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Estigmatofilia: amor y fascinación por los tatuajes y piercings.

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A Felix le gustaban los tatuajes.

De todas las formas y tamaños, para él, eran una representación del arte plasmado en el cuerpo de las personas.

Desafortunadamente y por su edad, aún no era capaz de marcar su piel de manera permanente con sus diseños favoritos. Aunque eso no impedía que cada mes fuera a una tienda diferente del centro a probar diversos estilos y colores en tatuajes temporales.

Tampoco podía evitar fotografiar tatuajes de personas en la calle. Si aquel diseño le gustaba, no tendría reparo en pedirle una imagen al portador de este.

Hasta cierto punto, envidiaba a Changbin por ello. Tan solo bastaba para el pelinegro mostrar su identificación para poder sentarse en aquella silla y dejar que la aguja penetrase su piel, dejando un rastro de tinta a su paso.

Aunque también, podía decir que le encantaba el como aquellos diseños cubrían los tonificados brazos de su amigo. En silencio, apreciaba cuando este andaba con el torso y brazos descubiertos, mostrando los intrincados diseños que surcaban su brazo derecho, así como el de su pecho, a la altura de su corazón.

Sus momentos favoritos junto a él era cuando, estando a solas y sin nadie que pudiera interrumpirlos, pasaba las yemas de sus dedos por aquellos dibujos en su piel, y como su dueño hacía lo mismo con los suyos temporales.

Le encantaba cuando ambas pieles marcadas se fusionaban en un mar de sudor y pasión, cuando él se entregaba sin reservas al chico de los tatuajes, y estos parecían derretirse y cubrir su cuerpo por completo.

Adoraba como el mayor besaba los diseños que él mes con mes modificaba de su piel, haciéndolo sentir como si estos quemaran su alma, dejando una huella imborrable.

Si, en definitiva amaba los tatuajes. Y también a Changbin.