminar de componer un proyecto que llevaba meses inconcluso en su laptop, pero algo le detuvo.

Era una foto de su familia. Enmarcada y sobre su escritorio, la misma lo mostraba a él de pequeño junto con sus padres y sus hermanos, quienes eran apenas unos bebés en ese entonces. Entre sus brazos descansaba una Berry cachorrita, y de fondo las cristalinas playas le daban el toque final.

Una profunda nostalgia le golpeó sin poder evitarlo. Hacía dos años que había logrado ir a Australia con los chicos por un concierto, pero había estado tan ocupado que ni siquiera pudo explorar todo lo que hubiera deseado. El aroma a salitre, las risas de sus hermanos, la comida de su mamá, todo era demasiado.

Como cada que se derrumbaba, tomó su celular y envío rápidamente un mensaje que, como supuso, se cumplió en menos de cinco minutos. Con tres toques a la puerta, esta se abrió revelando a un pecoso despeinado.

El joven estaba en pijamas y sin una gota de maquillaje, resultado de haber salido disparado del apartamento donde la mayoría dormía. Sin cruzar una palabra, caminó al mayor y ágilmente se subió a su regazo, colocando su rostro en el pecho ajeno y rodeando su torso con sus brazos.

Pronto, Chan rodeó el menudo cuerpo y descansó su frente sobre el delgado hombro de Felix. Aspiró su tenue aroma y dejó que las lágrimas corrieran en silencio por su rostro, mientras este frotaba su espalda en un intento de trasmitirle calidez y apoyo.

Ninguno dijo nada en un largo tiempo, tanto, que ambos ya se encontraban ligeramente adormecidos ante la tibieza del cuerpo contrario. Justo antes de que la bruma del sueño terminara de inundar al menor, el susurro de la voz de Chan rompió el silencio.

-Gracias Lixie- levantó su rostro del hombro ajeno, y con delicadeza presionó un beso en la sien del menor. Fue un toque suave, como la caricia del ala de una mariposa-. Por todo.

-No es nada hyung, lo sabes...

-Lo es Lixie, más de lo que crees- el agarre sobre sus caderas se afianzó-. Llegaste cuando estaba en el fondo del pozo, cuando ya estaba cansado de todo. Sin ti, creo que ya no estaría aquí.

-Chris...

-Es verdad- otro beso, esta vez en su frente-. Un recuerdo viviente de mi existencia, un regalo del destino. Eres mi precioso hogar, Felix.

Luego de esas palabras, ambos volvieron a sumirse en el silencio. Chan sonrió, sintiéndose mucho mejor. Nunca le terminaría de agradecer a la vida por darle a ese hermoso niño y hacerle encontrar a su alma gemela en aquellos ojos llenos de calidez y amor.

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