Desde que habían entrado en este mundo de ensueño, el tiempo había dejado de tener sentido; no podían ni imaginar cuánto tiempo había pasado en el mundo exterior, y aunque sonara egoísta, no querían saber nada más de ese mundo horrendo. Nil y Byleth querían seguir viviendo en sus sueños, en esta realidad donde la guerra no existe; donde el ciclo de la vida permite sentir emociones reales y no imitaciones.
Todo era perfecto, Nil no se separaba del pequeño Marc por un segundo, lo vio crecer de un pequeño bebé incapaz de defenderse hasta un joven adulto bondadoso y altruista. Aún cuando su familia no era adinerada, este siempre buscaba la forma de ayudar al prójimo, y todos en su pueblo lo amaban por ello. Nil no paraba de sonreír durante todo el tiempo que estuvo observando, sentía un orgullo y una felicidad inenarrables.
—Después de tantos milenios, no has cambiado un poco. Tu alma sigue siendo la misma —susurró mientras se limpiaba una lágrima de su mejilla —. Lamento haber sido grosero contigo en el campo de cenizas...
Por otro lado, Byleth se encontraba sentado en frente de la cama donde Draven yacía, dormido. Desde el momento que ambos vieron nacer a sus respectivos compañeros, no se habían vuelto a ver por un buen rato, por lo que no estaban atentos a la situación del otro. A diferencia de Marc, Draven no salía mucho de casa, se la pasaba sentado en su cama, pues todo el tiempo estaba enfermo y se la pasaba durmiendo. Byleth podía contar las veces en las que estuvo afuera con los dedos de sus manos, y cada vez que salía su condición parecía empeorar, como si el medio ambiente fuera el causante de sus enfermedades.
Byleth no tenía palabras, no quería creer que ni en este mundo Draven fuera capaz de ser un humano normal; su vida se iba entre sus manos y él lo único que podía hacer era toser, vomitar y dormir. Y Byleth ni siquiera podía verlo, en cuanto salió de su madre fue cubierto por una mancha gris que solo le dejaba ver su silueta; en este mundo tampoco tenía permitido ver a Draven. No sabía cuántos años habían pasado, ni cuantas lágrimas había derramado ni cuantos episodios de ira había sufrido. Pero el mundo parecía una ilusión ahora, pues cualquier intento por destruir algo era nulo. Estaba seguro de que Aurora lo estaba llamando, pero sin saberlo, había cerrado su corazón a cualquiera que no fuera Draven.
Esa misma noche, la madre de Draven atravesó a Byleth, como si no existiera en absoluto, y le dio un beso a su hijo mientras lo arropaba bien. Después, se puso de rodillas, juntó sus manos y recitó una oración.
—Madre de la oscuridad, madre de la luz, doy gracias por tener a mi hijo otro día más conmigo —La mujer pareció haber aguantado un llanto —, que sea de su gracia regalarle otro día más.
Byleth levantó la mirada y vio como un hilo de luz blanca salía del pecho de Draven y traspasaba la pared. De inmediato el chico siguió el hilo de luz hasta una capilla. Ya dentro, se encontró que Aurora y Namine, aun en forma de cuervos, estaban sobre los hombros de dos estatuas al fondo del edificio, en medio de estas había una mesa con manteles de color blanco y negro. Las estatuas mostraban a dos mujeres con facciones perfectas, completamente desnudas y con cabello largo que llegaba hasta sus asentaderas; una de sus manos estaba sobre su pecho mientras que las otra estaban tendidas hacia abajo, y sobre ellas, había un pequeño tazón con un líquido gris. Sus cabezas veían a quien estuviera enfrente del pequeño tazón, su faz mostraba comprensión, amor y perdón absoluto. Byleth caminó a las dos con hoz en mano, Nil, quien iba llegando, trató de detenerlo por detrás, pero Byleth fácilmente se lo quitó de encima con una patada que lo estrelló contra la pared.
—¿Mundo perfecto? —preguntó con cierta ironía en su voz —. Más bien un mundo de mentiras, ¿¡por qué todos están bien menos... Draven? ¿Por qué no puedo verlo!? ¡Contesten!
—No estamos obligadas a contestarte nada —respondió Naminé, quien se limpiaba su ala con su pico —. Muestra más respeto.
Eso fue suficiente para terminar con la poca paciencia que le quedaba a Byleth, este blandió su hoz, y en cuanto su cuchilla estuvo a punto de partir a Naminé, se desvaneció y unas cadenas de luz que surgieron del piso lo restringieron. El chico peleó y bramó por un rato, hasta que quedó afónico y todo lo que se podía escuchar eran sonidos de un animal herido y derrotado. Nil lo observaba detrás con lástima y con tristeza.
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Creación: reconquista
FantasySinopsis En un mundo donde la luz cubre una mitad del planeta y la oscuridad la otra, donde se ha librado una guerra por milenios entre estas dos fuerzas para tener control del planeta, dos jóvenes despertaran el poder de las diosas olvidadas escond...