Capítulo 21: Huecos

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Ambos gobernantes estaban sentados en sus tronos; en el cielo, una eterna sonrisa lo observaba todo; en los confines de la tierra, una furia indomable lo sometía todo. De sus pechos seguía emanando esa luz policromática, pero esta cada vez brillaba con más intensidad, significando que algo estaba acercándose rápidamente. Estos dos posaban una mano sobre sus pechos, lo que provocaba que la luz brillara a través de su piel; incluso a través de la piel ennegrecida del Déu oscuro.

A lado derecho del Déu de luz estaba el comandante Ludger parado de forma recta, con su mirada fija al elevador, que era la única entrada a la sala del trono, tenía sus manos sobre el mango de su claymore, cuya punta estaba incrustada en el piso blanco de la sala. Se suponía que él debería estar en el campo de batalla conduciendo la búsqueda para encontrar al traidor de la luz, pero Déu lo llamó de vuelta y, desde entonces, no ha dejado la sala del trono; las heridas dejadas por Nil habían sanado, aunque dejaron cicatrices negras por todo su cuerpo. En cambio, el Déu cubierto por la oscuridad estaba acostado sobre su trono, viendo hacia el techo rocoso de su sala, a lado suyo estaba León sentado de forma erecta, su mirada no dejaba de observar el elevador en busca de algún intruso. Al igual que su contraparte, se había enterado de la deserción de Byleth y de las heridas graves que infringió sobre Alexei, pero todo parecía darle igual, pues todo iba de acuerdo al plan, Alexei solo... fue una falla colateral.

Y entonces el silencio en ambas salas fue roto de forma abrupta, la claymore de Ludger cayó al suelo con un estruendo junto con el llum. En cambio, León dejó escapar un rugido que se transformó en el canto molesto de un cuervo. Ambos Déus parecieron no inmutarse ante estos repentinos acontecimientos, él del lado de la luz conservó su eterna sonrisa, mientras que el del lado de la oscuridad mantuvo su cara de molestia. Por encima de ellos se escuchaban los aleteos de los cuervos, como si lo estuvieran acechando, incluso dejaban caer plumas sobre ellos en forma de burla. El Déu de luz las tomó suavemente y las admiró, mientrás que el oscuro encendía fuego negro alrededor de su cuerpo y las quemaba al instante.

—Al fin llegaron, las hemos estado esperando, —contestó el Déu de luz antes de levantarse de su trono y hacer una pequeña ovación —. Permíteme abrir la puerta para que todos podamos hablar al mismo tiempo.

—Sabía que serías una perra maldita, se tomaron su tiempo en aparecer —dijo antes de enviar para varias estacas al techo con la esperanza de que una impactara contra Naminé.

La puerta de ambos elevadores se abrieron, provocando que la luz y la oscuridad de ambos lados chocaran hasta que pareció haber una explosión que lo cubrió todo de gris. Naminé y Aurora finalmente se pusieron de frente de sus respectivas contrapartes y curiosamente, si Naminé volteaba hacia el suelo, podía ver a Aurora y al Déu de luz; y si Aurora dirigía su mirada hacia el cielo, podía distinguir a los dos seres de oscuridad.

—Que grosero eres, hermano —habló el Déu de luz, Aurora podía oírlo perfectamente, como si estuviera en frente de ella también —. Apenas vemos por primera vez a nuestras hermanas desde nuestra creación hace dos milenios y lo primero que haces es atacar.

—No somos sus hermanas —respondió Naminé de forma bastante hostil, pareciera que el solo hecho de insinuar que eran familiares con estos monstruos le enfermaba —. Para empezar, ustedes ni siquiera debieron haber existido.

—¿Por qué no te vas al infierno? —continuó el Déu oscuro con malicia —. Oh, es cierto, las hemos mantenido en el infierno durante dos milenios.

—Tu hermano tiene razón, eres un completo maleducado. Con razón Byleth es como es —dijo Aurora, quien se mantenía volando al nivel de su contraparte —. Pero lo que dijo mi hermana no es mentira, ustedes nunca debieron de haber existido.

Creación: reconquistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora